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Un viaje de estudios internacional esquivando una pandemia

Alumnos de la Dante Aligheri están en cuarentena y cuenta cómo vivieron un regreso lleno de controles. No pueden salir y sus padres extreman las medidas para cumplir con las normas impuestas por el Ministerio. El sistema de salud y los protocolos de Santa Fe funcionaron: por ahora no hay contagiados

Son las 4.40 del martes 10 de marzo de 2020 y el vuelo 1141 de Aerolíneas Argentinas aterriza en el Aeropuerto de Ezeiza. Pasajeros y pasajeras prenden los celulares, reciben los primeros mensajes de bienvenida, se desabrochan el cinturón y se paran. Abren el portaequipajes y sacan las valijas carry on. Están a punto de hacer la fila cuando una voz anuncia que va a subir personal del Ministerio de Salud de la Nación. Más que médicos y médicas parecen personajes sacados de una película de ciencia ficción. Visten batas hasta los pies, antiparras, gorros, guantes y barbijos. Tienen en la mano termómetros láser y fichas para completar. La mayoría de la tripulación también usa barbijo. El vuelo salió medio día antes desde Roma, a horas de que en Italia declarasen la cuarentena para toda la población por la rápida expansión del coronavirus, que supera los 10 mil infectados y las 600 muertes en ese país europeo. Los profesionales del Ministerio de Salud revisan una a una a las personas recién aterrizadas. Buscan fiebre, tos, catarro, dolor de garganta, agitación. Cualquiera de esos síntomas es suficiente para iniciar más preguntas. Cuatro personas son separadas del grupo de pasajeros.

Pedro no es una de ellas. Pasa la encuesta al igual que los 60 estudiantes secundarios con quienes voló a Italia desde Rosario. Tiene 17 años y fue a Europa con la escuela italiana Dante Alighieri. El viaje de estudios es una costumbre entre quienes asisten al colegio ubicado en el centro de Rosario, sobre el tradicional bulevar Oroño. Madres y padres lo organizan todo el año anterior para que durante tres semanas sus hijos recorran distintos lugares y tradiciones de Italia, desde el sur hasta el norte. El viaje tiene un curso opcional previo de italiano que dura tres semanas y se hace en la localidad de Recanati, en la región de Marcas. Pedro eligió hacerlo, pero en inglés. Viajó a Gran Bretaña y después se encontró con el resto de la comitiva.

Pedro y sus compañeros bajan del avión, cansados pero sin síntomas. Con barbijos, pasan los controles migratorios, buscan las valijas y salen del aeropuerto. Los espera un colectivo de la empresa Tienda León. Los dos choferes también usan barbijo y cumplen con la orden de no acercarse a ningún pasajero. Los estudiantes suben al ómnibus y se ubican de la mitad para atrás. La otra mitad queda vacía. Salen de Buenos Aires y recorren 300 kilómetros de llanura verde hasta llegar a la zona noroeste de Rosario.

Marcela espera a Pedro del otro lado de la reja de la parada de colectivos de Tienda León. Ve salir de a dos a los chicos de la Dante Alighieri hasta que aparece su hijo. Lo quiere abrazar pero no puede. Ve a las autoridades sanitarias limpiar el micro por dentro y por fuera. Después quedará cuatro horas abierto para que ventile y pueda usarse nuevamente sin riesgo de contagiar a nadie. Pedro sube al auto y van a la casa. Su hermana no se aguanta. Cuando lo ve primero duda y después lo abraza.

Después se arrepintió. Ahora anda desinfectando todo lo que tocó– dice Pedro, ya desde su habitación.

Está en “restricción social” por 14 días, tal como dispuso el gobierno nacional para las personas que ingresen al país desde lugares donde el virus está en expansión. No puede salir a la calle, hacer actividades físicas, compartir el mate, ni tener contacto con personas. Debe estar en su pieza y lavarse las manos todo el tiempo. Marcela lo deja andar un poco por la casa, sobre todo en el patio. Y después limpia con lavandina cada paso que da.

