La 19ª edición del Festival de Teatro de Rafaela (FTR24), que concluyó este domingo tras cinco días de funciones, actividades especiales, espacios formativos y rondas de devoluciones, entre más, con 21 espectáculos y 40 funciones que tuvieron lugar en distintos escenarios de salas, plazas y espacios alternativos de Rafaela además de la ya clásica subsede de Suardi, cerró con la clara convicción de que este encuentro, el más importante en su tipo del país, no sólo está instalado y va camino a sus veinte años consolidado y en crecimiento sino, y sobre todo, que es un festival que adoptó la gente más allá de la gestión política de turno.
La presente edición se concretó en el marco de los primeros meses de gestión de la intendencia de Leonardo Viotti, referente del radicalismo que tomó la saludable decisión de darle continuidad, cuando el encuentro nació y creció al calor de dos décadas de gestiones peronistas, y desde algunos sectores opositores, en más de una oportunidad, lo consideraron más «un gasto que una inversión».
Arranca el Festival de Rafaela convertido, desde el teatro, en un polo de resistencia cultural
El FTR24, que este año tuvo como disparador el concepto “Late con fuerza”, como si ese latido constante de un corazón del tamaño de toda la ciudad garantizara su valiosa continuidad a lo largo del tiempo, se realizó en cogestión entre el municipio rafaelino y el gobierno provincial, y por primera vez en su historia, sin aportes del Estado nacional, cuando siempre había estado presente a través del Instituto Nacional del Teatro (INT), hoy en franca retirada y con destino incierto.
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En el contexto de una programación amplia y de calidad, con gran número de espectáculos pensados para los grandes públicos incluidas infancias y familias, aparecieron en la presente edición del FTR temáticas como género y diversidad en un primer plano, entre otras como derechos humanos.
De hecho, más allá que desde algunos sectores se intente dejar de lado a estas temáticas con un rotundo y peligroso cambio de agenda, entre otras cosas desfinanciando los espacios que se ocupaban de avalarlas y sostenerlas, e independientemente que se creía que su pregnancia social había llegado a niveles por lo menos aceptables, algo que claramente no sucedió, se vieron en Rafaela propuestas que en todos los casos fueron concebidas en la etapa anterior del país, cuando estos temas sí formaban parte de la agenda política y mediática. Por este motivo, en el presente, esas mismas propuestas adquieren una relevancia y resonancia diferente, dado que se instaló otro modelo de país que niega o desactiva muchas de esas políticas de Estado.
Volver a decir todo
Si bien la curaduría de la presente edición del FTR, como siempre estratégica y cuidada, a cargo de Gustavo Mondino, su director artístico, volvió a llevar al oeste de la provincia un recorte del teatro argentino de producción reciente con trabajos de Caba, Mendoza, Tucumán y Rosario, entre más, en la lista de los destacados entra Un tiro cada uno, conmovedor trabajo de Mariana de la Mata, Consuelo Iturraspe y Laura Sbdar, acerca de la historia de tres adolescentes que juegan al básquet en un club de Bahía Blanca, y la noche anterior al último partido del campeonato cometen un femicidio.
La particularidad de este notable material, presentado por primera vez en una cancha de básquet real, es que los personajes masculinos son interpretados por tres actrices: Fiamma Carranza Macchi, Carolina Kopelioff y Camila Peralta, que en el mismo sentido, se desdoblan en otras voces, como un coro griego, y otros relatos, que confluyen en la lectura de fragmentos del diario de la joven que muere asesinada.
El puesta, en su lógica posdramática, abre en el público un valioso debate acerca de la violencia patriarcal y lo arbitrario de sus lógicas a través de una historia vibrante, por momentos incómoda y con notables actuaciones, al mismo tiempo que ese debate acciona una nueva mirada en relación con los efectos de la violencia en las masculinidades adolescentes.
En el mismo sentido, pero disparado desde el humor, el creador rafaelino Marcelo Allasino presentó uno de sus últimos trabajos, Hermanas tejedoras, una comedia disparatada y kitsch, acerca de cuatro monjas abandonadas a su suerte en un convento que está por cerrar sus puertas, donde la crítica, con elementos cercanos del universo popular y mediático, se establece mediante la ruptura del canon ortodoxo que plantea la Iglesia, a través de un collage sobre “cuatro Marías al borde del colapso”, decididas a patear el tablero frente a las arbitrariedades de una institución machista si las hay donde, con humor bizarro, Allasino retoma algunas ideas y provocaciones de su recordada versión de Lisístrata, de Aristófanes, estrenada hace 30 años en Rafaela, que en la presente edición fue parte de un conversatorio, donde se recordó la anécdota de un juez que en medio de una causa por la supuesta obscenidad y procacidad de la obra, citó a declarar al autor, muerto en el 386 a.C.
