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Primarias abiertas: una elección que se puede mirar del derecho y del revés

Por David Narciso. Esta votación no permite una interpretación única de los resultados. Aquí una guía de las posibilidades.

La corta vida que lleva el sistema de elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias en Santa Fe es suficiente para evitar yerros en la lectura de los resultados que arrojen las urnas mañana por la noche.

Si bien el veredicto es inapelable y taxativo en cuanto a la definición de quién es el candidato oficial de cada partido o fuerza –ya sea por mayoría simple de votos en el caso de los cargos ejecutivos y por sistema D’Hont en el caso de los legislativos–, a primera hora del lunes operadores políticos, medios de comunicación y funcionarios estarán intentando instalar una proyección de ese resultado en función de sus intereses para la elección general.

Las primarias dan lugar para lecturas variadas de los resultados. Algunos ganan pero por margen tan pequeño que se quedan con un sabor amargo. Y otros leen un segundo o tercer lugar como una victoria. Todo depende de quién lo mire y con qué vara mida el resultado.

Un clásico que suele dar lugar a lecturas apresuradas es sobrevalorar la cantidad de electores que votó en cada interna. En comicios anteriores hubo quienes cometieron el error de tomarlo como un pronóstico de lo que ocurriría a la hora de la elección general. Por lo general fue al revés.

Un ejemplo. En 2007 la primaria del PJ reunió a nivel provincial más votos que la del Frente Progresista. Hubo quienes interpretaron ese dato parcial como un presagio de lo que venía. Y sin embargo el día de la elección general todo fue decepción para los seguidores del general.

Las razones son variadas. A veces porque el otro Frente incrementa su caudal de votos entre una y otra elección (el caso de Binner en 2007: sacó 632.338 votos en la primaria y 864.524 en la general); otras porque se fugan votos. ¿Y por qué se fugan votos? Razones puede haber muchas. La más común es porque un grupo de votantes, desencantado porque su preferido no salió electo en la primera vuelta, a la hora de la general se inclina por un postulante de otra fuerza política.

Volviendo al ejemplo de 2007, es claro que unos 250 mil santafesinos optaron por votar a un partido en la primaria y a otro en la general.

Si una particularidad tiene esta elección, es que a nivel provincial la primaria del Frente Progresista aparece tan disputada como la del Partido Justicialista, fuerza que históricamente fue prolífera en ofertas electorales. Este novedoso escenario no permite de antemano augurar qué interna resultará más atractiva para los electores.

El actual sistema electoral da libertad al elector para elegir en qué interna quiere influir con su voto, aun cuando lo haga en sentido negativo. Por ejemplo, intervenir con su sufragio en la primaria de un partido para restar posibilidades a un candidato que ve como una potencial amenaza al candidato de su preferencia en las generales.

La conclusión es que los resultados de las primarias deben valorarse en su debido contexto: la cantidad de votos de cada candidato, las chances de capitalizar en la general los votos de los adversarios internos a los que derrotó, la fidelidad de los electores con la fuerza, entre otras variables.

Otra cuestión que se agitó en la previa de estas elecciones es la supuesta cantidad de votos en blanco o anulados a partir de la implementación de un nuevo sistema de votación. Para evaluar la verdadera dimensión que puedan tener ambos fenómenos convendrá valorarlos en términos cuantitativos y cualitativos.

En términos cualitativos pareciera claro que si los porcentajes son importantes no se tratará del voto castigo como a principios de la década pasada. Entonces quedará sopesar otras causas, entre las que podría contar, en algún grado, la falta de familiaridad con la boleta única.

En términos cuantitativos, habrá que tener a mano los antecedentes cercanos. Por ejemplo, en las primarias de 2007 los votos en blanco en la categoría diputados provinciales fueron el 20,23 por ciento de los votos positivos y los nulos el 1,47 por ciento del total; en las generales de ese año se redujeron mucho: 11,27 y 0,93; en las elecciones primarias para concejales los votos en blanco representaron 7,17 por ciento y los nulos 4,35 por ciento, mientras que en la general fueron 3,62 y 2,87.

Si la tendencia que vienen marcando las elecciones primarias desde 2005 se mantiene, puede pronosticarse que el domingo por la noche habrá una cantidad de votos en blanco mayor que los que habrá en la elección general del 24 de julio. Y que probablemente sea más alto el porcentaje en las categorías legislativas (diputados provinciales, senadores departamentales y concejales) que en las que disputan cargos ejecutivos (gobernador e intendente).

Otra variable es la cantidad de votantes. También la historia reciente muestra que es algo menor en la primaria que en la general y que en la misma elección hay más votos positivos para los cargos ejecutivos que para los legislativos.

Por último, otro interrogante es la cantidad de votos nulos. Hay quienes piensan que el nuevo sistema de boleta única hará incrementar este rubro, simplemente porque toda boleta que se saque de la urna y no tenga marcado algún casillero (ya sea para un candidato o en blanco) será considerado voto nulo. Es la diferencia con los tiempos en que se usaba la boleta sábana, en la que el elector tenía que tomarse el trabajo si quería anularlo (tachando, incluyendo más de una boleta, rompiéndolo, etcétera).

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