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Una breve historia de la web

Por Silvana Comba / Edgardo Toledo.- A la primera generación de páginas de internet se la denominó web 1.0: eran estáticas y su administración estaba en manos de una minoría de expertos. Con la web 2.0, el usuario pasó de consumidor a productor de contenidos.

Si quisiéramos sintetizar en qué consiste el cambio actual de paradigma –con todos los riesgos que siempre conllevan las síntesis– podríamos decir que estamos pasando de una tecnología basada principalmente en insumos baratos de energía a otra basada fundamentalmente en insumos de informaciónconocimiento.

Esos conocimientos están disponibles y, a la vez, pueden ser procesados y producir innovación gracias a los avances en la microelectrónica y la comunicación digital pensada como sistema sociotécnico.

Y a nivel de los usuarios, hoy en día las aplicaciones web permiten que participemos activamente en la producción de contenidos y de conocimiento.

En los últimos tiempos, los usuarios, particularmente las generaciones más jóvenes que nacieron con internet y aquéllas que nos apropiamos de la red a partir de demandas vinculadas al trabajo, a búsquedas personales, a ampliar consumos culturales o simplemente a la curiosidad por los nuevos medios, pasamos de ser lectores-consumidores a productores de contenidos.

Se trata de lo que el investigador Tim O’Reilly denominó en 2004 web 2.0 “…para referirse a una segunda generación de web basada en comunidades de usuarios y una gama especial de servicios, como las redes sociales, los blogs, los wikis o las folcsonomías, que fomentan la colaboración y el intercambio ágil de información entre los usuarios”. Como señalaba O’- Reilly durante un discurso en la Universidad de Berkeley, una verdadera aplicación web 2.0 es aquélla que mejora mientras más personas la usan: “Por eso, el corazón verdadero de la web 2.0 es la capacidad de aprovechar la inteligencia colectiva”.

A la primera generación se la denominó web 1.0, concepto que hace referencia a una pequeña comunidad profesional –principalmente ingenieros informáticos y programadores– de productores de contenidos que diseñaban y creaban sitios web para un gran número de lectores. En ese contexto, la gente accedía a la información consultando directamente diferentes sitios o portales según los temas (noticias periodísticas, empresas, universidades, etcétera), con la ayuda de buscadores.

Las páginas de la web 1.0 eran más bien estáticas y, como su administración estaba en manos de una minoría con conocimientos de lenguajes de programación, en la mayor parte de los casos era muy difícil mantener la actualización de datos. Pasaron unos pocos años, y al aumentar exponencialmente la cantidad de información en la red, se hizo necesario optimizar los tiempos de búsqueda y selección de la información, en función de los intereses y los requerimientos de calidad de los usuarios.

Así, se comenzaron a desarrollar aplicaciones, gratuitas en muchos casos, que no requerían su instalación en la PC para poder utilizarlas y, por otro lado, eran de fácil manejo, intuitivas.

Estas aplicaciones permiten a los usuarios producir, diseñar, construir y compartir información en diferentes soportes en lo que se reconoce como una nueva arquitectura de la participación.

Comienzan a aparecer, de este modo, sitios con fines diversos como la construcción de comunidades que comparten gustos, hobbies e intereses.

Los contenidos ahora están en permanente transformación porque en la web 2.0 la información es procesada en unidades de microcontenidos que ya ni buscamos sino que llegan a nosotros a través de las redes sociales, la sindicación, en definitiva, las huellas que fuimos dejando mientras navegamos.

La web de documentos se ha transformado en una web de datos que vamos agregando, remixando y haciendo circular en diferentes espacios virtuales (sitios, blogs, redes sociales, microblogs).

Entonces, una persona que desconoce lenguajes de programación puede subir contenidos a la red, actualizarlos fácilmente, desplazando de este modo la figura del webmaster como único usuario capacitado para realizar publicaciones.

Las aplicaciones web 2.0 ofrecen todo en línea. La principal característica de la web 2.0 es no instalar programas, sino usarlos online. Es lo que hacemos cuando nos suscribimos, por ejemplo, a YouTube donde podemos publicar nuestros videos o a Flicker, donde subimos las fotos, por citar algunas de las aplicaciones más comunes.

No ocupamos espacio en nuestro disco duro y podemos acceder a los contenidos que producimos, compartirlos y modificarlos desde cualquier computadora.

Los tenemos alojados en lo que se conoce como la nube, es decir, el lugar donde se almacena la información que guardamos en línea. Lo que necesitamos ahora no es una gran memoria sino una buena conexión a internet. La movilidad, rasgo típico de nuestra vida actual, no es más un problema para seguir conectados ya que desde cualquier lugar accedemos a nuestras producciones.

Como toda tecnología, la digital también nos abre y nos cierra puertas. Y la evolución de la web continúa.

Se habla, desde hace casi una década, de la web 3.0 o web semántica, una web inteligente que mejoraría la cooperación entre computadoras y humanos.

Para muchos, sigue siendo un deseo, una intención. No obstante, investigaciones provenientes de la neurociencia indican que nuestro cerebro está siendo modificado por el uso de internet, lo mismo que ocurrió con otras tecnologías de la inteligencia como la escritura.

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