La historia contemporánea señaló el pasado del sufragio como un recorrido netamente evolutivo que tuvo su primer momento en la Atenas clásica, anterior a la era cristiana, otro mojón en el parlamentarismo inglés y, por fin, un desarrollo continuo desde la Revolución Francesa hasta la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, existe una historia del voto que este recorrido no alcanza a apreciar. En su libro Vox populi. Una historia del voto antes del sufragio universal, el historiador francés Olivier Christin analizó las formas electivas presentes en la Edad Media y en la Edad Moderna. Si en el primer período se hizo presente en las corporaciones manufactureras y en las nacientes universidades, en la segunda temporalidad se manifestó a partir del surgimiento del protestantismo en ciudades de Suiza, cuando las comunidades votaron a sus representantes y a sus pastores religiosos. En su paso por Rosario, invitado por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y la Alianza Francesa, el investigador galo dio su impresión sobre las formas del voto que, según expresó, están puestas en cuestión en la actualidad y, más que elegir entre candidatos, se propone echar a la suerte quiénes serán los gobernantes.
El libro es un diálogo con sociólogos, antropólogos e historiadores, y refiere la historia del voto antes de la Revolución Francesa y Norteamericana, esto es, antes del denominado sufragio universal. En realidad, busca desandar ese concepto del voto representativo y republicano como referente exclusivo de la democracia. Por eso, el texto pretende ser una búsqueda arqueológica sobre las prácticas electivas antes de la edad contemporánea. Antes del siglo XIX existieron monarquías absolutas, principados manejados con mano de hierro y estados gobernados por príncipes que eran elegidos del mismo modo que los papas.
Frente a la pregunta de si esas formas electivas no estaban limitadas a una pequeña elite, Christin expresó: “Hoy nos enfrentamos a un debate en el que se piensa que las elecciones son elitistas. Por ejemplo: hay movimientos de izquierda o de extrema derecha que piensan que las elecciones producen una elite, alejadas del pueblo”.
“Sin embargo, hay otros ejemplos que son mucho más democráticos. Hay pequeñas aldeas de Suiza durante ese período en el que se practica la democracia. En esos pequeños pueblos, cuando se comienza a difundir el protestantismo, se les pregunta a los habitantes, a los hombres, si quieren pertenecer a esa religión o mantenerse en el catolicismo”, expresó el especialista francés.
¿Lutero el demócrata?
Hace 500 años, Martín Lutero expresó su crítica a la Iglesia católica y eso abrió el camino a la más importante ruptura religiosa. Siguiendo sus ideas, Juan Calvino abandonó Francia perseguido, y en Suiza se encontró con una serie de comunidades que, en nombre de la reforma religiosa, estaban eligiendo a sus autoridades, incluso a los pastores de sus iglesias. En ese sentido, la reforma protestante aportó un importante grado de democratización de la vida en lo que serían las repúblicas suizas, aunque Christin relativizó el alcance democrático de la reforma. El historiador señaló: “Hay dos ejemplos diferentes; está la iglesia luterana en la que los príncipes crean las nuevas iglesias en sus territorios y mantienen una jerarquía. Por otro lado, están las iglesias calvinistas que tienen un autogobierno. En Suiza, y en partes del sur alemán, será el poder comunal el que vaya a decidir sobre cuestiones de la vida cotidiana y de la iglesia. Podían elegir el pastor, la música y la religión que iban a adoptar. Hay que subrayar que los pastores eran elegidos”.
“Tenemos el ejemplo de la religión, pero también un ejemplo en el sector comercial. En este sentido, las compañías tienen accionistas que votan. Ese es un ejemplo de democracia. Lo que es importante aquí no es si se tiene una jerarquía social, un título de nobleza, sino cuántas acciones se tiene en la empresa”, sostuvo Christin al ampliar la mirada sobre otros espacios en los que se dieron estas formas de voto. Al mismo tiempo, el profesor de la Universidad de Neuchâtel señaló: “Estos son pequeños universos, porque este tipo de elecciones se practica en las universidades, las compañías comerciales, ciudades o en pueblos de Suiza. Son pequeñas repúblicas en las que el voto sirve para reproducir las elecciones, porque es una reproducción social, ya que siempre se mantienen los mismos en el poder”.
Además, no son novedades de la Edad Moderna, es decir, después de la llegada de Cristóbal Colón a América, sino que en el siglo XIII, durante la Edad Media, “se dan prácticas electivas en la Iglesia católica donde los cardenales, que son iguales entre ellos, eligen al Papa y aparece definitivamente esta forma. También en las comunas de las ciudades italianas y en las corporaciones y confraternidades de talleres manufactureros”, afirma Christin.
“Estas son nuevas entidades políticas que funcionan sobre la elección social. Estas son las nuevas repúblicas que funcionan sobre una nueva estructura social. Las ciudades italianas, al fin de la Edad Media, funcionaban sobre cierta democracia”, redundó Christin.
El voto subterráneo
Es conocido que con la Modernidad, que aportó el Renacimiento y la Reforma protestante, también se dieron en el plano político las monarquías absolutistas en las que un jefe de Estado pareció dominar todo. Sobre qué rol jugó ese voto que ya había aparecido en la vida de algunas organizaciones europeas Christin afirmó: “Hay una historia subterránea del voto”. Y acerca del avance del absolutismo en los reinos y otras formas de organización política de Europa después del 1500, el historiador, especializado en políticas religiosas, señaló: “Podemos pensar en una reducción de las libertades. En los libros de historia moderna, en Francia, Italia e Inglaterra, se deja ver que las libertades se reducen de más en más. Por ejemplo: en las universidades, los estudiantes dejan de participar. En la ciudad de Florencia se ve el fin de los aspectos democráticos con la llegada al poder de familias como la de los Medici. Pero, sin embargo, en el resto del territorio es difícil para los reyes llamados absolutos poder controlar todo y quedan estas miniestructuras, estas pequeñas repúblicas que se autogobiernan. Los rectores de la universidad o los cargos en las pequeñas comunidades siguen siendo elegidos”.
Y agregó: “Tenemos la impresión de que se hizo la noche para el voto, pero en realidad sigue estando de manera soterrada. Los historiadores se perdieron este capítulo, porque pensaron sólo en el voto político. No había voto para los parlamentos pero sí había en las universidades, ciudades y corporaciones. Para dar un ejemplo: un hombre del siglo XVIII puede votar más veces en su ciudad o pueblo, incluso varias veces por año, que un hombre del siglo XIX. En el pueblo, un hombre elige el juez, las parteras, y vota por los impuestos locales”, afirmó el historiador francés.
El fin del privilegio
“Hay dos cosas que la Revolución cambia. El régimen representativo, porque antes no había una asamblea que representara a todo el país, antes no existía un parlamento con diputados electos por toda la población. El segundo cambio que produce la Revolución es la elección de candidatos de varios partidos que compiten. Son elecciones regulares, libres y competitivas. Eso antes no existía”, afirmó Christin. Y recordó una cuestión más sobre el voto en tanto derecho, como se lo conoce en la actualidad: “Un tercer cambio es que el hecho de votar se transforma en un derecho y no es más un privilegio”.