El lunes 9 de marzo por la tarde, autoridades sanitarias de Santa Fe y Rosario informaron que había tres personas aisladas en los hospitales Carrasco y Alberdi de la ciudad: un español, un italiano y un argentino, de 52, 43 y 35 años. Todos los síntomas indicaban que eran potenciales portadores de coronavirus. Habían llegado de España e Italia, países donde la enfermedad se sigue extendiendo. Las sospechas crecieron porque les había dado negativo el análisis de influenza. Después de descartar la gripe, desde la Salud Pública enviaron muestras al Instituto Malbrán, el único del país que da el diagnóstico del virus Covid-19.

Los tres pacientes habían llegado a la Salud Pública después de consultar a la línea telefónica 107. Una ambulancia los había atendido con todas las medidas de aislamiento. Fueron internados en salas de aislamiento con contacto mínimo y ventilación especial. Su entorno familiar y afectivo entró en “restricción social”. En el caso de personas que formaban parte de la población de riesgo, como los adultos mayores, hubo un seguimiento personalizado.

En la Salud Pública municipal y provincial empezaron a prestar atención al coronavirus apenas apareció en China. Hasta ahora cuentan con literatura sobre la enfermedad porque no hubo ningún caso confirmado en la provincia.

Leonardo Caruana, secretario de Salud municipal, explica que lo fundamental es trabajar con los protocolos. “Tenemos una historia de los equipos de trabajo de encontrarnos y discutir. Desde que apareció en China estamos estudiando y viendo el tema de los puertos y aeropuertos. Hay un ejercicio de trabajar con protocolos y cumplirlos”.

Sobre el virus, el funcionario explica que si bien puede existir contagio en la fase asintomática, las posibilidades son más bajas. “El mayor nivel de contagio aparece con las secreciones”.

Para Caruana en estas semanas ha sido fundamental el rol de los medios. “Es importante cuando se vive un problema de salud nuevo que se priorice la información, que los ámbitos estatales seamos la referencia ayuda a llevar calma a la población”.

Miguel Rabbia es secretario de Coordinación Territorial del Ministerio de Salud provincial en Rosario, y explica que los síntomas para encender el alerta son la fiebre de 37,8 para arriba y síntomas respiratorios como tos, dolor de garganta o agitación.

La cuarentena significa restricción social, no aislamiento, y es por 14 días. Vale para las personas que estuvieron en países con circulación de la enfermedad, no para su entorno. En caso de que el viajero o viajera tenga el virus, sí habría medidas para quienes estuvieron en contacto, que también entrarían en restricción social. “El protocolo dice que las personas con síntomas contagian, las que no tienen, no. El período de incubación mínima es de dos días”, agrega el funcionario.

En la provincia de Santa Fe el protocolo de coronavirus se activó para cinco posibles casos, dos fueron descartados en pocas horas. Los otros tres dieron negativo el martes a las 20.14, según informaron autoridades sanitarias. También se activó el de personas que llegan desde el exterior. Entre ellas, están los 137 estudiantes de la Dante Alighieri y sus familiares.

Desde el gobierno provincial recuerdan que ante cualquier síntoma o duda está a disposición la línea del Ministerio de Salud nacional: 0800-222-1002.

Me puse en cuarentena por mi propia paranoia. Llegué el lunes 2 de marzo a la Argentina desde Barcelona y la primera semana hice vida normal. No tomé conciencia. Pero el domingo me agarró un ataque de ver tele. Estaba en una reunión familiar y me di cuenta lo inconsciente que era. Podía estar contagiando a otras personas. Ahí me aislé.

