Dale Carnegie fue un escritor estadounidense de libros de autoayuda allá cuando todavía no habían resultado un “principio rector” para mucha gente alrededor del mundo y cuando aún no florecían sus cultores, algunos de los cuales adoptarían un aura por las que se los reconocería como gurúes. Carnegie fue al mismo tiempo empresario y todos sus libros, de algún modo, intentaban contribuir a las relaciones altruistas que debían aportar al sistema capitalista para volverlo –si se sostiene el oxímoron– un tanto más humanitario. En 1936, Carnegie escribió el libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, una compilación de extractos de sus cursos –Carnegie se había recibido de maestro–, que apuntaban a la generación de liderazgos. Algunas editoriales a los que se los ofreció no se mostraron interesadas y ya se resignaba a dejar el texto en su lugar cuando un editor de la prestigiosa Simon & Schuster le ofreció publicarlo. Había visto en sus páginas la descripción de algo del “New Deal” que campeaba en la época y que luego pasaría a llamarse cultura de la meritocracia. El libro se publicó en 1937 y se convirtió en un éxito. Con su espíritu protestante bien en alto, Carnegie consideraba que sus postulados ayudarían a personas con pocas habilidades sociales a crear vínculos con otros individuos y motivarlos a usar la seguridad adquirida luego de su lectura para lograr lo que deseaban.
En las manos equivocadas
“Un libro puede cambiar la vida. Adentrarse en la mente de otra persona; sus ideas pueden moldear el propio pensamiento. Crea una identidad; las letras se convierten en parte del alma”, sostenía Carnegie, pero cuando lo dijo jamás hubiera imaginado cómo funcionarían sus libros cuando cayeran en las manos de algún desquiciado, sobre todo en las de uno de los asesinos más célebres de Estados Unidos, Charles Manson, quien murió a los 83 años mientras cumplía cadena perpetua en una prisión estatal en California, sentenciado por crímenes cometidos en 1969 por los miembros de la secta que lideraba. El hecho se conoció como la masacre de Bel Air y con ella Manson y su “familia”, como llamaba a su secta, había puesto en vilo a Estados Unidos. Los crímenes fueron cometidos contra gente considerada burguesa, atacada con saña en sus propios domicilios en lo que consideraban el inicio de una “guerra racial”. Una vez capturados –Manson no había participado de los hechos pero se comprobó que fue el “cerebro” de los asesinatos–, algunos de los integrantes del grupo admitieron que sus mentes habían sido “intervenidas” con drogas como LSD, sexo grupal, escuchas permanentes del Álbum blanco, el disco de Los Beatles, y pasajes de la Biblia y de un libro de Dale Carnegie, que, al parecer, Manson guardaba muy celosamente.
Una relación peligrosa
Cómo ganar amigos e influenciar a las personas vendió millones de copias alrededor del mundo en sus diferentes ediciones y en Estados Unidos fue un verdadero boom. En una rápida lectura, el pensamiento que prevalece en sus páginas podría considerarse amable y positivo, como suele ocurrir con la mayoría de estos libros. Claro que esa permeabilidad puede, justamente, inocular un efecto impredecible, toda vez que los liderazgos y las influencias que ejercen pueden ser utilizados para cualquier tipo de fines. En 1957, el joven Charles Manson, de 23 años, ya había cometido varios robos, había participado de reyertas con heridos y se resistía a la autoridad cómo podía. Había pasado buena parte de su vida en reformatorios y ese año cayó preso por robo de autos. En la prisión parecía tener un interés especial en los cursos para ayudar a los internos a tener una mejor vida cuando obtuvieran la libertad; uno de ellos se llamaba “Cómo ganar amigos e influenciar sobre las personas”, y estaba regido por el libro homónimo. Manson participó activamente de los cursos y leía con avidez el libro de Carnegie en las madrugadas. El periodista norteamericano Jeff Guin fue quien escribió Manson: Vida y tiempos de Charles Manson, donde revela ese hecho y asegura que fue un momento clave en la vida del futuro ideólogo de crímenes aberrantes. Guin sostuvo que la participación de Manson en esos cursos le permitió descubrir su capacidad para estudiar. Pero a la luz de lo que vendría después, fue evidente que Manson se había interesado particularmente por los capítulos donde se hacía eje en cómo influir sobre otras personas. Guin desliza que desde pequeño a Manson le gustaba manipular a otros; el asunto fue que tal vez por ese primer contacto con el libro de Carnegie, el líder de la secta criminal estaba más que preparado para aplicarlas cuando saliera de la cárcel. En su libro, el periodista connota un hecho menor pero muy ilustrativo para aplicar a su teoría. Manson se robó un ejemplar del libro de Carnegie cuando abandonó la prisión.
Influencias perversas
Entre los preceptos que enuncia el libro de Dale Carnegie se encuentran, entre otras, técnicas para “crear en otras personas sentimientos de deseo” y “escuchar los deseos de otras personas”. El libro detalla ejercicios que se prestan a múltiples interpretaciones, y seguramente Manson se valió de ellas con una experiencia que había ido perfeccionando a través del tiempo, ya que había convivido durante diez años con un ejemplar –los crímenes fueron cometidos en 1967–. Otra de las técnicas decía: “Deja que la otra persona sienta que la idea es suya”, en referencia a cómo influir en las personas hasta el punto en que realmente crean que esa idea ajena es de cuño propio. Ese punto clave, según Guin, fue lo que hizo que Manson desarrollara su habilidad para reclutar mujeres y motivarlas a llevar adelante sus planes. Guin insiste en que las técnicas de Carnegie ayudaron a Manson a plantar sus ideas en las mentes de los miembros de su grupo, logrando que creyeran que fueron ellos mismos los que concibieron la idea de matar, cuando en realidad todo nacía desde el líder. Guin apunta que las técnicas de manejo emocional implementadas por Manson fueron muy efectivas, ayudándose en la interpretación de las letras del disco de los Beatles, donde temas como “Helter Skelter”, “Piggies” –palabra que se utilizó para pintar paredes y cuerpos de las víctimas con su propia sangre–, “Revolution 9” y “Blackbird” sugerían la “letra” para el inicio de lo que Manson consideraba una revolución social. Uno de los capítulos más relevantes del libro se titula “Doce maneras de hacer que las personas piensen como tú”. Cada una de las reglas que aparecen se enfoca en atraer a los individuos mediante engaños emocionales. Tiene todos los recursos para invadir la mente de las personas y sólo era cuestión de tiempo antes de que un personaje como Manson encontrara la manera de utilizarlas para manipular a gente con baja autoestima o dañada por cuestiones familiares sociales. Casi todas las mujeres que Manson utilizó para sus hechos de sangre venían de hogares conflictivos y muchas veces buscaban la aprobación de una figura autoritaria. Cuando el cantante country Johnny Cash leyó el libro de Guin, dijo públicamente que él también lo había leído pero nunca le había despertado lo que a Manson. “Es un modo de influenciar perversamente”, expresó Cash.