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Una década sin la genialidad de China Zorrilla, la actriz de las anécdotas increíbles

El 17 de septiembre de 2014, en Montevideo, su ciudad natal, fallecía a los 92 años una leyenda del espectáculo nacional, con una carrera que del teatro la llevó al cine y a la televisión

El 17 de septiembre de 2014, el mundo del espectáculo de los dos lados del Rio de la Plata enmudeció ante la noticia del fallecimiento, a los 92 años, de una verdadera leyenda del teatro, el cine y la televisión: la actriz, autora y directora China Zorrilla, quien murió en su Montevideo natal.

Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz, tal su nombre completo, fue miembro de una familia tradicional uruguaya. Hija de madre argentina, su abuelo paterno fue Juan Zorrilla de San Martín. China se destacó en teatro a ambos lados del Río de la Plata y actuó en cine, en películas muy recordadas como Últimos días de la víctima, Señora de nadie, Darse cuenta, La Peste, Besos en la frente y Elsa y Fred aunque será recordada siempre como esa señora de barrio muy atenta a la vida de los demás que recreó con maestría en la inolvidable Esperando la carroza.

Una vida de película

En una nota publicada por la otrora agencia nacional de noticias Télam hace unos años, con motivo del centenario del nacimiento de China Zorrilla, el destacado periodista, investigador y crítico de teatro Héctor Puyo ofreció allí una semblanza de la actriz, que surgió para el público argentino a los 49 años, en 1971 (cuando Lautaro Murúa la convocó para dirigirla en el papel de madre del protagonista en la segunda versión cinematográfica de Un guapo del 900), donde aportó una serie de datos poco conocidos de su mágica vida.

Descendiente de una familia de alcurnia, criada en París y “figura” en el estrecho firmamento estelar montevideano, donde no existe el cholulismo y el actor y su personaje desaparecen cuando cae el telón, en los 50 había sido una de las “protegidas” de Margarita Xirgu, amiga de Federico García Lorca, a las que la catalana prohibía presenciar las funciones de El Galpón o de cualquier elenco independiente.

Hija del escultor José Luis Zorrilla de San Martín, autor de varias obras monumentales en ambas riberas del Plata, una de ellas la ecuestre de Julio Argentino Roca en la avenida homónima y Perú, en Buenos Aires, y nieta del “poeta nacional” Juan Zorrilla de San Martín, creador del “Tabaré”, aparece en viejos programas de mano como Concepción Zorrilla y aun como Concepción Zorrilla de San Martín. Su apodo familiar, China, se oficializó al afincarse en Buenos Aires, donde desde el principio se la consideró una artista propia.

Además de actriz era directora, adaptadora, productora teatral cuando se la necesitó y a partir de 1973, ya instalada en la Argentina, ayudó a varios de sus compatriotas a huir de forma poco ortodoxa, burlando los pasos fronterizos de Uruguay, cuando se instaló allí una dictadura cívico militar que era ajena a la tradición política del país.

Segunda de cinco hermanos, la mayor, Guma (Gumersinda), fue con los años una destacada vestuarista teatral, quien no sólo acompañó como tal a China en escenarios rioplatenses sino que también trabajó para la Comedia Nacional uruguaya y directores como Omar Grasso, Norma Aleandro, Antonio Taco Larreta, entre muchos, y responsable de los vestuarios de las películas argentinas Nunca estuve en Viena (1989) y Besos en la frente (1996).

La infancia de China transcurrió en París, donde su padre, discípulo del escultor Antoine Bourdelle, eligió trabajar después de ganar el concurso para el Monumento al Gaucho, que fue instalado en 1927 en la zona céntrica de Montevideo.

Eso le dio un carácter mundano que jamás la abandonó, incluso cuando cursó en el exclusivo colegio Sagrado Corazón de la capital uruguaya y luego cuando se vinculó al grupo de teatro vocacional Ars Pulcra, perteneciente a la Asociación de Estudiantes Católicos.

Allí debutó recitando en francés La anunciación de María, de Paul Claudel, con la dirección de Román Viñoly Barreto, otro oriental que con los años cruzó el Río de la Plata y se hizo notorio como cineasta y autor de películas como Corrientes… calle de ensueños! (1949), La bestia debe morir (1952) y El vampiro negro (1953).

En Londres, China fue alumna de la gran trágica griega Katina Paxinou en la Royal Academy of Dramatic Art, gracias a una beca otorgada a sus 24 años por el British Council, y en esa oportunidad conoció en la BBC a René Arturo Despouey, considerado el fundador de la crítica teatral uruguaya, y al alicantino José Estruch, refugiado del régimen franquista, luego formador de grandes intérpretes en Montevideo.