Inés tiene 60 años, es contadora y trabaja en el sector agrícola. Desde el domingo no va a reuniones sociales y evita el contacto con otras personas. Reconoce que no está completamente aislada, pero afirma que empezó a tomar precauciones. Llamó a su médico para quedarse tranquila, quien le recomendó que ante cualquier síntoma llamara a una ambulancia antes que ir a un centro de salud, para evitar contagios. Inés se toma la fiebre todo el tiempo, se lava las manos, no ve gente. En la semana va a ir a trabajar al campo: “Pero ahí estoy sola, no molesto a nadie”.

Los últimos días que estuvo en Europa se cuidó todo el tiempo. Recuerda que había mucha información sobre el tema, a lo que se sumó el desabastecimiento de alcohol en gel y barbijos. “Me preocupé allá, pero cuando llegué en Ezeiza no me hicieron ningún control. Tardé unos días en tomar dimensión de que me tenía que resguardar para cuidar a los demás. Es de inconscientes andar circulando por todos lados. Seamos más criteriosos”, opina.

Ella se puso en cuarentena sola, y duda de hasta cuándo debe estar aislada. El jueves tiene un evento social al que quiere ir. Ese día se cumplen 13 jornadas desde su regreso. A ella le dijeron que a los 9 ya no contagia. Pero ahora para Inés el tema es otro:

Mirá si voy, y me contagia otra persona.

El martes al mediodía Pedro se sentó en la punta de la mesa familiar y contó el viaje a sus dos hermanas, la mamá y el papá. Fue su primera comida en Argentina después de más de un mes afuera. La mesa estaba dispuesta para que él estuviera lejos. Tenía su propio mantel, cubiertos, plato, vaso y servilleta. Nada de lo que tocaba podía estar en contacto con otras personas. Cuando terminaron de comer, la mamá, Marcela, de 51 años, sacó el mantel al patio para que se airee. “Dicen que no dura más de 8 horas activo y que dura menos con este calor”, ensaya. Marcela trabaja en la casa y los próximos 14 días estará con el hijo. “De lejos”, aclara.

Ella compró suficiente alcohol en gel para las próximas semanas. Entre toda la familia le pusieron límites a Pedro para que cumpla con la cuarentena. “Él está en la habitación pero lo dejo circular, no lo puedo tener preso. Mientras va pasando vamos higienizando. La escuela nos informó que la lavandina mata todo en un minuto. Estamos tomando medidas que en otro caso no tomaríamos. El chico no va a salir a la calle”, explica Marcela.

Para ella, Pedro tomó bien la cuarentena, sobre todo porque el curso completo tiene que cumplirla. Los chicos se comunican entre ellos y se cuentan qué hacen para pasar el tiempo.

«Lo que discutimos en casa es que los italianos se la tomaron a la ligera y ahora extremaron las medidas. Nosotros no vamos a permitir eso. Si hay que tomarse 15 días, nos tomamos 15 días», dice Marcela.

Ella sumó otra medida. Por las próximas dos semanas suspenderá las horas de trabajo de la empleada de casas particulares. “No quiero que venga a casa a rodearse de mi hijo porque va a otras casas a trabajar. No la quiero exponer”.

Pedro no tiene ningún síntoma, pero sabe que le esperan 14 días de estar entre su pieza y el patio. Tiene ganas de visitar a sus abuelos, de ver a amigos que hace más de un mes que no ve y de hacer deportes. Igual entiende.

Explica qué es lo que tiene que hacer cada viajero y lo recorre una convicción compartida con sus compañeros de curso. “En Italia nos miraban mal por andar compartiendo bombilla”, recuerda.

El viaje de la Dante Alighieri estuvo a punto de suspenderse varias veces. Apenas empezó a circular el coronavirus evaluaron si era posible hacerlo. La enfermedad era aún incipiente en Europa. Italia no se había convertido todavía en el país del continente con mayor nivel de contagio.

Durante las primeras semanas el coronavirus fue un chiste para el contingente de estudiantes de la Dante. Mientras hacían el curso en Recanati estaban a salvo. Pero el día que llegaron a Roma escucharon la noticia de la primera muerte. Desde ese momento, a medida que avanzaba el virus fueron cambiando los planes de viaje.

