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Un santafesino en Agde y Mauthausen: prisionero en los campos de concentración más feroces de la época

Nacido en Bigand, Antonio Barberá Plá tuvo una vida de película, que lo llevó a pelear por la República Española y ser prisionero de los nazis en Francia. Conoció los horrores en primera persona y hasta llevó un registro de víctimas. Vivió hasta los 95 años, lo que le permitió volver a Cataluña con el declive del franquismo

Gabriela Cladera / David Martino – Especial para El Ciudadano

La historia de Antonio Barberá Plá parece confrontarnos al hecho de que el azar y la causalidad se entretejen en la construcción  de una vida.

Antonio fue el segundo hijo de dos inmigrantes catalanes  que llegaron, como tantos otros, en busca de un porvenir mejor al que imaginaban en su tierra natal.

Sabemos que en principio se radicaron en Rosario, donde nació el primer hijo de la pareja. Luego se trasladaron, posiblemente por las redes migratorias, a Bigand, donde ya se encontraban asentadas varias familias Barberá oriundas del mismo pueblo catalán.

Bigand fue fundada un 15 de julio de 1909, en el sur de la provincia de Santa Fe, en plena región cerealera, de la mano de Víctor Bigand, un importante terrateniente de la zona. Fue uno de los tantos pueblos que jalonaban el corredor ferroviario Rosario-Puerto Belgrano.

El nacimiento de Antonio debió ser uno de los primeros que tuvieron lugar en Bigand, un 22 de octubre de 1910. Los alumbramientos por entonces se atendían en los hogares; las comadronas eran las encargadas de traer los niños al mundo. Pero aquel parto se dificultó y la madre, Concepción Plá, murió por las complicaciones derivadas del mismo.

El nacimiento de Antonio, por un parte, sucedía con el auspicio de haber nacido casi al mismo tiempo que un pueblo pujante, y a la vez la sombra oscura de haber perdido a su madre.

No iba a ser ésta la única penuria en su vida.

Regreso al viejo continente

El padre, viudo y con dos niños a cargo, decidió en 1912 que era hora de emprender el regreso. La familia se estableció en Cataluña.

Para 1936, cuando comenzó la Guerra Civil Española, el joven Barberá trabajaba en una fábrica textil en Atmella de Almerola y militaba en Esquerra Republicana, el partido de Lluis Companys.

En 1937 se incorporó a la 146ª Brigada Mixta, la misma que contó entre sus filas con el fotógrafo de Mauthausen, Francesc Boix, cuyas imágenes serían determinantes en los juicios de Núremberg.

Ese mismo año Barberá se casó con Carmen.

La 146ª Brigada estuvo estacionada en el frente de Aragón, y a partir de marzo de 1938 se encargó de la  defensa de la línea del río Segre, la última frontera entre el ejército republicano y los sublevados antes de la caída de Cataluña.

A fines de diciembre del 38, las tropas moras y el Corpo d Truppe Volontarie rompieron la línea defensiva: el final se precipitaba. El 2 de enero, Barberá fue herido en un pie y enviado a Barcelona. Pero la ciudad  para entonces tenía las horas contadas.

Los enfermos y heridos fueron trasladados en tren en medio de la retirada. Los franceses, desbordados con el arribo de 450 mil personas en menos de diez días, improvisaron hospitales en buques adaptados a tal fin.

Eran barcos hospitales donde 70 enfermeras debían encargarse del cuidado de 1.800 pacientes. Estos, por lo demás, estaban bajo un régimen penitenciario, puesto que no podían desembarcar.

En uno de esos barcos estuvo un mes Antonio Barberá Plá hasta su recuperación.

De campo en campo

A la salida del buque hospital, Antonio fue confinado en el Campo de concentración de Agde, «el campo de los catalanes», donde se encontraban muchos ex integrantes de la 146ª.

De allí salió a fines del verano de 1939 para trabajar en la vendimia, lo que debió representar un respiro entre tantos infortunios.

Terminado el trabajo temporal, fue enviado al Campo de Saint Cyprien.

Para entonces, ya se había  iniciado la II Guerra Mundial con la invasión nazi a Polonia, el 1° de septiembre de 1939.

Con Francia en guerra, la situación de los refugiados españoles se tensó. El gobierno ofreció dos salidas: enrolarse en la Legión o sumarse a los batallones de trabajo destinados a las fortificaciones de la Línea Maginot.

La Legión obligaba militarmente durante 5 años; por tal motivo, la mayoría de los españoles eligió las compañías de trabajo. Esta fue la opción de Barberá y unos 60 mil españoles.

Antonio quedó incorporado en el Cuerpo de Trabajadores Extranjeros (CTE) N° 106 destinado a Alsacia.

A fines de mayo de 1940 se produjo la derrota aplastante para  las tropas aliadas en Dunquerque a manos de los nazis.

En esas mismas costas, los ingleses organizaron la célebre evacuación de las tropas aliadas, pero dejando librados a su suerte a quienes formaban parte de las compañías de trabajadores.

Así, Antonio cayó preso de las fuerzas alemanas.

Desde el stalag de Estrasburgo, en diciembre de 1940 fue deportado al campo de concentración y exterminio de Mauthausen, en Austria.

Cuando Antonio Barberá, el nativo de Bigand, fue ingresado a Mauthausen perdió su identidad y  pasó a ser un número, el prisionero 4607.

La supervivencia de los prisioneros en los campos nazis dependía fundamentalmente de la fortaleza  física y de la capacidad de trabajo del deportado, a quien se le permitía vivir mientras se lo considerara «útil» como mano de obra esclava.

Antonio estuvo cautivo durante 5 años, sometido a explotación, tortura, alimentación deficiente, entre otros flagelos.

Antonio Barberá Plá fue parte de esa mano de obra “útil” y, por ello, uno de los pocos que pudo salir vivo para contarlo. A la vez, llevó durante todos esos años un registro de los muertos por causas “no naturales”, día a día.

Aquellos nombres escritos en pequeños papeles, como los negativos de Boix, eran sacados del campo por los comandos de trabajo, grupos de prisioneros que podían salir del campo para trabajar en distintas canteras.

Liberación

Cuando la derrota ya era un hecho, los alemanes dejaron Mauthausen a cargo de la policía austríaca, ocasión que abrió la posibilidad para que los republicanos españoles, entre ellos Antonio, se amotinaran y se hicieran con el control del campo.

Cuando las tropas aliadas llegaron, las  recibieron con una emblemática pancarta colgada en el murallón de ingreso que rezaba: “Los Españoles Anti Fascistas saludan a las Tropas Liberadoras”.

Una vez terminada la guerra, Barberá retornó a Francia, donde se reencontró con su esposa. Luego, cuando el franquismo debió flexibilizarse, obligado por la derrota de sus aliados (los países del Eje), y por el aislamiento internacional con el que fue sancionado inicialmente en el nuevo orden mundial, pudo retornar a  España.

Así, se estableció con su familia en Cataluña, donde vivió hasta que falleció  en el 2004 con 95 años.

Aunque no regresó nunca más al lugar que lo vio nacer, para su pueblo, para la historia posterior, es el bigandense que sobrevivió a la Guerra Civil Española y  a los campos de exterminio nazis.

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