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Una Argentina siempre al borde

Por Luis Novaresio, especial para El Ciudadano.

saqueos

La Argentina volvió a morderse la cola. No nos alcanzó con la historia reciente de un presidente yéndose en helicóptero ni la de otro clamando con sus ministros que le contestaran con el corazón y no con los bolsillos. No parece haber servido de mucho por esta región haber visto destruir todo un cordón industrial orgullo del peronismo, primero a manos de un advenedizo supuesto seguidor de la soberanía popular que liquidó puestos de trabajo, proyectos y esperanzas bajo el pretexto de la revolución productiva. Nunca alcanza. Nuestro país parece haber decidido vivir siempre al borde. Al borde de la pelea irreconciliable, del conflicto irreparable, al borde de los saqueos y los robos. Habrá que decir que cansa vivir siempre al borde. Al menos, a la mayoría. Es preferible un plano más aburrido sin tantas sinuosidades que evite que cada 6 o 7 años nos ubiquemos en el filo del descalabro. Cansa.

Operaciones

Contada desde Rosario y su región, la semana con robos y amenazas de saqueos masivos fue muy grave. Otra vez, como en el triste diciembre de 2001, nuestra provincia acumuló el número de víctimas fatales más alto de todo el país. Disparos, cortes punzantes o lo que fuera. Ni bien la ciudad y, especialmente, Villa Gobernador Gálvez se calentaban, los teléfonos porteños y de la capital santafesina ardieron. Es que hay mucho funcionario que juega a la política con todas las fichas y cree que cualquier fin admite un medio aunque sea sangriento. A media mañana del viernes alguien quiso instalar deliberadamente que los muertos en nuestra zona eran cinco. Un funcionario con rango ministerial en la Nación y un diputado de los 257 del Congreso se comunicaron con varios periodistas porteños y locales para apresurarlos a que lo difundiesen. Esto fue una vil mentira que no podía desconocerse. ¿Para qué se hizo? ¿Para sembrar más contagio? Ni vale la pena la pregunta. Es, en cualquier caso, una acción artera.

De lado del gobierno provincial también surgieron las “operaciones”. Con un gabinete de Seguridad todavía magullado por las idas y venidas en la presunta complicidad policial con el narcotráfico se exhibió, en primer término, sólo buena voluntad. Y eso, no alcanza. Algunos secretarios del área política de la administración local pusieron el pie en el acelerador para llegar a algunos comunicadores influyentes (sic) con el fin de unificar qué se pretendía decir. Mientras la zona oeste de la ciudad se recalentaba, algunos se ocupaban de sugerir letra que, en ciertos casos, fue repetida sin modificar una coma. ¿Habrá en el futuro blanqueo de la actividad de supuestos conductores o periodistas que en realidad fungen de voceros rentados oficiosos?

En cualquiera de los dos casos, el gesto fue triste. Algunos azuzando el caos en tierras de la oposición al gobierno nacional; otros, simplemente, queriendo tapar el sol con una mano.

Espontaneidad previsible

El análisis más ajustado por estas horas de lo ocurrido en los últimos días indica que hubo grupos preparados para generar movilización en algunos sectores de la ciudad y del Gran Rosario y, eventualmente, provocar violencia. Uno de los dirigentes más respetados de la militancia social que prefiere guardar el anonimato es gráfico: “Hubo incentivación. No hay dudas. Los nuevos grupos que se dicen cultores del ‘conflicto permanente’ aparecieron. Hubo una intentona la semana pasada en calle San Luis cuando se hizo correr la bola de saqueos. Y ahora, a pesar de que la tormenta pudo haber dejado peores consecuencias, se lanzaron a la calle. Son los mismos que saben o manejan el negocio de la falopa en la zona sur u oeste”. El diagnóstico de este hombre con 30 años de recorrer los pasillos de las villas a las que no se atreve a ingresar ni la policía es contundente. Él hace mucho hincapié en cierto territorio (no sólo físico) en zonas calientes de la ciudad en donde el cruce de la droga y la impunidad por la violencia ya tiene códigos propios. “No hay que exagerar, como escuché por ahí, diciendo que ya tenemos ‘maras’ a la colombiana o Centroamérica. Pero son mucho más que pandillas de delincuentes. Y eso es carne fácil para el quilombo”, concluye sin medias tintas. El mismo dirigente no soslaya en este clima de permanente tensión (estar siempre al borde de) la exclusión social y económica que golpea a vastos sectores de la región. “Hay miseria y pobreza. Hay falta de comida y de escuela. Esta vez se quedaron cortos con la llegada de bolsones o alimentos. No advirtieron el clima. Hay pibes sin futuro. ¿Cómo querés que, en su lógica de nada, no salgan?”.

Cada cual a su juego

El nivel de mezquindad de cierta dirigencia con capacidad de poder a la hora de reaccionar frente a los robos fue alarmante. Alguien, desde la oposición, sugirió proponer un documento o declaración pública conjunta con el gobierno repudiando la violencia desatada de movida en San Carlos de Bariloche. Ni siquiera le atendieron el teléfono. Propios y ajenos. Desde algún despacho oficial se cuenta que se hacía contra reloj alguna encuesta para saber qué político salía más perjudicado con los acontecimientos.

El gobierno sobreactuó el accionar del secretario de Seguridad Sergio Berni, que no trepida cuando se trata de abrir contenedores contaminantes, subirse a una moto o tripular un helicóptero de combate. Nadie sabe, en esos casos, el paradero de su superior, la ministra de Seguridad. Brilló por su ausencia el discurso en semicadena oficial o cadena plena de la presidenta, tan afecta a hacer escuchar a la población, quiera o no, sus particulares interpretaciones de la realidad que la circunda o ella cree ver. ¿No se debió mostrar al menos en su clásico atril?

La oposición buscó proclamar que todo era culpa del gobierno. Ni una idea alternativa para hacer cesar la violencia. En este marco, parece menor pero no lo es, los jueces santafesinos por disposición de su superior dispusieron abrir dos juzgados simultáneos que dieran proceso veloz para saber si había culpables de esta violencia y todos, todos, los fiscales se declararon en actividad para colaborar con la investigación. Pura república. Que el Poder Ejecutivo haga cesar la violencia y que el Poder Judicial juzgue al que traspasa el límite del Código Penal.

No fue poco en esta sociedad crispada, siempre al borde, que juega en círculos viciosos para morderse la cola.

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