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Un vivero comunitario renueva la esperanza de los 185 vecinos del Paraje 29, en el norte santafesino

El pueblo contará con un vivero comunitario que permitirá la "autoproducción de alimentos sanos y creará oportunidades para que los jóvenes no se vean obligados a emigrar a las ciudades", dijo Walter Alegre, uno de los impulsores del proyecto

La localidad santafesina de Paraje 29, ganadora del concurso «Pueblos Emprendedores», propone nuevas expectativas de vida a sus 185 pobladores con la construcción de un vivero comunitario que promoverá la «autoproducción de alimentos sanos y creará oportunidades para que los jóvenes no se vean obligados a emigrar a las ciudades», dijo este lunes Walter Alegre, gestor principal del proyecto ganador.

Paraje 29 es un poblado rural del norte santafesino, 58 kilómetros al este de Reconquista, nacido al calor de la explotación del quebracho realizada por la compañía inglesa La Forestal que al irse del país, a comienzos de los años 60, dejó a esta y a muchas otras localidades sin trabajo, sin recursos y al borde de la desaparición.

El proyecto que propone la construcción de un vivero comunitario para la autoproducción de alimentos, presentado por un grupo de vecinos de esa localidad, fue seleccionado entre 178 de todo el país en el concurso «Pueblos Emprendedores», organizado por la Asociación Civil Responde, el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación y el Banco Galicia.

«Estamos muy felices de haber ganado con una propuesta que busca recuperar la idea de huerta familiar que se ha ido perdiendo en la comunidad», dijo a Télam, Walter Alegre, gestor del proyecto.

Walter tiene 36 años, es profesor de Ciencias Agrarias en la única escuela del paraje, y tuvo a su cargo la defensa del proyecto ante el jurado, aunque aclaró: «Detrás de esto somos un equipo de trabajo que hace actividades solidarias desde 2011».

«Con el premio queremos ayudar a los vecinos a reorganizar sus producciones para el autosustento, lograr emprendimientos que generen ingresos extras y, así, fomentar el arraigo», destacó.

El proyecto prevé distribuir entre los vecinos plantines de hortalizas generados en el vivero y una serie de capacitaciones con seguimiento para emprender sus propias huertas.

«Va a significar mucho para la comunidad, con un impacto muy significativo por las posibilidades que van a tener las familias y la motivación que genera el ser reconocidos», expresó Walter.

Y consideró: «Lo que necesitan los vecinos además del acompañamiento, es motivación porque somos un paraje muy chiquitito, y todo nos cuesta más».

«Este es un destino que ni siquiera la gente del norte ubica», dijo Walter, y contó que «era una de las localidades golondrinas generadas con la llegada de la compañía inglesa La Forestal que vino a explotar el quebracho en la primera mitad del siglo XX».

En esa época el lugar tuvo su mayor esplendor y alcanzó los mil habitantes, sin embargo, cuando en 1963 la empresa trasladó su producción a Sudáfrica en busca de mano de obra más barata, habiendo talado casi el 90% de los quebrachales de la zona, los poblados comenzaron a disgregarse y a desaparecer.

«Terminó con la explotación, se fue y con ellos se fue la gente por la falta de trabajo y de oportunidades, que es lo que sigue pasando hoy», explicó Walter.

«Me duele que los jóvenes se vayan porque sé que no van a volver. En el paraje no hay posibilidades para ellos pero, a su vez, me alegra ya que se van porque encuentran una posibilidad laboral o un sustento económico que acá no podrían tener», señaló.

El clima en el Paraje 29 suele ser cálido y los últimos meses fueron muy secos, lo que no ayuda al suelo ni a la economía local, ya que los lugareños se dedican en su mayoría a la ganadería menor como la cría de ovejas, cerdos y chivos, y a la producción de leña y carbón.

El trazado de calles completamente de tierra dibuja un rectángulo delineado por unas seis cuadras de largo por tres de ancho en donde se ubican casas y ranchos muy distantes entre sí, una escuela primaria, una pequeña plaza junto a un salón cultural y un centro asistencial en el que, por las mañanas, una enfermera brinda asistencia primaria de salud.

También hay dos equipos de fútbol que disputan sus torneos con otros de la zona en una cancha de fútbol que desde el comienzo de la pandemia no se utiliza para competencias oficiales para evitar convocatorias populares.

Para seguir soñando

Las ciudades más próximas al Paraje 29 son Vera, a 53 kilómetros al sur, y Reconquista, a 58 kilómetros al este.

Cuando los vecinos necesitan comprar algún producto, es un problema porque tienen que buscarlo fuera del paraje, ya que sólo cuentan con pequeños comercios o kioscos, y muchas veces «sale más caro el traslado que lo que queremos comprar», comentó Walter.

«Las mayores dificultades del pueblo son la falta de trabajo y la distancia con las ciudades, que influye mucho en los jóvenes que quieren seguir estudiando. Tanto el traslado como la permanencia en la ciudad suelen estar fuera de la posibilidad económica de las familias», explicó.

El mismo Walter sufrió el flagelo de tener que emigrar para finalizar sus estudios. «Estudiar fue muy difícil, vengo de una familia humilde y crecí en un rancho del Paraje donde muchas veces no había para comer», relató.

«Salí de acá solo para estudiar y volví a trabajar para los chicos porque, así como yo pasé necesidades, sigue habiendo chicos que necesitan ayuda», dijo emocionado.

«Apoyos como el que logramos nos llenan de esperanza y nos ilusionan porque motiva a toda una comunidad», reflexionó.

Y se preocupó en explicar que «en las localidades pequeñas hay mucho valor, voluntad y gente que se pone al hombro las necesidades comunitarias y que quiere transformar la realidad».

Walter está convencido de que en esas las localidades pequeñas, esas pequeñas realidades que pueden ser vulnerables, también encierran «muchas posibilidades». Las suficientes como para seguir soñando.

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