Por Daniela Barreiro
“Los conflictos más simples son los que dejan ver lo mejor y lo peor de una persona”, dice la realizadora Victoria Galardi para introducir la trama de su nuevo film Pensé que iba a haber fiesta, una película que el pasado jueves desembarcó en los cines locales y se mantiene en las carteleras de los principales complejos.
La película, una coproducción argentina-española que cuenta con la producción de Gale Cine, Magma Cine y Fernando Trueba PC, centra su trama en la relación entre Lucía (Valeria Bertuccelli) y Ana (Elena Anaya). La primera está separada de Ricky (Fernán Mirás), con quien tuvo una hija. Cuando Lucía se va a pasar unos días con su nueva pareja, Eduardo (Esteban Bigliardi), invita a su amiga para que disfrute del verano en su casa. Ana se encuentra azarosamente con Ricky, cuando el ex de Lucía va a buscar a su hija. Y pronto nace un romance entre ambos.
Pero, si Lucía y Ricky ya no son pareja ¿cuál es el conflicto de que él se enamore de Ana? “Para Ana, el hecho de estar empezando una historia con el ex marido de su amiga no es para nada simple”, dijo Galardi a El Ciudadano, al tiempo que señaló como principal atractivo de este triángulo a la “irracionalidad” ya que, “en teoría, se podría decir que no hay conflicto al enamorarse del ex de alguien, pero sí lo hay”.
“Me interesan los personajes de líneas débiles, lo que no se pueda entender, lo que no cae de maduro –agregó–, por eso me interesó más este triángulo que el de tener una pareja y un amante. Que también es irracional pero está un poco más visto”.
Según Galardi, el eje central de la película está puesto en el ego, en el narcisismo que, para ella, se trasluce en una frase de Lucía: “Ella habla con su amiga y le pregunta «¿Hablaron de mí?» y cuando le responden que no, le molesta. O sea, que si hablan le molesta y si no hablan también le molesta. Eso tiene que ver con dejar de ser el centro o con esa paranoia que genera que el otro cuente la otra campana de algo que siempre se escuchó de tu boca y, de repente, quedar expuesta ante una amiga”. Y a todos esos miedos de Lucía y a las culpas de Ana se suma la movilización propia de las fiestas, esa semana de diciembre en la que se desarrolla “el momento más sensible del año”.
“Todos decimos: «Quiero empezar bien el año», como si una fecha cambiase algo. Y vamos teniendo cuidado de no dar malas noticias o no generar conflicto para no arruinarle el año nuevo a nadie. Para mí plantearla entre las fiestas fue la forma de meter a la familia en escena y agregar la tensión propia de esas fechas”, dijo, mientras confesaba no ser amante de las mismas: “Soy del interior y siempre tuve que planificar mucho las fiestas, sacar pasaje, pensar con anticipación qué voy a hacer, de quién la voy a pasar. Una simple cena se convierte en un hecho con una gran importancia, una importancia que en realidad no debería tener”. “La película es un drama pero hay personajes que lo alivianan todo el tiempo”, aseguró al tiempo que señaló a Esteban Lamothe (el jardinero) y a Esteban Bigliardi (la nueva pareja de Lucía) como los portadores de la comicidad del film. “Además, Pensé que iba a haber fiesta tiene eso de reírse entre dientes. No desata una carcajada sino una risa matizada con cierta tensión”.
Para concluir, Galardi destacó la riqueza de las coproducciones ya que no sólo “simplifican el trabajo sino que se transforman en una experiencia muy enriquecedora”, un intercambio del que, en esta oportunidad, destacó la posibilidad de trabajar con Fernando Trueba (Belle Époque) y con el Niño Josele, “un guitarrista de flamenco increíble”.