Un bello ejemplar de Comedia del Arte en tono criollo llega a la ciudad; es una jugada por un teatro que se vale de sus recursos más genuinos y primarios para desandar una historia de pago chico que parece escapada de una de las tantas obras reproducidas en los viejos almanaques del artista plástico Florencio Molina Campos. En La Denuncia, el dramaturgo, actor y director santafesino Rafael Bruza, uno de los creadores del mítico Equipo de Teatro Llanura de la ciudad de Santa Fe, hoy radicado en Buenos Aires, utiliza como disparador dramático una denuncia con ribetes disparatados que data de 1909. En tono hilarante, la pieza cuenta la historia de una mujer viuda que llega a una comisaría para denunciar a un hombre que vivía con ella pero que luego la dejó embarazada y convivió con su hija mayor y más tarde huyó de la casa con la menor. En su denuncia, y tal como quedó registrado en el expediente policial, la mujer solicita se detenga al hombre, un fogonero del ferrocarril, para que se lo obligue a volver a la casa, y una vez allí, se case con alguna de las hijas, obligándolo a mantener el hogar de las tres mujeres, personajes que aquí son interpretados por hombres.
Con un elenco de grandes actores integrado por Gastón Ricaud, Federico Cécere, Nestor Caniglia y Marcelo Curotti, la obra cuenta con música original de Esteban Ruiz Barrea y dirección general y puesta en escena del actor y director Claudio Martínez Bel, quien en diálogo con El Ciudadano adelantó: “Cuando comenzamos a preparar esta obra nos planteamos una premisa, una idea; montar un espectáculo argentino y bien popular, para devolverle a la gente una historia que le es propia”.
Con aires de sainete porteño y al mismo tiempo con una lógica campera, los cuatro actores se cargan una docena de personajes, tanto hombres como mujeres, valiéndose de máscaras, pelucas y recursos de vestuario que tienen todo el tiempo al alcance de la mano en una especie de retablo en escena. “Entre máscaras y pelucas desfilan personajes de milonga, chamamé y polca rural que serán el reflejo del patrimonio cultural tradicional”, adelantó.
En los comienzos
“Fueron los actores los que me trajeron la denuncia original y me contaron que circulaba por los juzgados; me adelantaron que era algo desopilante. Cuando la leí vi que era así de verdad. Le conté a (Rafael) Bruza de qué se trataba y le sugerí que la escriba y me dijo que estaba loco (risas). Pero era algo cierto: ya tenía a los actores y queríamos trabajar con máscaras, esa fue una premisa. Así, durante un año, escribimos escenas. Nos juntábamos con Rafael en un bar a comer o tomar algo, y me las fue leyendo; la pasábamos genial. Más allá de que en lo estético hoy se pueda ver a Molina Campos y una impronta ligada a la Comedia del Arte, no pensábamos en eso; yo quería hacer algo que a le guste a la gente, que venga el mecánico del barrio, esa gente que no suele ir al teatro, pero que también le guste a mis colegas”, rememoró Martínez Bel.
Respecto de esa búsqueda primaria que permitiera abarcar con el material a un público bien diverso, el también actor analizó: “Creo que ése es el gran objetivo del teatro popular. Sería como pensar: «Hagamos cosas para la gente pero no nos bajemos de lo que ya sabemos». Y cuando a los ensayos se fue sumando gente, y el material fue creciendo, nos dimos cuenta que teníamos entre manos algo muy interesante y bello. Se terminó de completar cuando se sumó Gabriela Fernández, que hizo el diseño de escenografía, vestuario y de las máscaras y las pelucas. Y después, cuando vino (el dramaturgo y director) Mauricio Kartun a ver un ensayo, y me dijo: «Esto es una comedia del arte criolla». Y claro, ahí entendí, ahí me cerró todo lo que había pensado desde el principio. Estábamos haciendo un género popular como si hubiera existido acá, pero que no existió. Y resulta ser que hay algo de la memoria de la gente que lo recibe con una alegría enorme”.
Diversidad poética
Respecto de las poéticas que pareciera desandar el material, hay también allí algo de los viejos circos de dos actos, donde, en la segunda parte, se contaba con humor alguna épica gauchesca desde un lenguaje teatral y con mucha verdad. “Pasa algo singular con esta obra –continuó Martínez Bel–, porque en el elenco está el primer generador de este proyecto que es Gastón Ricaud. Él es oriundo de Olavarría, sus padres son puesteros, se crió en el campo y todos sus familiares son del campo. Él tiene toda su vida allí, y mucho de lo que dicen estos personajes él lo escuchó, lo vivió y acá lo puso y lo transmitió. Y a pesar de que los personajes utilicen máscaras, la gente reconoce en ellos algo absolutamente verídico. Eso es también un mérito de los actores que son muy talentosos y aceptaron la propuesta de trabajar con esos recursos y hacer comedia, pero siempre apelando a la más pura de las verdades actorales. Esa conjunción hizo que la obra golpee fuerte: trabajar con verdad y con estas máscaras, pero al mismo tiempo, trabajar el ritmo de la comedia; todo es música, es una partitura. Lo único que tuve que hacer fue administrar el talento ajeno”.
Género y polémica
“Es una historia absolutamente real”, se explayó el director. Y agregó: “En 1909, un año antes del Centenario de la Revolución de Mayo, en Las Flores, provincia de Buenos Aires, una mujer se presenta ante el comisario y le dice: «Yo me llamo fulanita de tal, soy viuda no sé de quién, vivo en una casa blanqueada de verde»; arranca así; yo no podía creer lo que leía. Y más o menos agrega: «Vengo a presentar una denuncia contra mi ex concubino por abusar de ellas». Se refiere a sus dos hijas, una de 18 y otra de 15 años. La mujer pretende que lo traigan de regreso porque se escapó con la de 15 y dejó embarazada a la de 18. Hoy en día sería imposible: está latente el abuso, la violencia de género. Pero en esa época era distinto, otra cosa. Ella quiere de regreso al Bonifacio Estrella que es un maquinista de tren, es decir un tipo importante en esa época y más para un pueblo. Quiere que se termine casando con alguna de sus hijas y hasta incluso con ella, pese al resentimiento que tiene, porque pretende salvar el honor de la familia. Cuando lo encuentran, Bonifacio acepta las acusaciones, pero cuando le preguntan por qué no se casa, responde: «Porque ya estoy casado con una mujer de otro pago que se está por morir». Es todo un gran delirio, pero pasaban esas cosas. Es algo doméstico, de un pueblito y con una cuestión familiar”.
Finalmente, respecto de las implicancias de género que encierra el material y en relación con alguna problemática surgida en ciertos sectores al momento del estreno, el director evaluó: “Hubo algunas personas que quisieron hacernos un poquito de maldad. Pero apareció una mujer que trabaja mucho con cuestiones de abuso y violencia, cuya hija fue abusada por un tío y ella logró meterlo preso, y nos escribió para hablar con nosotros. Fue así que la invitamos al teatro y la obra le pareció buenísima. Lo que hace el material es mostrar cosas que pasaban, el origen de nuestra sociedad machista y sus consecuencias nefastas, pero lo hace con humor y en el contexto de la época”.
Teatro de verano
La Denuncia se presentará este viernes, a las 21.30, y los restantes viernes del mes, en el ciclo “Un verano fresquito” que tiene lugar en el Teatro Municipal La Comedia, de Mitre y Ricardone, con entrada general de 200 pesos que se pueden comprar anticipadas.