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Una libretita llena de sensaciones

En su primera novela, el periodista y escritor rosarino Pablo Bilsky se vale de un andamiaje basado en el registro de hechos a partir de un tono de crónica audaz, desprejuiciada e imaginativa, para describir todo tipo de desigualdades y sometimientos.

LITERATURA
Herodes
Pablo Bilsky
Yo soy Gilda Editora
121 páginas / 2015

Pablo Bilsky no necesita demostrar en una novela sus aptitudes de escritor porque desde sus líneas periodísticas ya probó en múltiples oportunidades que le sobran condiciones para armar una trama rica que no se pierde en floreos para contar de manera atrapante cualquier historia, desde un relato vinculado al universo de los medios, hasta crónicas de viaje.
Sin embargo, en Herodes, el escritor y periodista juega fuerte su carta en el ámbito de la literatura. El escenario es local: la ciudad y sus alrededores; pero también es global. El tiempo es el presente pero la historia es una huella profunda en cada personaje, en cada gesto. Los protagonistas son gente común que, tal como lo afirmaba Bertolt Bretch, fueron quienes se destacaron en los grandes sucesos de nuestro pasado y presente. Las situaciones contadas –que son vividas por una suerte de alter ego que cumple funciones periodísticas– son habituales, cotidianas, pero al mismo tiempo trascendentales. Por último, y no menos importante, las historias, el argumento, se nutren de un surrealismo que supo evolucionar y deambular desde la escritura automática de su “cadáver exquisito”, a nuestros días, y a nuestra al-dea sureña, bajo la pluma de Bilsky.
Herodes está compuesto por relatos breves que el autor encadena bajo el protagónico de un periodista que transita distintas situaciones con un fuerte trasfondo social y humano que el narrador no alcanza a transcribir en su “libretita”. La clave está en haber hallado lo kitsch, es decir, la entronización de lo vulgar como objeto de valor, de culto, para develar cierta realidad que todos creemos tener frente a los ojos. Con estos elementos, el periodista, que durante años trabajó en El Ciudadano, sale al ruedo literario y presenta su trabajo esta tarde a las 19.30, en Ricchieri 452.

Lo común en lo alto

Herodes puede leerse como una novela compuesta por cuatro cuentos –o, si se quiere, capítulos– unidos por lo que un periodista va contando, munido de su “libretita”, la que no llega a contener las necesidades expresivas de los hechos acontecidos. El primero de ellos, “Hedor”, cuenta la situación que atraviesa un periodista cuando debe cubrir la noticia de la muerte de un ex combatiente de la Guerra de Malvinas. Tras librar su propia batalla contra el imperialismo inglés, termina enloqueciendo y decide vivir vestido de mujer y alejado de todos hasta su muerte.
Luego sigue “Navidad”, donde narra tres situaciones diferentes en el contexto de las fiestas de fin de año: la locura de las compras en un centro comercial, la furia vivida en las calles y en la central de emergencias. Lugares comunes de un manual de redacción de un medio periodístico que pueden ser aplicados de formas diferentes cuando se está en determinado contexto.
“Trashumantes” juega con la cultura popular criollista del “Juan Moreira” y los hermanos Podestá, y su reflejo en las calles de Rosario a partir de rasgos y experiencias de supuestos artistas ambulantes. Por último, “Cuerpos” explora el abordaje sobre cuerpos sin vida y el modo en que son tratados por culturas lejanas que llegan a la expoliación y despojo de cadáveres sepultados, hasta la descripción de una ablación en nuestra ciudad relatada por un observador directo.
Objetos comunes que encon-tramos a nuestro paso en cualquier rincón de la casa, de la ciudad; letras de Sandro, e incluso lugares comunes, sirven para transgredir lo aceptado por el público en general. Cómo vemos a un ex combatiente de la Guerra de Malvinas, cómo un héroe es determinado tipo de héroe. Cómo son los sacrosantos lugares de consumo que a simple vista aparecen brillantes pero que tras una mirada atenta dejan al descubierto la inmoralidad del engaño y del egoísmo. Cómo vivimos los momentos que consideramos sagrados, familiares y fraternales. Qué es la cultura popular para nosotros y cómo se inscribe en nuestra geografía urbana. Qué trato damos a nuestros cuerpos.
Bilsky pone a jugar las palabras para ofrecer otra mirada sobre la gente que atravesó momentos trascendentes, y que vivió en lo más bajo de la sociedad, para rescatar su costado humano. Nación, pueblo, guerra, imperialismo, muerte, comercio, robo, locura, donación de órganos, entre otros, son elementos para reflexionar a partir de Herodes.

