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Un viaje agridulce a tiempos gloriosos del radioteatro

El director Néstor Zapata habla de “Bienvenido León de Francia…!”, la película que tuvo su preestreno el lunes en El Cairo. El film de Arteón se conocerá comercialmente mañana en los cines de la ciudad y del resto del país

Apenas cuando el sol se ocultaba tímidamente en el oeste después de varias jornadas lluviosas, el Cine Público El Cairo recuperaba el lunes por la tarde su esplendor de los estrenos de antaño: calle cortada, artistas queridos ingresando a la sala y la emoción contenida de un grupo de creadores comandados por el ya mítico Néstor Zapata que al frente de su grupo Arteón cumplió otro de sus grandes sueños: llevar al cine uno de los clásicos de su repertorio teatral, Bienvenido León de Francia…!, un bello y poético homenaje al radioteatro escrito por el propio Zapata en formato teatral, en 1978, junto con la actual ministra de Innovación y Cultura María de los Ángeles  “Chiqui” González (por entonces integrante de Arteón), pero también a los artistas de variedades, nómades, trashumantes que a mediados de los años 50 llevaban su arte de pueblo en pueblo en un tiempo de revoluciones y fusilamientos.
“Me emociona la idea de que hoy es un día importante para todos, para los artistas en particular, pero no sólo para mí”, expresó un emocionado Zapata horas antes del estreno, que el lunes tuvo dos pasadas en El Cairo (19.30 y 21.30), a sala colmada, con la presencia de la mayoría del elenco que, entre otros, integran Raúl Calandra (El León de Francia), Griselda de Lorenzi (Selva Galante), Naum Krass (Antonio Bevilaqua), Sara Lindberg (Amanda Barrios), Matías Martínez (Rubén del Mar), Maru de Rosa (Blanquita) y Matías Tamburri (Santito), con la participación especial de Darío Grandinetti (Don Romano) y Luis Machín (Sr. Interventor), a los que se suman una larga lista de actores y actrices locales.
Es el otoño de 1955, lo confirman la cuidada fotografía de Héctor “Nene” Molina y la ingeniosa y eficaz dirección de arte del talentoso Hugo Salguero. Un grupo de actores organiza su próximo radioteatro en un bar: hay uno que llega y es casi una leyenda (al menos así se lo hacen ver sus fanáticos), otro que quiere un protagónico antes de su fatal retiro, una chica que viene de lejos con el sueño de ser una figurita, una “querida” con destino de segunda más allá de que sea la figura, una mujer madura con ansias de juventud y su joven marido, tristemente oportunista. La radio, las giras, los personajes y aventuras de una emblemática ficción de esos años y, a la vez, sus propias pasiones, esas que día a día les depara el destino. Ellos transmiten en vivo el folletín por capítulos y salen a representarlo pueblo por pueblo montados sobre un destartalado colectivo, un Chevrolet 1947 que el lunes estuvo allí, frente a El Cairo, casi como un viaje en el tiempo.
Los destellos de un tiempo feliz, agridulce, un tiempo de familias enteras reunidas en torno de la radio, apelando a la imaginación como único motor y soñando con el día en que esos artistas llegaran a la sala o club del pueblo para deslumbrarlos con su inagotable mundo de fantasías, son el eje fundante de esta historia que mañana tendrá su gran estreno en todo el país.
“Esta es una película de época que tiene un marco histórico: transcurre entre 1955 y 1956, un año difícil para los argentinos por el golpe de Estado. Es un momento de gran complejidad política, y es muy difícil para los actores. Por esto mismo, puse el acento en contar sus pasiones, miserias y alegrías; el sacrificio que implica la profesión y las relaciones entre ellos, y paralelo a todo eso, a sus propias vidas, se narra cómo el país va transitando por una época, la de la Revolución Libertadora, hoy mejor llamada «fusiladora», con personajes que venían a impedir que la gente piense libremente”, analizó Zapata, quien el lunes presentó la película junto con Chiqui González, en medio de un variopinto anecdotario, al tiempo que en ese mismo ámbito se supo de la declaración de Interés Municipal para el film que horas antes se había firmado en el Concejo.
“Aquellos fueron años de esplendor, pero también del final del radioteatro; poder contar esta historia es un lujo que la vida nos da, porque yo llevo más de 50 años haciendo teatro y cine, y siento que, al final del camino, estoy estrenando esta ópera prima que implicó un esfuerzo descomunal, pero que nos llena de alegría porque vemos plasmada una estética, un lenguaje, una temática que nos es propia, que tiene que ver con nuestra gente y con la alegría que aún se vive en algunos pueblos cuando se recuerda esta etapa gloriosa del radioteatro, un oficio que nos costó entender, pero que, con los años, nos fuimos dando cuenta de que eran grandes trabajadores, con una entrega total, que vivían dignamente de su profesión y que eran, por encima de todo, muy queridos por el público. Siempre digo que el fenómeno del radioteatro no tiene comparación con ningún fenómeno actual: se llenaban las salas todos los días, se llegaban a hacer varias funciones en un mismo día, se paralizaba la actividad en los pueblos el día en que esas compañías desembarcaban o a la hora que transmitían el capítulo, incluso muchos se llevaban la silla de su casa porque no alcanzaban las butacas; fue un tiempo único y maravilloso”, rememoró Zapata.
“La película intenta contar esa historia de unos seres muy queridos, artistas que, con los años y las proscripciones, fueron olvidados; la maravilla que era la radio como medio de comunicación y esos actores de oficio tan cercanos a su público. Por eso la historia está marcada en la película por dos pinceladas brutales: una al principio, con imágenes de archivo fílmico sobre el bombardeo de Plaza de Mayo del 55, y otra sobre el final, con el comunicado del 10 de junio del 56 que anunciaba la ley marcial que posibilitó, entre otras cosas, los fusilamientos a civiles en José León Suárez”, acotó Zapata, quien completó: “Es muy fuerte la ansiedad que provoca un estreno en el cine del mismo modo que en el teatro; ver la película terminada no es sólo ver el material impreso sino que es ser testigo del momento en el que el espectador toma contacto con la imagen. Creo que la película nace en ese momento en el que, con la sala llena, el público mete su emoción y su corazón frente a esas imágenes”.

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