Los colores y las formas en una profusión de inusual belleza que invitan a una mirada general, a la distancia, para luego convocar a un irresistible primer plano donde los detalles son protagonistas es lo que encierra un corpus de obra, todos acrílicos sobre tela, del destacado artista uruguayo Carlos Páez Vilaró (1923- 2014) que llega a Rosario. Se trata de un pintor referencial de esta parte del mundo, pero además destacado ceramista, escultor, muralista, director, escritor, compositor y constructor, mentor de Casapueblo, primero su casa de veraneo y hoy un museo, en Punta Ballena, a pocos quilómetros de Punta del Este.
La muestra en cuestión, que exhibirá 19 piezas, lleva por título El pintor del medio del río, y tendrá su inauguración este jueves 17, a las 19, al tiempo que se podrá visitar hasta el 23 de diciembre en el hall central del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (CCRF, San Martín 1080, Plaza Montenegro), con entrada gratuita, de martes a domingos de 14 a 19.
La exposición será presentada este jueves por Florencio Páez, asesor y colaborador del Museo Casapueblo e hijo del artista, quien ofrecerá una charla sobre la vida y obra de su padre, en el marco de la apertura de la muestra.
“Los hijos para mí son la prolongación, son la fuerza. Tengo tres hijos uruguayos y tres hijos argentinos, lo que confirma, al mismo tiempo, mi amor por Argentina y Uruguay. O sea que siempre soy pintor del medio del río”, afirmó alguna vez Páez Vilaró.
Organizada por el Museo Casapueblo de Uruguay y el CCRF, institución perteneciente a la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, Carlos Páez Vilaró. El pintor del medio del río llega a la ciudad a partir de una iniciativa que cuenta con el auspicio de la Fundación San Cristóbal.
Respecto de ser un “pintor del medio del río”, como solía autodenominarse el artista, así lo confirmó en 1997 al dividir su actividad entre sus dos talleres de Argentina y Uruguay. De esta forma dedicó esa nueva etapa de su vida a cumplir con múltiples compromisos internacionales, realizando exposiciones retrospectivas en la Biblioteca Nacional de Beijing, en el Opera House de El Cairo y en el Palacio de la Creatividad en Alejandría, invitado, oportunamente, por los gobiernos de China y Egipto.
La muestra rosarina exhibirá obras de gran porte realizadas en acrílico sobre tela en el período comprendido entre 2007 y 2013, y sumará la proyección del audiovisual Arte y aventura, un relato en primera persona sobre de sus momentos destacados de arte y viajes, así como la construcción de su emblemática obra Museo Casapueblo de Uruguay.
“Se trata de un recorte de obras, acrílicos sobre tela que van del 2007 al 2013; son todas obras que mi padre realizó en Buenos Aires, en su taller de Tigre, con una temática bastante amplia porque buscamos que sea una selección variada”, contó Florencio Páez a El Ciudadano.
En el mismo sentido, Páez completó: “Son 19 obras todas realizadas en su taller de acá pero al mismo tiempo siempre produjo en los dos países; de ahí el concepto de «el medio del río»: una obra acá y otra allá; y cada etapa de su obra se diferencia de la otra por la influencia del lugar y de la época”.
Artista múltiple
Carlos Páez Vilaró nació en Montevideo, Uruguay, el 1º de noviembre de 1923, hijo de Doña Rosa Vilaró Braga y del Dr. Miguel Ángel Páez Formoso. Fue el menor de tres hermanos, siguiendo a Miguel y a Jorge. Al ser autodidacta, investigó en profundidad las culturas más diversas para hallar la raíz de su inspiración.
“Fue así como pintando y escribiendo, recorrió el mundo montando sus talleres en los sitios más diversos. Hacedor incansable, viajero y expedicionario, fue un apasionado de la pintura mural, dejando el testimonio de su arte en los cinco continentes”, expresa la página oficial del Museo Casapueblo.
Marcado por una fuerte vocación artística partió en su juventud a Buenos Aires, donde se vinculó al medio de las artes gráficas y conoció a los más destacados dibujantes de la época. Atrapado por la magia de la noche porteña, Buenos Aires provocó sus primeros balbuceos en el arte. Tomó como fuentes de inspiración el tango, los bares y cabarets, donde solía dibujar a la noche en sus mesas. Estos temas marcaron a fuego la iniciación de su carrera de artista y nunca dejaron de aparecer en los distintos períodos de su prolífica obra.
A fines de la década del 40, regresó a Montevideo y al descubrir el folclore uruguayo, se vio motivado por el tema del candombe. En ese periplo pintó centenares de obras, realizó múltiples exposiciones y dejó su sello en monumentales murales.
En la década del 50 conoció a Picasso, Dalí, De Chirico y Calder en sus talleres. Ese peregrinaje europeo inicial, el contacto con la pintura, los museos y los artistas, le dieron el impulso que necesitaba para un regreso a su país con entusiasmo.
A su regreso a Uruguay, en 1969, continuó las obras de Casapueblo, modelada con sus propias manos y con la ayuda de los pescadores. Ubicada sobre los acantilados rocosos de Punta Ballena, su casa se transformó en un símbolo del lugar.
A partir del año 1970, vivió alternadamente en Estados Unidos, Brasil y Uruguay. Luego instaló su taller en Buenos Aires, donde vivió catorce años. Durante este lapso canalizó su inagotable capacidad creativa en esculturas, ediciones literarias y múltiples series de pinturas, en las que expresó su búsqueda constante a través de las formas y el color. Fue así que en una antigua casa de madera en la región de Tigre, su atelier argentino se fue convirtiendo en una prolongación de su estudio en Uruguay.
Páez Vilaró fue autodidacta, su pintura se nutrió de aventuras y desafíos. Tomando del paisaje y de las diferentes culturas todo aquello que lo impactó, lo plasmó a su manera en miles de trabajos enriqueciendo su obra y manteniendo activo su coraje para seguir batallando en la búsqueda del arte. Una de sus preocupaciones fue poner su pintura al alcance del pueblo, realizando murales en aeropuertos, hoteles, edificios públicos y hospitales. Pintó hasta el último día de su vida. Falleció en Casapueblo, el 24 de febrero de 2014. Fue despedido con honores de Estado y el país entero lloró su partida. Dejó en sus obras un legado valioso para toda la humanidad, lleno de energía, color y amor por la vida.