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Una chica singular en el cuerpo de Bomberos

Por Paola Cándido. Angie es travesti y desde hace trece años trabaja en Zapadores de la Unidad Regional II.

Se llama Angie Álvarez y es una chica policía que revista en Bomberos Zapadores de Rosario. Cuando nació, el 3 de septiembre de 1971, llevaba el nombre de Walter Álvarez. El mismo que exhibe aún en su DNI y el que utilizó para ingresar en 1998 a la Unidad Regional II. Segura de su sexualidad y de su identidad, recuerda que le regaló a su madre un colgante con tres nenas, que representan a sus hermanas y a ella. Asegura que es la primera mujer policía que cambió su sexo estando dentro de la fuerza en todo el mundo. Así se lo aseguró el Google, cuando comenzó a buscar pares con la misma problemática. No se siente discriminada, pero tuvo que pelear para que dentro de la fuerza la llamen Angie. Tiene claro su camino, en el que nunca cayó en la prostitución. Y también su sueño: “Hasta Tinelli no paro”.

El nombre no es casual. “En 1996 empecé a hacer shows en los boliches bailables, entonces, justo estaba Angie, una cantante que imitaba a Gilda. Y después, cuando entré a la Policía en 1998, de varón, y me empezaron a curtir mis compañeros, me llamaban Angie Dickinson, por la mujer policía”, aseveró. Vestida de policía, impecable, con sus uñas y su cabello arreglado, y su rostro maquillado, Angie no descuida detalles. “Siempre tuve tendencia, siempre fue mi idea ser trans, el conflicto fue siempre no salir a prostituirme. Veía que otras amigas que yo tenía de 13, 14, 15 años se prostituían y yo no quería hacerlo”, destacó.

Sus comienzos laborales fueron a los 21 años, en la cocina del Pami I, haciendo los postres. “Usaba el pelo largo, con birrete, pero no entendía cómo era el tema de la hormonización”, recuerda. Fue en el 98, cuando perdió su trabajo porque cerró la empresa, cuando ingresó a la Policía. “Entré porque uno de los chicos que trabajaba conmigo me preguntó: «¿Qué hacemos ahora?» Entonces yo le contesté: enfermeros y policías va a haber siempre. Y a la semana vino y me contó que estaba abierta la inscripción para policías y nos fuimos a anotar y entramos los dos. Él quedó en la 16ª Yo entré a Bomberos Zapadores”, explicó.

“Yo no sabía que había bomberos en la Policía, pero dio la casualidad que el último año que trabajaba en Pami había empezado a hacer el curso de paramédico”, añadió. Durante mucho tiempo, ocultó ante sus padres su condición sexual. “Ellos se enteraron de grande, cuando tenía 16 años. Pero siempre me gustaron los varones y a los 14 empecé a ver a chicos que se travestían, y estaba la época de Madonna, imaginate, toreritas, encajes”, sostiene con entusiasmo.

“A raíz de eso, me empecé a destapar un poco. A los 16 años, me declaré ante un profesor en el colegio San José –religioso–; era un profesor de electricidad, le mandé una carta declarándome, estaba en 2º año”, dice sin problemas. “Y por el hecho de cómo era yo, medio maricona, me tenía que hacer más el agresivo: como varón, me tenía que hacer el agresivo. Y a la semana, me dice mi mamá: «¿Qué macana te mandaste que vino el director del colegio a traerme una carta?». Y el profesor había hablado con el psicólogo y el psicólogo recomendó que mis viejos hablen con él para interiorizarse del tema. Cuando vinieron mis viejos se sorprendieron, pero no fue algo molesto. Lo único que me prohibieron fue que vinieran más amigos hombres a casa. Y a los días que me dijeron eso, justo pasaba un grupo de legión de María, de la Iglesia católica, y me anoté para salir un poco de mi casa. Entonces me juntaba con ellos y, cuando venían a mi casa, mi mamá sabía que eran amigos de la Iglesia. Entre medio de ellos entreveraba a alguna mariquita amiga”, agrega.

Sus comienzos sexuales vinieron con la mayoría de edad, a los 18: “Fue con un hombre; con una mujer no estuve nunca”. La parte del servicio militar fue dura, ya que de todas las personas de su entorno fue la única que terminó cumpliendo con él. “Cuando volví empecé a ir a boliches gays que no conocía y, en la segunda salida, conocí a un chico que fue mi primera pareja durante diez años”, dice con algo de nostalgia.

“Cuando mi mamá notó que era algo serio, me dejó el departamento donde estoy viviendo ahora. Tomaron bien la etapa de gay, pero yo sabía que yo quería teta, pelo largo… pero a su vez no quería que este chico me deje”, confesó. En esa década trabajó haciendo shows para cumpleaños. “Éramos cinco chicas y, un transformista; empecé haciendo shows con ellos”. Después, siguieron las parejas que duraban algunos años. La última persona con la que convivió era de Córdoba y se volvió para su pago.

Ser policía no es su única actividad. Va a un coro en Empleados de Comercio, canta villancicos en la Iglesia para Navidad, y estudia vocalización “para acomodar la voz: como la tengo muy masculina y me mandaron con los contraltos, que son todas mujeres grandes, trato de imitar sus voces. Hace más de un año que estoy”, describe.

En Zapadores nunca tuvo problemas, porque incluso le daban permiso para ir a las marchas gays en Buenos Aires: “Siempre salía en alguna tapa de revista porque Rosario siempre llevó trajes muy exuberantes”. Tiempo atrás, el jefe que tenía en Bomberos le exigía que se cortara el pelo, porque era un varón. Se negó y recurrió a la Jefatura para ser reconocida como Angie.

“Cuando recién entré, me cortaba el pelo, tenía 28 años y decía que era gay. Uno de los oficiales que estaba ahí era re antiputo y le dijo al jefe de esa época que no me podía quedar haciendo guardias porque en cualquier momento me iba a pasar algo a la noche, que me podían violar. Y me sacaron de la guardia. Así que me dieron una oficina para que tenga la peluquería y estuve durante cuatro años yendo de mañana a cortar el cabello”, recordó.

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