A mediados de 2013, Cristian Leandro Rodríguez, el hijo de un policía de 22 años, recibió un disparo en la nuca que le costó la vida cinco días después. Por ese hecho, que se presume ocurrió tras resistirse al robo de su moto en barrio Alvear, la Justicia imputó a tres jóvenes. El mes pasado, uno de ellos, de 22 años, fue condenado a 17 años de prisión por homicidio agravado; en tanto otro muchacho de 21 resultó absuelto. El tercer imputado, de 18 años, no llegó a ser juzgado ya que fue asesinado en octubre de 2015 por dos policías en un confuso enfrentamiento.
El crimen de Rodríguez ocurrió la tarde del 11 de junio de 2013, 20 minutos después de salir de su casa de Alsina al 2900 a bordo de una Honda 125 Cross. Le dijo a su madre que iba a la gomería a emparchar una de las ruedas pero no volvió más. Un disparo en la nuca lo dejó tendido al lado de su rodado, en calle Crespo entre Biedma y 24 de Septiembre, a dos cuadras de la seccional 18ª. Murió cinco días después en el Heca.
La pesquisa se inclinó por la hipótesis de que fue un homicidio en ocasión de robo, delito que prevé prisión perpetua, ya que se presume que Leandro, al notar que desde otro rodado intentaban robarle, aceleró. Los ladrones que lo seguían desistieron, no sin antes disparar un tiro en la huída que terminó siendo fatal.
Con esa imputación fueron detenidos Marcos “Colo” David F., Facundo “Chulo” Cárdenas y Franco “Papu” J., quienes entonces no superaban los 18 años. Al trío se le imputó haber cometido dos delitos en un mismo día. Primero, robarle la moto a Carla A., una mujer que estaba con su hija, y luego, a bordo de esa Yahama IBR que habían sustraído, ir por la Honda Cross de Rodríguez.
Sin embargo, por el primer robo los tres fueron sobreseídos, y en el segundo hecho no se pudo acreditar la intención de robo. De todas formas, según el fallo de la jueza de Sentencia 8ª Marisol Usandizaga, los testimonios recolectados en el robo de la primera motocicleta ayudaron a esclarecer el homicidio de Rodríguez.
La sentencia
En un fallo dictado el pasado 5 de diciembre, el Colo, actualmente de 21 años y quien pasó todo el proceso privado de la libertad, fue absuelto de culpa y cargo del delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego, con lo que recuperó la libertad tras pasar varios años detenido.
Es que en una ampliación indagatoria, el mismo joven admitió que conducía su moto acompañado por Chulo y Papu con intenciones de sustraer un rodado pero cuando vio que la hija de la víctima lo podía reconocer porque habían ido juntos al colegio, continuó la marcha y dejó a sus dos cómplices en el lugar. Además de esa declaración, la jueza tuvo en cuenta el perfil del joven: “Esta resolución se compadece también con la excelente impresión causada a la suscripta por Marcos David F., en la ausencia de antecedentes condenatorios y en el marco de contención familiar con el que cuenta”.
En esa línea se expresaron sus abogados defensores, Mariano Scaglia y Hernán Tasada, quienes destacaron que durante los años que pasó injustamente en prisión, su cliente terminó la secundaria y comenzó una carrera universitaria. “Se hizo Justicia”, sostuvieron.
Distinta fue la suerte de Franco David J., de 22 años, quien fue condenado a 17 años de prisión por homicidio agravado por el uso de arma de fuego, además de otros tres delitos menores: dos robos, uno en grado de tentativa, y lesiones graves.
Por uno de esos hechos, el robo calificado de una moto en abril de 2012 en Cafferatta y Dr. Riva, también estaba acusado Rodrigo Alejandro P., de 24 años, quien en la misma resolución fue condenado a tres años de prisión condicional.
En sus argumentos condenatorios, la jueza Usandizaga destaca que Franco David J., alias Papu, “había hecho del robo de motocicletas su modo de vida y Cárdenas (asesinado el 14 de octubre de 2015 en un presunto enfrentamiento policial) resultaba gran parte de las veces su acompañante”. Por eso recuerda que es el mismo Cárdenas quien involucró a Papu tras advertir que no quería “comerse 30 años por algo que no hizo”.
Además de resaltar la declaración de Cárdenas, la jueza destaca los dichos de la mujer a la que le roban la moto antes del homicidio: “Aunque ella asegura no haberlo visto cuando le robó, con posterioridad se encuentra curiosamente convencida de que fue el Papu quien le sustrajo la moto. Que así lo hicieron saber los vecinos. Y que fue con éste con quien tramitó la devolución de su rodado”.
En relación con el cambio del testimonio de esa víctima, la jueza explica que “es evidente que J. es conocido y temido en el barrio”, lo que hace suponer que “lo reconoció pero que al momento de presentarse a este tribunal prefirió declarar que le fue señalado por otros vecinos”. Respecto de la rueda de reconocimiento que dio negativa, la jueza argumentó que “caben las mismas consideraciones”. Por último, Usandizaga advierte que si bien “es cierto que la investigación paralela realizada por los familiares de la víctima (su padre es un ex oficial de la Tropa de Operaciones Especiales de Santa Fe y luego fue oficial mayor de la Policía porteña) intentó suplir la inacción policial incursionando en ciertas irregularidades en cuanto podría haber ejercido cierta presión en posibles testigos”, su fallo se basa en los testimonios de Cárdenas y de la mujer asaltada antes del crimen.
Uno de los acusados murió de un tiro policial
El 14 de octubre de 2015, Facundo Cárdenas, de 20 años y conocido como Chula, fue asesinado a una cuadra de su casa de barrio San Francisquito de zona sudoeste. Junto a él, Leonel T., quien entonces tenía 17, quedó malherido y carga con gravísimas lesiones de por vida. La única versión que trascendió de ese hecho fue que los dos muchachos quisieron entrar en la casa que dos policías alquilaban en Gaboto al 3400, donde se desencadenó la fatal balacera. Los antecedentes penales del Chula, que había pasado una temporada en el Irar (cárcel de menores) alcanzaron para que la causa siga ese curso sin atender otras versiones brindadas por sus familiares, pese a que no negaron que el pibe robaba. Para la Fiscalía de Homicidios, el Chula y Leonel iban en moto y encararon a dos hombres que salían en moto de una casa, sin saber que eran policías. Y que Chula, quien se encontraba a sólo una cuadra de su domicilio, le pegó un culatazo en la cabeza a uno para que le entregue el rodado. Luego, que los policías se identificaron y los dos pibes huyeron en moto disparando para atrás, por lo que ambos agentes repelieron el ataque. Uno, de la Policía de Acción Táctica, y el otro del Comando Radioeléctrico. Ninguno de los dos uniformados fue imputado y la misma noche de la balacera se mudaron de barrio. Los familiares del Chula no niegan que el joven robaba y por eso dudan del relato oficial de cómo se sucedieron los hechos. En principio, porque varios vecinos contaron que en la moto iban tres y pasaron varias veces por esa calle del barrio, donde uno de los policías (que se había mudado allí hacía dos semanas) se encontraba lavando su moto en la vereda. Según esa versión, en una de esas vueltas el agente les gritó “chorros de mierda”, y el Chula se bajó del rodado para pelearlo. Ahí fue que salió el otro policía de la casa disparando un arma y se armó un enfrentamiento.