La fotógrafa rosarina Pane Maruco denunció que fue víctima de un grave episodio de discriminación este fin de semana cuando intentaba ingresar al bar Crema Lounge, en la esquina de Balcarce y Tucumán, junto con un grupo de amigos: “Les dijeron ustedes pasen, ella no. Cuando les preguntamos nos dijeron que era porque estaba en bermudas. El viernes hacía un calor de locos y todo el mundo estaba de bermudas, no había uno con pantalón largo”, contó la joven a Radio Nacional Rosario.
Frente a esta situación, uno de sus amigos se atrevió a preguntarles cuál era el problema de que ingrese en pantalones cortos y les respondieron que se podía cortar: “Nunca escuché una respuesta tan ridícula. ¿Caminan de rodillas adentro del boliche?”, se preguntó Maruco, quien además reveló una conversación que mantuvo uno de los dueños del local con el empleado que le estaba negando el ingreso frente a ella y sus amigos: “Le dice ‘ey vos sabés que ella no puede pasar’ como buscando un cómplice”.
Tras el episodio, Pane comentó que se quedó con sus amigos afuera del bar para ver qué pasaba y allí pudo comprobar la política de discriminación que sostiene el local emplazado en el espacio donde históricamente funcionó el Bar del Mar: “Entraba gente únicamente hegemónica. Una parejita de chicos que eran gordos los rebotaron diciéndoles que no había más lugar, y atrás de ellos entraron cinco personas más. Yo me vine a casa con mucha bronca, hacía tiempo que no me pasaba algo así”, señaló.
En este sentido, recordó que durante su adolescencia la pasó bastante mal por situaciones similares a la que le tocó volver a vivir el viernes en Crema: “Me rechazaron de boliches, de trabajos. En su momento era muy flaca, después fue por gorda, por mi fisonomía, por lo que sea. Me llevó años de terapia enterarme que no era mi culpa lo que me pasaba. Yo tuve contención familiar, de mis amigos. Pero pienso en la gente que no lo tiene y le pasa algo como esto y lo mata, lo arruina, es una locura”, sentenció.
Consultada sobre la reacción del resto de las personas que hacían cola para ingresar, la joven explicó que reinaba un clima de temor por las reglas de comportamiento que funcionan de manera implícita: “Nadie decía nada. Porque si alguien decía algo, corría el riesgo de no entrar. Estaban desesperados por entrar, por pertenecer. A los pibes que rechazaron por gordos, como yo, les dijes ¿ustedes entienden que es por eso? Me dijeron que sí, estaba re enojados. Pero el resto no me querían ni mirar por miedo a que los patovas piensen que me conocían”, apuntó.
La política de discriminación que sostiene el bar, viola deliberadamente la ordenanza 6321 sancionada en el año 1996 por el Concejo Municipal de Rosario en donde se “reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación, exclusión, restricción o menoscabo por razones o con pretexto de raza, etnia, género, orientación sexual, identidad de género, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique distinción”.
En su artículo 3, la normativa municipal prevé que los espectáculos, lugares abiertos al público o “cualquier otro lugar con atención y/o acceso al público” en donde se comentan “actos discriminatorios de forma explícita o a través de un ejercicio arbitrario del derecho de admisión serán sancionados” en el marco de los dispuesto por Nuevo Código de Convivencia municipal.
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