Sofía Romera Zanoli/Télam
Un grupo de mujeres tucumanas creó la organización El Casco Rosa desde donde ayudan a lidiar con los efectos psicológicos provocados por el cáncer de mama o los tratamientos de quimioterapia en las mujeres a través de una técnica denominada cascos fríos, con la que buscan evitar la caída del cabello sin interferir en los tratamientos oncológicos.
«La técnica de los cascos fríos nace en 2009 en Buenos Aires con Paula Estrada, una mujer a la que diagnostican cáncer de mama y en ese momento ella sabía sobre la máquina de frío que usaban en Estados Unidos para evitar la caída del pelo, pero todavía no había llegado a Argentina», contó Gabriela Tosi, presidenta y cofundadora de El Casco Rosa.
«Cuando te diagnostican cáncer siempre te imaginas lo peor, y sabemos que para poder pasar por esa situación lo más importante es la parte psicológica, poder sentirse lo mejor posible, y el pelo para nosotras tiene un valor simbólico. No es lo mismo transcurrir la enfermedad pelada y que la gente nos mire con lástima, a poder conservar nuestro cabello», dijo Gabriela a Télam.
«Poder conservar nuestro pelo nos permite encarar la enfermedad de otra manera, incluso no contarlo si no queremos hacerlo porque, muchas veces, lo que más cuesta es la mirada del otro, que va más allá de una cuestión estética», agregó Antonieta Cuello, secretaria de la Fundación.
Las mujeres, ambas pacientes oncológicas, recuerdan que todo empezó en 2018 con un grupo de WhatsApp, integrado por cinco mujeres con diagnóstico de cáncer de mama, a través del cual coordinaban para poder pasarse los cascos cuando les tocaba hacer quimioterapia, y hace un mes atrás obtuvieron la personería jurídica que les permite funcionar como una fundación.
Luego agregaron que «Paula se puso a investigar y logró recrear a través de los cascos lo que hace esa máquina de frío de Estados Unidos. Los cascos están compuestos por geles fríos que en su composición no tienen agua, si se congelan no se ponen duros y permite moldearlos a la cabeza de cada persona. Los geles están pegados entre sí con cinta de embalar para darle forma de casco».
Tosi recordó que en 2018 le diagnosticaron cáncer de mama.
«Las madres de las compañeritas del colegio de mis hijas se preocuparon y una de ellas me contó que su amiga Milagros había usado los cascos en Tucumán, guiada por Paula, y les funcionaron», así que se pusieron en contacto y le pasó su juego para que lo probara.
«Pasaron las quimios y seguía manteniendo mi pelo. Al ver que la técnica funcionaba mi oncólogo lo empezó a recomendar a sus pacientes, y así comenzó a constituirse El Casco Rosa», relató.
Según explicaron, a los cascos «se los usa sólo el día de la quimio. La paciente se lo tiene que poner una hora antes de la misma, durante el tiempo que se les pasa la medicación y hasta una hora después. Y se cambian cada media hora porque van perdiendo el frio. Por eso cada juego está compuesto por varios cascos, dependiendo de las horas que demora la quimio».
Los cascos deben permanecer un mínimo de 48 horas en el freezer antes del uso, cuando se los aplica en la cabeza producen un congelamiento superficial del cuero cabelludo que provocan una contracción en los vasos capilares que evita que la medicación de la quimio llegue hasta ahí y provoque la caída de total del pelo, sin interferir en el tratamiento oncológico.
Sin embargo, las representantes de la Fundación aclararon «que entre un 40% y 60% del pelo se va caer porque se debilita, pero cae parejo, se pierde volumen pero no llegas a quedarte pelada. También se debe tener una serie de cuidados como evitar tinturas, el uso de planchitas y secador, para no debilitarlo más».
«El tratamiento de los cascos no da buenos resultados en todas las personas, además no es fácil hacerlo porque congela el cuero cabelludo y casi siempre duele por unos minutos», explicaron.
Las fundadoras de El Casco Rosa indicaron que «los cascos pueden ser utilizados por pacientes que padecen diferentes tipos de cáncer, no sólo cáncer de mama, pero en algunos casos no deben ser usados», y destacaron la importancia de consultar previamente con el oncólogo de cabecera.
En el grupo hay chicas que usan los cascos y otras que no, «pero todas nos acompañamos, somos todas pacientes que nos tocó pasar por esta enfermedad».
A medida que transcurren los años comenzaron a surgir otras necesidades y las mujeres que terminaron su tratamiento con quimio empezaron a acompañar a las que comenzaron a transitarlo.
«Las ayudábamos a conectarse con psicólogas, con asesoría legal, a conseguir turno con algún médico o para un estudio, a pagar un viaje en taxi», construyendo puentes de una solidaridad muy estrecha ya que «la mayoría de las chicas se atienden en el sector público y deben viajar dos horas o más desde sus hogares para llegar al centro médico donde realizan sus tratamientos».
Gabriela y Antonieta coincidieron en destacar la solidaridad de «diferentes amigos y allegados» que colaboran desde un primer momento con donaciones que permitieron adquirir los geles para los cascos y aspiran a seguir contando con el apoyo de la gente para «alquilar una sede en donde las chicas puedan descansar después de pasarse la quimio y antes de regresas a sus casas».
Consultadas sobre sus necesidades, indicaron mobiliario, un freezer donde enfriar los cascos y un vehículo para traslados de pacientes.
Actualmente la fundación cuenta con 25 juegos compuestos por entre ocho y diez cascos que son prestados a las pacientes y explicaron que también hay otros bancos de cascos en Tucumán así como en otras provincias.
«Esta es una actividad solidaria, la cesión de los cascos es gratuita, no se venden ni se alquilan», afirmaron.
En caso de que alguna paciente quiera fabricar su propio juego de cascos «nos contacten para asesorarlas y pasarles el contacto de las fábricas de geles que utilizamos, porque no todas las marcas son las adecuadas».
Las vías de contacto son por mail, elcascorosa@gmail.com, o al teléfono 0381-576-7328.