Espectáculos

Una historia breve de Federico Actis

Desde el viernes y hasta el domingo,  en el cortometraje que busca indagar sobre los cruces generacionales y los espacios opresivos, y forma parte del colectivo "Historias Breves 6".

Por Javier Hernández

A partir de un trabajo colectivo que agrupa a jóvenes realizadores argentinos, desde esta noche a las 20, y hasta el domingo, el cine El Cairo (Santa Fe 1120) presentará el film Historias Breves 6, una producción del Instituto Nacional de Artes Audiovisuales (Incaa), en donde participó el rosarino Federico Actis con su corto Los Teleféricos.

Protagonizado por Juan Nemirovsky, Mirko Buchín, Claudia Cantero y Miguel Franchi, la película cuenta la historia de Lucas, un joven que decide ayudar a su abuelo dejando atrás una ciudad que presenta siempre los mismos paisajes.

Actis se refirió a los aspectos sociales que busca indagar desde el cine, los recursos narrativos que usó, y al lugar de los relatos de la posmodernidad. “Somos una generación que está empezando a armar discursos propios sin tener tan presente las experiencias de la modernidad”, señaló.

—“Los Teleféricos” está planteada como una historia en busca de una salida; ¿cuál es el relato que propone?

—En la película se ve un paisaje urbano muy denso y cargado, lleno de edificios enormes y colapsados de personas que se puede encontrar hoy mismo en Rosario; todo lo que filmamos está ahí. Esta película cuenta la salida de ese espacio que empieza a sentirse opresivo y pretende fomentar una reflexión acerca de cómo vivimos todos en esas colmenas gigantes (edificios) que empiezan a hacer aparecer la ciudad gris y opresiva.

—¿Planteás una metáfora liberadora con este relato?

—Los teleféricos son parte de la metáfora de que en la vida hay cosas que cuestan y todos necesitamos un teleférico para que las cosas cuesten menos. Es un bonito juego de palabras que los personajes (Lucas y su abuelo) pondrán como excusa para salir de esa ciudad y generar un vínculo.

—¿Cuáles son los cruces generacionales que establecés?

—Me interesa mucho trabajar ciertas historias generacionales o más precisamente de mi generación. Tengo 29 años y no veo relatos interesantes acerca de las cosas que nos pasan. Una de las características de nuestra generación es que los jóvenes se hacen grandes y siguen teniendo a sus abuelos. Los abuelos no son sólo un recuerdo de la infancia sino que llegan a otras etapas de la vida y eso empieza a generar otros vínculos porque podés empezar a comprender cosas que les pasa a esas personas mayores o preguntarse qué piensan, cómo es ser viejo o tener nietos tan grandes.

—¿Retrucás esos discursos que dicen que la juventud es poco activa?

—Siempre se habla de la posmodernidad y me parece que hay algo que está empezando a encontrar sus propios relatos; a entender que esta personalidad que siempre se dice fragmentada o individual está empezando a encontrar algunas cosas válidas; tal vez hoy en el campo de la cultura o el arte, pero ojalá mañana en lo político o social, no es todo negativo. Somos una generación que está empezando a armar discursos sin tener tan presente las experiencias de la modernidad. El personaje de Lucas intenta empezar a hablar por sí mismo, a ayudar a su abuelo.

—¿De qué elementos estéticos te valés para retratar ese paisaje urbano?

—De las cuadrículas y los edificios. Siempre me llamaron la atención y me pareció que había que hacer de ellos un retrato muy plano, casi fotográfico, que permita exponerlos en su magnitud. A raíz de eso cuento una historia desde un montaje fragmentado donde tengo muchas escenas cortitas que se van hilando unas con otras, y donde no siempre hay una continuidad –que es lo que funciona mucho en el cine, donde una escena te dispara la que viene–, sino que se trata de mostrar pequeños retratos que conforman una historia. Me parece que es algo generacional. Es como decir: “Sí, somos fragmentados y efímeros, pero empecemos a construir de eso una forma de relato y discurso”.

—¿Cómo fue el proceso de elaboración de este film?

—Me llevó unos dos años hasta que conseguí entrar a Historias Breves. Ahí pudimos conseguir el dinero para hacerlo y fue la primera vez que filmé con película, lo que para mí fue bastante extraño.

—¿Qué te exigió el uso del 16 mm?

—Me exigió mucha precisión y hacer un storyboard muy preciso de toda la película, sobre todo por esta cuestión milimétrica y cuadriculada de los planos, y un trabajo previo que casi no permitió ningún tipo de improvisación durante el rodaje.

—Estuviste en el 25º Festival de Cine de Mar del Plata; ¿cómo fue la experiencia?

—Fuimos con Historias Breves. La película era un estreno programado pero fuera de competencia; a pesar de eso las salas se llenaron. La experiencia fue muy buena, y la gente disfrutó de todos los cortos con mucha atención. Fue increíble ver algo hecho por mí en un cine, fue otra cosa, se te mueven las piernas al decir: “¡Uy qué bueno!”. 

Quince años de historias breves

Integrado por nueve cortos el largometraje Historias Breves 6 busca mostrar en forma heterogénea el potencial creativo y técnico de la nueva generación de cineastas argentinos.

Desde su primera edición, hace quince años, el concurso posibilitó la producción de películas de realizadores hoy consagrados entre los que se destacan Lucrecia Martel, Sandra Gugliotta, Daniel Burman, Adrián Caetano, Jorge Gaggero, Ulises Rosell, Diego Sabanés y Rodrigo Grande.

De los cerca de doscientos proyectos presentados, la sexta entrega de Historias Breves está formado por los films Coral de Ignacio Chaneton; El sueño sueco de Gustavo Riet Sapriza; La araña de Sihuen Viscaino; Alicia de Tamara Viñes; La última de Cristian Cartier; Rosa de Mónica Lairana; Cinco velitas de Paula Romero Levit y Michelina Oviedo; Árbol de Lucas Schiaroli, y Los Teleféricos del rosarino Federico Actis.

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