Son las siete de la tarde del lunes, hora y día en que se pautó esta nota. La habitual referencia a El Círculo, su sala de teatro central, se halla vacía y a oscuras. Este cronista recuerda eso de los fantasmas que la habitan y da media vuelta sobre su eje. Escucha las voces de lo que parece ser un ensayo y, ante la ausencia de recepcionistas, sigue el camino y su instinto. Dos pisos por escaleras y algunas puertas que atravesar y están ellos: unos treinta muchachos y muchachas que practican Miserables en concierto. Están haciendo una parte central de la obra y hay cierta tensión en el ambiente. La música –reproducida con una computadora y unos buenos parlantes inalámbricos– suena con potencia y eriza la piel la voz de estos cantantes. La escena retrata el momento en que Jean Valjean, el protagonista, sale de la cárcel luego de estar confinado a una, por demás injusta, detención tras robar un pedazo de pan. Tan actual.
Adentro del salón de ensayos Nora González Pozzi se mueve de aquí para allá indicándole a los solistas masculinos dónde mirar. Imaginan la puesta completa que incluirá una orquesta y un coro de más de cincuenta voces. Luego se sienta en su sillón y desde allí observa y corrige. Mira y en sus ojos se refleja una pasión que cala en sus colaboradores y estudiantes. Con ese espíritu e intensidad lleva adelante, desde hace 25 años, el Estudio de Comedias Musicales que funciona dentro del máximo coliseo local.
Cuando comenzó la aventura de forjar un Estudio de Comedias Musicales en Rosario, el género no estaba demasiado explotado en el país ni en el mundo, menos aún en Rosario. “No había escuelas estructuradas como instituciones para preparar artistas del musical. No existían”, contó González Pozzi a El Ciudadano.
No parece una persona que se encuentra en instancias de mirar para atrás. Su ritmo, más bien, se mueve entre el presente y los proyectos futuros, lejos de revisionismos. Pero ante la actualidad que la encuentra celebrando su carrera cuenta que emprendió este camino porque ella estudió canto, danza y teatro por separado. “Un día me dije que esto tenía que tener un nexo, una raíz común. Y eso es el musical. Porque cuando bailo quiero expresar también con palabras lo que hago, o cuando canto también me quiero mover y decir. Es una consecuencia de una cosa con otra”, dice en un tiempo verbal que no parece ser casual.
Durante muchos años, previo al Estudio de Comedias Musicales que fundó hace un cuarto de siglo, la directora trabajó en escuelas haciendo musicales con niños y niñas. “Arranqué así. En Canal 3 nos filmaban las obras que dábamos en este teatro”, recuerda con cierta nostalgia y aclara: “No es que sea una anciana pero tengo muchos años de oficio y viene de largo”.
—¿Qué te gustaba ver e imaginar, qué querías ser y cómo comenzaste este extenso camino?
—Estudié desde muy chica con un gran maestro, un genio, que era Ernesto de Larrechea, en la Escuela Municipal (de Danzas y Arte Escénico) de Rosario. Él fue un hombre de avanzada que también apuntaba, sin darse cuenta, al teatro musical. Armaba obras donde había canto, teatro y danza. Y yo me nutrí de eso desde los 4 hasta los 20 años. Falleció cuando yo tenía 10, pero seguí allí, y trabajé mucho, actuando en hospitales, en teatros de barrio, en la radio. Así fui armando el oficio y preparándome para lo que me iba a dedicar en el futuro: la enseñanza. Me especialicé, viaje y estudié pero siempre las raíces las tuve en ese lugar.
—Con los pies siempre en Rosario, una ciudad que nunca dejaste.
—Nunca. Y tuve oportunidades. Estuve casada muchos años con mi marido que ahora falleció y él me preguntaba si quería que nos fuéramos a vivir a Buenos Aires. Me lo decía porque sabía que tenía un campo de acción más grande. Pero yo amo Rosario. Me encanta esta ciudad y la siento mi lugar. Tengo muchas grandes maestras formadas en la escuela que han sido invitadas a formar elenco en Buenos Aires y optaron también por Rosario como su lugar.
