La poesía Anabel Martín está llena de palabras que rolan, bailan, se mueven. La tristeza pasa, el desamor dura poco y la vida se va armando como una celebración, como la «Fiesta» que le da nombre al libro.
Anabel es actriz y bailarina. También incursionó en cine y en guiones, quizás todo sea una gran búsqueda que se une en la palabra. Pero no sólo para que la lea y la disfrute el lector. La palabra, los versos, están armados para rolar, para ser dichos. Para recitar. Retoman esa tradición juglaresca, donde la poesía se dice, se comparte con la voz y con el cuerpo.
Cuando retoma sus primeros escritos, en la niñez, recuerda que armaba una especie de biografía sobre lo que sería en el futuro. Como si fueran las palabras de una niña hacia la mujer que estaba por llegar. “Decía que iba a ser una dramaturga, después de ser actriz”, recuerda.
Estudió teatro, danza, y el escenario siempre fue lo suyo. Pero hoy elige estar en la escena, de una manera que ella considera menos expuesta.
“En la adolescencia escribir fue una necesidad. No paraba, pero cuando nació mi hija que llegó con mucha fuerza me empecé a hacer cargo de lo que deseaba. La maternidad funcionó como fuente de energía”, sostiene.
Antes de Fiesta hubo dos libros truncos, aunque ya son parte del pasado. “Una está atravesada por el lenguaje. Es muy corporal el lenguaje”, asegura.
Las palabras tienen movimiento
Anabel decidió hace unos 7 años, cuando el libro comenzó a gestarse, recitar sus poemas. “Estos poemas son consecuencia de esos momentos. Es decidir decirlos y no leerlos. La escena de la escritura es rara, y el decir te despoja del tono de la tragedia”, asegura.
El libro estuvo en su cabeza después de leer Irse, de Diana Henderson: “Ese libro me dio ganas de hacer el mío”.
Recuerda que después de eso se juntó con Anju Manaker, porque juntas solían compartir poemas desde hace 17 años. Se sumaron Natalia Leggio y Victoria Noya, y después el diseño estuvo a cargo de Liz Montanari.
“Creo que no escribo consciente de recitar. Pero hay recorrido, hay caminata. Cuando la puedo pasar bien es adrenalina. Cuando no la paso bien no está bueno”, dice.
Hace un tiempo decidió armar, con Lucía Rodríguez y Santiago Beretta, Triangulo de amor bizarro, un encuentro para leer y disfrutar la poesía entre gin tonics y cervezas. Los textos leídos, recitados, circulaban en un ambiente amable, que terminaba en una especie de librito que también rolaba entre las manos de los asistentes. Esa tradición, la de decir lo que se escribe, es el espíritu de Fiesta.