Aunque a partir de una poética que pone distancia de las obras antes mencionadas, la presencia de Érica Rivas con Matate, amor, de Ariana Harwicz, bajo la dirección de Marilú Marini, fue sin duda una de las mayores apuestas del FTR de este año. Feroz ejercicio escénico puesto en el cuerpo y la palabra de una actriz que en todo momento desafía a la platea desde lo que propone el relato de una mujer “perdida” en la campiña francesa, enfrentada y corrida de la mirada romántica respecto de la maternidad, al mismo tiempo que se desafía a sí misma, la obra es, como lo es su autora, un alegato feminista atravesado por la locura y la incomprensión, que hace gala de su aspereza, dolor, potencia y necesidad de liberación.
Con Suavecita, el dramaturgo y director porteño Martín Bontempo, abre el juego a una dimensión poco transitada en lo que supone el unipersonal, en este caso más vinculado al concepto de una obra teatral para una sola actriz, la notable Camila Peralta (también presente en Un tiro cada uno), donde corre varios velos en relación con la sexualidad disidente, esa de la que no se habla, vinculada a enfermos terminales o adultos mayores.
A medio camino entre otras santas paganas como Gilda o la mismísima Difunta Correa, en el contexto de lo que supone la dimensión popular de las que curan y a las que se le hacen promesas, Suavecita, la de las “manos mágicas”, una marginal del amor, se revela como un personaje entrañable, sensible, humano, que hace de la soledad una virtud, a partir de un trabajo de Camila Peralta que la pone entre las actrices más dúctiles y talentosas de su generación.
Con la bandera de la resistencia en lo más alto, el Festival de Rafaela transita su 19ª edición
Con una poderosa idea acerca del deseo de poder Les Reyes, de Mechi Beno Mendizábal y Damián Mai, de Caba, una comedia que se corre de la tradición para acercarse con ironía a las lógicas de la farsa trágica, ironiza sobre dos monarcas que pelean por la corona del reino en la soledad de un palacio, a través de una propuesta creada a partir de un lenguaje falso, que en su exotismo y cuidado criterio artístico y de puesta en escena dialoga con el universo del cine, entre más, con La Favorita, de Yorgos Lanthimos.
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Los derechos humanos encontraron un lugar en la pieza de teatro documental con algo de biodrama Estamos grabando, obra escrita con el apoyo del Programa Iberescena a la Creación en Residencia de la tucumana Guadalupe Valenzuela, quien también aparece en la obra junto a María José Medina y Camila Caram, un material que desde su concepto dramatúrgico hilvana recortes del archivo de la memoria personal de la autora, a partir de grabaciones de su padre, que al mismo tiempo entablan un diálogo con la memoria colectiva en relación con la última dictadura cívico-militar.
Acerca de la diversidad y la amistad entendida en un sentido amplio, pasó por Rafaela Breve enciclopedia sobre la amistad, de Tomás Masariche, una comedia contemporánea, fresca y disruptiva, acerca de la relación de Celso y Celia, dos adolescentes que intentan sobrevivir, enfrentados a las contradicciones impuestas para esa franja etaria en los años 90 que, al mismo tiempo, trazan un poderoso puente con lo que acontece en el presente.
Sombras, por supuesto, de Romina Paula, por la compañía El Silencio (Caba), que se volvió a reunir tras una década y recordados trabajos como Algo de ruido hace o El tiempo todo entero, es otro viaje, aquí más acotado a las actuaciones que al relato que por momentos pareciera ser una excusa para poder actuar, con destino al lenguaje y la impronta de las actrices y los actores que componen el imaginario del cine de Fassbinder, con el inquietante trabajo en escena de Esteban Bigliardi, Esteban Lamothe, Susana Pampin y Pilar Gamboa.
Escenas en diálogo
Como cada mañana desde hace casi dos décadas, el encuentro ofreció entre sus actividades especiales un espacio de devoluciones para actores, directores y público en general con periodistas especializados en teatro y críticos teatrales de distintos puntos del país, que se encontraron a dialogar y confrontar miradas respecto de las obras que se vieron durante la jornada anterior, en el marco de un valioso y ya clásico espacio que en este tiempo también se convirtió en una instancia de formación de espectadores.
En el mismo sentido, en la presente edición, los Laboratorios de Creación Escénica marcaron un nuevo escalón en un recorrido que si bien lleva unos pocos años, se instaló como una alternativa formativa experimental para los artistas rafaelinos, quienes en unos pocos encuentros montan, de la mano de una directora o director invitado, un espectáculo en proceso que se estrena en el marco del festival. Así pasaron la apertura a cargo de Juan Parodi que transformó el bulevar Santa Fe en una distopía digna de Alicia en el país de las maravillas; Cartografía de lo sensible, un laboratorio de dramaturgia a cargo de María Eugenia Meyer, devenido en un audio tour por la ciudad con varias postas que quedará disponible online para quienes quieran transitarlo en el futuro; y La singularidad de lo mismo, trabajo comandado por Santiago Gobernori acerca de lo que supone actuar en contraposición con un ansiado y distante sueño de fama.
Por su parte, Lugar secreto, de la creadora porteña Silvina Grinberg, experiencia de site-specific que se presentó en el Bosque Educativo Norberto Besaccia para el que fue especialmente adaptado (como en cada bosque o reserva del país en los que se presenta), ofrece un singularísimo recorrido poético que tiene como gran objetivo acercarse a la naturaleza desde un lugar sensible y consciente.
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