Esa estadía europea no sólo la fortaleció como artista sino que reforzó su personalidad curiosa, inquieta e innegablemente magnética: regresó a su ciudad natal en 1948, en coincidencia con Despouey, que dictó cátedra desde sus columnas sobre teatro en el semanario Marcha y otras publicaciones y con Estruch, que dirigió teatro y fungió como maestro, lo mismo que había hecho después de la guerra con 4 mil chicos vascos refugiados en Londres.

China debutó con un papel protagónico en Una familia, de Antonio Taco Larreta, un nombre fundamental en el teatro uruguayo del siglo XX y amigo íntimo suyo, con el que más adelante fundó el elenco profesional Teatro de la Ciudad de Montevideo (TCM), junto a otro prócer, Enrique Guarnero, proveniente de la Comedia Nacional.

De entrada, fue la gran dama del teatro oriental, donde además de la Xirgu figuraban también en primera categoría Estela Medina, Estela Castro y la argentina naturalizada Maruja Santullo, y actuó en más de ochenta obras, sobre todo en el Teatro Solís y la Sala Verdi, escenarios oficiales de la Comedia Nacional hasta la actualidad.

Como directora llegó a comandar a la mismísima Xirgu, pero también recibió instrucciones del uruguayo Calderón de la Barca y de los argentinos Armando Discépolo y Orestes Caviglia, varios años establecidos en Montevideo por disidencias con el gobierno peronista.

Así apareció en Bodas de sangre de García Lorca, Macbeth y Sueño de una noche de verano de William Shakespeare, Don Gil de las Calzas Verdes de Tirso de Molina, Una farsa en el castillo de Férenc Molnar, El Tobogán de Jacobo Langsner, Filumena Marturano de Eduardo de Filippo, Todo sea para bien de Luigi Pirandello, y su enorme éxito, La Casamentera, de Thorton Wilder, que todavía no se había transformado en Estados Unidos en el musical Hello, Dolly!.

En 1961 se desvinculó del elenco oficial y cofundó el citado TCM, un elenco comercial de alta jerarquía que funcionó en el ya inexistente teatro Odeón, cercano a la Ciudad Vieja montevideana, donde se estrenaron obras como Ejercicio para cinco dedos, Un sombrero lleno de lluvia, Un enredo y un marqués, Porfiar hasta morir, La zapatera prodigiosa, con muy selectos elencos secundarios y en una compañía que viajó por todo el mundo.

A mediados de los 60 detuvo su actividad escénica y se fue a vivir en Nueva York para trabajar como secretaria en una agencia teatral, dictar clases de francés y establecer un promocionado romance con el cómico Danny Kaye, del cual existen dudas. Conoció entonces a un joven Dustin Hoffman, pero jamás pensó que llegaría a ser la estrella que luego resultó.

A su regreso, y en paralelo a su actividad teatral, Zorrilla se transformó en una presencia habitual en programas vespertinos de la televisión uruguaya, donde desgranaba con su modo particular anécdotas vividas o quizás exageradas, dado que era muy afecta al humor fino y a la exageración, y lograba ratings de audiencia inusitados para ese horario.

Produjo, tradujo, adaptó y dirigió las óperas La Bohème de Giacomo Puccini, y Un ballo in maschera de Giuseppe Verdi, en Montevideo. Y en 1975 tuvo la régie de El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, en el viejo Teatro Argentino de La Plata.

A principios de los 70, cuando llegó a la Argentina, produjo una exitosa versión teatral de Arlequino, servidor de dos patrones, dirigida por su compatriota Villanueva Cosse; recorrió pequeños teatros con su adaptación de La voz humana de Jean Cocteau, Hola, hola…1,2,3 y se integró de lleno al teatro, al cine y a la televisión, para transformarse en una verdadera diva del espectáculo.

En teatro cumplió innumerables roles, durante un tiempo formó un dúo con Carlos Perciavalle, su compatriota e imitador, con el que a principios de los 70 estrenó en Broadway Canciones para mirar de María Elena Walsh, y con el que durante años hizo giras con El diario privado de Adán y Eva de Mark Twain.

En tevé tuvo gran popularidad a través de ciclos como RRDT, Gasoleros, Enamorarte, Durmiendo con mi jefe y Los Roldán; y entre las 35 películas que filmó en la Argentina se recuerdan especialmente Esperando la carroza (1985) y Elsa y Fred (2005, Cóndor de Plata como actriz protagónica).

Recibió numerosas condecoraciones, entre ellas la Orden de Mayo del Gobierno argentino, Chevalier de la Legión de Honor del gobierno francés, Ciudadana Ilustre de las ciudades de Montevideo y La Plata y hasta un sello postal honorífico en su país.

Se despidió de los escenarios en 2011, a los 90 años, haciendo una gira por todo el país con Las d’enfrente de Federico Mertens, dirigida por el especialista Santiago Doria.

Falleció plácidamente, a los 92 años, el 17 de septiembre de 2014, en su hogar, en un barrio elegante de Montevideo, como no podía ser de otro modo.

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