—Fuiste el alma máter de muchos artistas. ¿Qué sentís cuando recordás a esa niña de cuatro años que daba sus primeros pasos?
—Yo miro para atrás y veo cantidad de artistas, de directores, coreógrafos, productores, maestros, directores de escuela, son chicos que salieron del Estudio. Trabajé mucho pero siento que dejé huellas. Estoy contenta.
—Cristián Hernández Larguía, por ejemplo, fue un hombre que, a la inversa tuya, dejó Buenos Aires para instalarse en Rosario donde pasó toda su vida…
—Cristián fue un gran trabajador, un grande. Rosario es una ciudad que tiene algo mágico que hay que saber buscar y encontrar. Yo la hice mía y me siento muy realizada acá.
—¿Tenés proyectos a futuro con el Estudio?
—Mi proyecto principal ahora dista de lo que era hace algunos años. Antes tenía que ver con realizar grandes producciones y con las que, de hecho, viajamos al (teatro) Cervantes en Buenos Aires y a Mar del Plata. Pero ahora estoy más abocada a ayudar a los jóvenes a llegar, a que se realicen como artistas. A prepararlos, enseñarles el oficio, el camino y la ética. Nosotros hemos invadido Buenos Aires con chicos y chicas que salieron de esta escuela. Ellos tienen una disciplina, una pasión, una ética de trabajo, una conducta como artistas que los distingue. Porque el director, para poder hacer bien su trabajo, necesita gente que esté formada, no sólo artísticamente sino también éticamente. Es imposible manejar un equipo donde la gente no tenga disciplina. Y con disciplina me refiero a una bien entendida: que surja del compañerismo, del amor, del afecto, del trabajo. Es lo que le inculqué a los chicos y da resultados.
—Hablás de oficio, de disciplina, de ética. ¿Qué mensaje le darías a alguien que está buscando iniciarse en el camino artístico?
—El camino artístico es maravilloso cuando tenés la vocación y Dios te eligió para eso. No hay límite en el trabajo, en el estudio, en las horas que le dedicás. Un sábado de sol radiante, ¿quién nos entiende cuando decimos que somos felices metidos acá dentro del teatro ensayando? Es la vocación, es algo mágico. Los artistas son realmente unos locos geniales que tienen un ángel especial. Todos los chicos y chicas que están acá, y me incluyo, estamos haciendo proyectos que sabemos que no apuntan a lo económico, lo hacemos porque amamos esto. Los Miserables es un trabajo que necesitaría por lo menos seis meses de temporada en un teatro. Nosotros haremos dos funciones y con eso estamos felices porque amamos la obra y nos fascina la música y el trabajo. No todo el mundo lo entiende.
—La novela de Víctor Hugo, en la que se basa “Los Miserables”, fue escrita en 1862. ¿Por qué creés que sigue siendo tan vigente?
—Creo que tiene mensajes que son actuales, que son fuertes como vos dijiste y que apuntan a toda la problemática que está viviendo el mundo, no sólo la Argentina. Pero aparte tiene una música que no hay con qué darle. Es una concatenación de temas bellos. Los Miserables es una obra cumbre, la que más se vio y aplaudió el mundo entero. Es un honor para nosotros poder hacerla.
—¿Cómo será la puesta que preparaste para estas funciones aniversario?
—Tenemos los permisos para hacer Los Miserables, en concierto con una orquesta de treinta músicos y un coro de cincuenta personas, y con toda la interpretación que nos permite hacerlo en concierto. Por eso es tan importante, como les digo a los chicos, transmitir con la voz porque no vamos a tener ni escenografía ni vestuario que nos ayude. La elegimos como homenaje a los 25 años del Estudio porque es una obra cumbre.
Para agendar
En homenaje a sus 25 años de trayectoria, el Estudio de Comedias Musicales que dirige Nora González Pozzi realizará Miserables, en concierto, los días sábado 25, a las 21, y domingo 26, a las 18. Las entradas ya se encuentran a la venta en la boletería del teatro.