Presentadas en una caja bien colorida, diez historias escritas por chicos y chicas de entre 7 y 13 años, e ilustradas por jóvenes de la ciudad, saldrán a las calles este miércoles a relatar acerca de magos, cascos poderosos, chicos en el polo sur y unas cuantas fantasías más. Precisamente, será el próximo miércoles a las 17.30, en la Biblioteca Argentina (Presidente Roca 731), cuando se presente la primera Colección Infantil de Cuentos de la Editorial Municipal de Rosario (EMR). Todos los artistas involucrados fueron seleccionados a partir de dos concursos organizados por la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario en el que participaron más de 500 chicos y se presentaron más de 70 carpetas de ilustradores. “Fue un trabajo buenísimo”, resumió Oscar Taborda, director de la EMR.
Entre risas, Taborda explicó que desde la Editorial siempre se buscó desentrañar eso “oculto” que hay en la ciudad, ser un canal de difusión de escritores e ilustradores locales no sólo para dar a conocer su trabajo, sino también para mostrar otras caras de Rosario. “Esta colección forma parte de un propósito de la Editorial que va más allá de lo literario y que se interrelaciona con otras cosas, con un libro de fotografías que estamos haciendo, el libro sobre barrio Acíndar, los discos”. Y agregó, a modo de chiste: “Ningún trabajo que hacemos acá es azaroso, hay un plan. Un plan secreto que no vamos a develar”.
Taborda se muestra sinceramente fascinado. Sobre su escritorio están dispersos los diez libros, ya listos para ser presentados. A medida que habla con El Ciudadano sobre la colección, rescata un fragmento de un cuento, una anécdota de otro, explica por qué los dibujos son de una forma o de otra. Los diez títulos pertenecen a chicos de entre 7 y 13 años de la ciudad, y tanto la calidad como el contenido parecen maravillosamente tratados: entre los colores y dibujos, y las fantasías que se cuentan, cualquiera los puede disfrutar. Los títulos ganadores del concurso infantil son: “Atrapado en el Polo Sur”, de Lucía Belén Moreira (12 años); “Chica misteriosa”, de Mariángeles Astorga (13 años); “El gato y el casco”, de Olivia Vieites (7 años); “El hechicero Marjojo”, de Sofía Gassman (8 años); “El perro salchicha”, de Ezequiel Núñez (10 años); “El reflejo en el cristal”, de Víctor Shanahan (11 años); “La Isla Pirata”, de Felipe García Marques (8 años); “Lo que importa es la amistad”, de Tomás Leonel Ricci (10 años); “Los melli”, de Lautaro Palma (11 años), y “Un gato no es para mí”, de Malena Garello, que tiene 10 años.
Las ilustraciones, por otra parte, pertenecen a Carlos Aguirre, Marianela Álvarez, Romina Valeria Biassoni, Pablo Boffelli, Alina Calzadilla, Paula Elissambura, Margarita Espertino, Josefina Preumayr, Laura Ruggeri y Jazmín Florencia Varela.
La colección completa costará 80 pesos y podrá conseguirse en los stands de la Editorial Municipal, en los centros municipales de distrito, oficinas de turismo y la Peatonal, entre otros puntos, y también en librerías de la ciudad. Y cabe destacar que ya se está vislumbrando su distribución en Buenos Aires, Córdoba y la ciudad de Paraná, Entre Ríos.
—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con chicos, que son los escritores de la colección pero también el público?
—Estuvo buenísimo. Apenas asumió Horacio Ríos estuvo la idea general de hacer algo con los chicos. Comenzamos a pensar qué se podía hacer, buscándole la vuelta, hasta que se compuso este mix: un concurso para que los autores fuesen los chicos. Y a la par establecimos que los ilustradores de esos libros se elijan también por concurso. Con los chicos estuvo bueno desde el arranque, no sabíamos qué iba a aparecer. ¡Terminamos alucinados! Sobre todo por los que llegaban por cartas, porque nos venía todo con la letra de los chicos, con dibujitos que acompañaban los textos, algunos ya mandaron los libros con las tapas. Y claro, comenzamos a leer los textos y estaban buenísimos. Eran muy variados porque, si bien hubo intervención escolar, muchas cosas fueron directamente desde los chicos. Por ejemplo, los de trece ya son preadolescentes, y nos encontramos con cosas que ni teníamos idea que iban a escribir: derechos humanos, la dictadura, la represión.
—Tras leer 500 cuentos de chicos, ¿qué puede contar sobre lo que reflejan sobre la población infantil de la ciudad?
—No sé: ¡Es tan variado! En algún momento íbamos a hacer una especie de estadística de temas, pero no se pudo. Hubo un porcentaje que resultaron ser recreaciones de las distintas sagas de cine o libros como Harry Potter; pero también hubo una linda cantidad de textos que decían: “Bueno, esta es mi casa, mi barrio, mi calle”. Nosotros tuvimos mucho cuidado de no subrayar sobre el lugar en las bases del concurso, porque queríamos dejarlo libre. Destacamos que los cuentos pueden estar ambientados en Rosario o en cualquier parte del Universo; que podían ser policiales, de amor, de misterio, del vecino, del espacio, de lo que se les ocurriera.
—¿Y hubo historias ancladas en la ciudad?
—Bueno, claro. Hay un par que no dicen “el río Paraná”, sino simplemente “el río”. Son cosas que no tienen que aclarar para los que viven acá. Pero hay de todo: desde magos hasta historias del Polo Sur. Hay fantasías, como la historia de una chica pobre que se pone a llorar y mientras llora en el charco encuentra un boleto para viajar a Italia y se hace amiga de una italiana; hay uno rebarrial, de un vecino tanguero; hay uno de piratas que vienen acá enfrente, a la isla. Ese empieza así: “Todas las islas están sujetas al fondo del río, menos una, que flota”.
—¿Cómo pensaron las letras, los colores en la edición de los libros?
—Todo el equipo de la editorial trabajó en el formato. Al principio no sabíamos cómo hacerlo, era una cosa muy general. Hablamos con la imprenta, pensamos cuántas ilustraciones eran necesarias, también intervinieron cuestiones de costos. Imaginamos un modelo cuadrado que nos pareció accesible para los chicos, pensamos una tipografía legible, que fuese para muchas edades, y hasta armamos maquetas que tuvimos que cambiar porque los ilustradores a veces no las acataron. No fuimos dictatoriales con nada, siempre mantuvimos una estética general, con ciertas licencias.
—¿Quiénes esperan que sean los lectores de estos libros?
—El mayor universo posible de lectores. La colección es una colección infantil de cuentos, no una colección de cuentos infantiles. Son cuentos escritos por chicos que lo pueden leer otros chicos, pero también me parece que puede ser una buena experiencia para los adultos, porque de alguna manera se pueden leer a sí mismos cuando eran chicos. Me parece que produce un efecto de rememoración de la infancia, es mi fantasía, o al menos lo que me pasó a mí y a los que trabajamos en esto. Dijimos “guuuau”, y nos preguntamos qué cabeza teníamos a esa edad.
—Usted también es escritor. ¿Qué le dicen estos textos, fuera de su trabajo como editor?
—De alguna manera no son facetas separadas de mi vida. Si estoy en el lugar de editor supongo que también es porque soy escritor y porque me interesa la producción local. Yo me formé con los autores rosarinos, y mi interés por lo local siempre se mantuvo. Me encanta la ciudad, estoy muy atraído y es un motor de escritura, de producción local de lo que pasa acá. Esto para mi es un flash, es buenísimo. Mi fantasía es que estos chicos sigan, entusiasmen a otros, esperamos que la colección pueda repetirse.