Un mundo de sensaciones

Otro aporte está en lo sensorial. La raíz, por supuesto, es surrealista porque en esa corriente literaria surgen formas de expresar verbalmente una sensación interior. En este caso, la de un periodista que se enfrenta al olor de un cadáver en descomposición, para nada exquisito. También a un escenario natural de eucaliptos y a los restos de una vivienda precaria. Híper descriptivo, Bilsky nos lleva por ese “mundo de sensaciones” (tal cual decía la letra de “Tengo”, de Sandro) y por ese divagar de quien debe enfrentarse a la infausta muerte de una vida trágica. “El olor de la descomposición que el aroma del monte de eucaliptos donde yacía el cuerpo no podía disimular, acompañado por el zumbido de las moscas que lo asediaban, escribí, y también por el canto de los pájaros que desde la copa de los árboles parecían observarlo asombrados”, relata el autor y más tarde agrega: “La clave que organizaba la cosa era el hedor. El hedor del cuerpo que remitía, piadoso, directo, objetivamente y sin vueltas, al hedor de la ferocidad del Imperio (inglés) de masacres y latigazos y esclavos”. Las sensaciones son las que vive un periodista cuando debe buscar las noticias en distintos sitios. “Cayó suavemente. Cayó en medio de la muchedumbre excitada que se apretujaba entre los brillos, los clarinetes y los llamados perentorios de mil voces. Voces roncas, suaves, sensuales, desesperantes. En medio del turbión, la balumba de los mármoles, la centelleante cartelería y los muñecos y los aparatos, el inicio del movimiento había sido sutil, apenas perceptible”, cuenta el periodista cuando llega a un shopping center antes de Navidad.

Ficción o non fiction

El relato de Bilsky se encuentra a medio camino entre la ficción y el non fiction. A partir de situaciones reales vividas o transmitidas por sus compañeros periodistas, el autor cuenta noticias reales que en su novela son ficcionadas. Hay algo de Truman Capote en su escritura, más todavía de Rodolfo Walsh, pero su texto no es una denuncia política directa sino una denuncia social que hay que saber descubrir a lo largo de las líneas narrativas, descriptivas y reflexivas.
La posibilidad de escribir desde el periodismo y la honestidad sobre la objetividad y el compromiso soslayan otras imposibilidades: la de escribir las sensaciones. La “libretita” de periodista es el artefacto metáfora que refleja esa situación. Mojada cuando el periodista cubre la noticia del cadáver del ex combatiente de Malvinas que se disfrazaba de mujer. Temblorosa entre las manos del periodista aturdido en una noche de ofertas en un shopping center en el que la locura por comprar descoloca a más de una persona seria.
“Fuimos en busca de una simple crónica policial, habitual. (…) Era el follaje el que nos daba cobijo, problemático cobijo, anoté, pero no para la nota, para tenerlo nomás”, inicia el autor, libretita en mano, el periplo de un cronista de noticias. Ese artefacto utilizado en el periodismo sirve para acumular datos para redactar noticias pero, a la vez, cristaliza la gran traba para escribir libremente. “La libretita y la podre habían escrito ya su propia crónica, pero no era la crónica de Navidad. Era la crónica de la libretita. De la fauna cadavérica que crecía y se alimentaba entre sus páginas”, escribe Bilsky.

Los cuerpos

Si la escritura automática, divagante, del surrealismo planteó un “cadáver exquisito”, la narrativa de Bilsky ofrece otra mirada de los cuerpos. Al modo de cómo lo pensó Michel Foucault, los cuerpos llevan sus marcas políticas, económicas, de modas, y así se expone en Herodes. Muchas veces, el periodista se encuentra con la noticia, con lo que pasó en el acontecimiento pero se pierde la historia previa y muchas veces el escenario social en el que se desarrollan la vida y la muerte. El cadáver de un ex combatiente de Malvinas, una abuela atropellada por la maroma de compras navideñas, distintos cuerpos accidentados en la locura urbana son hechos que impactan y que la “libretita” no alcanza a contener. “«Tuvieron que llevarse el cuerpo y salir del lugar porque si no, los mataban», explicaba el médico evaluador al jefe de guardia del hospital”, cuenta Bilsky. Quiénes son los poderosos, quiénes los débiles, quién arma la trama existencial. En definitiva, lo interesante de esta novela es que conduce a pensar quiénes son los Herodes actuales y quiénes los “santos inocentes”. Bilsky no los retrata desde un relativismo posestructuralista, despreocupado de lo social, sino que adopta una perspectiva que interroga, desde la literatura, esos paradigmas.

Crónicas y viajes

Pablo Bilsky es periodista, docente y escritor. Trabajó en El Ciudadano, en donde solía publicar crónicas de viajes en las que vertía disímiles experiencias a través de una escritura que se apropiaba de no pocos y atractivos recursos literarios. En la actualidad, Bilsky es columnista de El Eslabón, Redacción Rosario y otros medios de la ciudad. Según confesó, los relatos de Herodes fueron escritos hace varios años y algunos también fueron publicados en contratapas de Rosario/12. “Hice una selección y una experimentación de los textos, tenía 12. De esos, elegí cuatro o cinco que pudieran transformarse en otra cosa, en algo monstruoso”, contó Bilsky.

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