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Una goleada amistosa

Argentina derrotó 4-1 a España, actual campeón del mundo, y Sergio Batista está cada vez más cerca de seguir.

La denominada “final que no fue” quedó en manos de Argentina, aunque el contundente 4-1 sobre España, actual campeón del mundo, no otorgó ningún título y sólo sirvió para darle un nuevo espaldarazo a Sergio Batista como entrenador nacional y, de paso, tratar de reconciliar al elenco albiceleste con un público que ayer lo despidió con una ovación. 

El partido se definió en el primer cuarto de hora, cuando el elenco local se adueñó de la pelota y en una ráfaga se puso 2-0 con tantos de Lionel Messi y Gonzalo Higuaín.

También hubo un gol de Carlos Tevez, la figura del partido, el descuento de Llorente y el cierre con un festejo del Kun Agüero para sellar un marcador tan abultado como inesperado.

De esta manera Sergio Batista superó una prueba importante que lo posiciona cada día con más chances de continuar al frente del equipo argentino, al menos hasta la Copa América del próximo año.

Esta vez el fútbol atildado que identifica al campeón del mundo en Sudáfrica fue patrimonio argentino. Con la premisa inviolable de rodar la pelota sobre el césped, el equipo de Sergio Batista elaboró un par de jugadas en el arranque que superaron la expectativa de los hinchas más exigentes.

El trinomio de ataque, con Messi en la posición que desempeña en Barcelona, funcionó a la perfección y tuvo una efectividad inmejorable, pues los dos primeros ataques terminaron en la red del arco español.

En la primera Messi lideró el avance por el centro, descargó con Tevez hacia la izquierda, controló la devolución precisa y definió con sutileza ante el achique del arquero. Unos minutos más tarde, otra vez Tevez asumió el rol de asistente con un pase milimétrico al vacío para que Higuaín escapara entre los zagueros y definiera con una gambeta larga, que dejó sin chances al arquero de Liverpool.

Una tarea muy eficaz cumplieron en ese lapso del partido Ever Banega y Esteban Cambiasso, gestores del primer pase para limpiar cada jugada.

España, sin honrar la corona que ostenta, debió resignarse a cumplir el rol que menos lo favorece: correr detrás del balón. No fue casual, entonces, que su llegada más peligrosa en el primer tiempo fuera un disparo de 30 metros de David Villa que se estrelló en el ángulo superior izquierdo del arco argentino.

Para que la pesadilla española fuera completa en la tarde porteña, se sumó un error de Pepe Reyna, quien falló en un despeje y le dejó la pelota servida a Tevez, quien definió desde el piso ante el cierre desesperado del arquero. 

Los seis cambios que introdujo Vicente Del Bosque y la merma lógica en el rendimiento argentino equilibraron el partido en el complemento.

Sobre el final Llorente pudo vulnerar a Romero tras una buena jugada colectiva. Pero Argentina respondió con la misma moneda y tras varios toques Agüero sentenció el partido de cabeza, tras un centro de Heinze, para que los hinchas se fueran con una sonrisa, que al menos hizo olvidar por un momento el fracaso mundialista.

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