Ana es una de las alumnas del curso que llegó el martes a la madrugada y, como Pedro, tiene 17 años. Mientras se movían por el país, la comisión de madres y padres que estaba en Argentina se comunicaba con quienes habían viajado con los adolescentes para ver qué hacer. Primero cambiaron el itinerario. De Roma fueron a Nápoles y Sorrento. Ahí decidieron cancelar la visita al norte del país, que incluía Milán, Venecia y Asiago. Después, fueron lo más al sur posible. La Puglia, el taquito de Italia, una de las regiones más pobres, pero desde hace unos años se volvió un destino turístico apetecido.

El plan era estar en Puglia hasta el jueves, día en que los 137 integrantes de la comitiva tenían el vuelo de regreso desde Roma. Pero el domingo las noticias daban cuenta de un crecimiento del 36 por ciento de las muertes por coronavirus.

Èse fue el momento en que madres, padres y la empresa que organizaba el viaje decidieron que tenían que volver. “Tenían miedo que cierren las fronteras y nos quedemos varados ahí. Viajamos el lunes a la noche una mitad y el martes la otra mitad”, explica Ana.

Ella está en su casa. Lamenta no poder ir a ver a su abuela, pero sabe que es paciente de riesgo. “Estamos con muchas precauciones. Como alejada del resto, tengo mi propia toalla, mantel, cubiertos, vaso. Hay que mantener distancia, por más que no tenga síntomas hay que ser precavida”, cuenta.

La mamá también estará en cuarentena. No viajó a Italia pero en la empresa que trabaja decidieron darle una licencia por 15 días por la situación de su hija.

El coronavirus es un caos en las principales ciudades del mundo. Lamentablemente, el virus ya entró a la Argentina y tenemos que tomar medidas fuertes. Si el gobierno dice que no hay que salir de la casa por 14 días, no hay que salir y punto. Latinoamérica es una región compleja, en países emergentes este virus puede ser un desastre.

El que habla es Cristian Zinny, médico infectólogo de Rosario. Según explica, el coronavirus tiene dos características fundamentales: se contagia muy fácilmente de una persona a otra, y el 80 por ciento de los infectados tiene síntomas leves que se subestiman. Se agrega que los pacientes pueden contagiar en la etapa previa a tener síntomas y que el virus tiene un alto nivel de mortalidad en personas mayores. “Alguien con o sin síntomas puede contagiar a dos o tres personas. El crecimiento es exponencial, como hemos visto en otros países. En Italia el 5 por ciento de los infectados ha muerto. Es un porcentaje muy alto en relación a la gripe, que es del 1 por ciento como mucho”.

Para Zinny el Covid-19 es un virus nuevo que no hay que subestimar: “Afecta a los dispositivos de Salud. En Italia no hay camas y hay desabastecimiento de medicamentos, alcohol en gel y hasta papel higiénico”.

El médico explica que no sirve de nada entrar en paranoia o psicosis, pero tampoco hay que subestimar. “Cuando pasa algo así asusta y da miedo. No sirve de nada entrar en psicosis porque la gente va a comprar barbijos y alcohol en gel en cantidades, generando desabastecimiento. Tampoco hay que subestimarlo y decir que es un negocio y nada más. Si el Ministerio de Salud nos dice que hay que quedarse en casa si volvimos del exterior, hay que cumplirlo y tener responsabilidad, porque es muy fácil que se multiplique. Cualquier persona que tenga síntomas hoy tiene que consultar inmediatamente y salir con barbijo para evitar contagiar a alguien. Más en Argentina que somos como los italianos de abrazarnos, darnos besos y ser afectivos, a lo que se suma la costumbre del mate”.

El protocolo de aislamiento y de tratamiento funcionó en Rosario. No hay casos de coronavirus en la provincia y las personas que volvieron de viaje están con distancia social.

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