HISTORIA
El viento sigue soplando. Los orígenes de Madres de Plaza
25 de Mayo de Rosario (1977-1985)
Marianela Scocco
Editorial: Último recurso, 2016 / 190 páginas
En el momento en el que se van a cumplir 40 años de la última y sangrienta dictadura cívico militar argentina, las Madres de la Plaza 25 de Mayo merecen ser señaladas como las verdaderas forjadoras de la justicia y la verdad en Rosario. Su lucha fue la que mantuvo la memoria de una sociedad traumatizada proclive a olvidar pero que al final pensó que enfrentar a la barbarie del pasado era lo mejor que podía pasar. Sin embargo, poco se conoce de la historia, las luchas y las situaciones comprometidas que atravesó ese grupo de mujeres que en plena época de terror, donde todos se ocultaban y temían por sus vidas, salió a enfrentar a los poderosos. La historiadora Marianela Scocco reconstruyó ese pasado reciente de nuestra ciudad en su libro El viento sigue soplando. Los orígenes de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario (1977-1985), de la editorial Último Recurso. El trabajo, que será presentado el próximo martes 12 de abril, a las 19.30, en Amsafé Rosario (Catamarca 2330), narra los orígenes de la organización Madres en Rosario, en 1977. Según la autora, Madres nació a partir del interés de muchas mujeres que habían perdido a sus hijos y ya militaban en Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales. Otro paso lo dieron a partir de los viajes de algunas madres a las rondas de las Madres de Buenos Aires. Por último, esas luchadoras formaron las filiales de Madres y de Abuelas de Plaza de Mayo en Rosario, ya en democracia.
—¿Cómo fueron los orígenes de la agrupación Madres en Rosario?
—Las Madres de Plaza de Mayo de Rosario se empezaron a conformar como tales a partir de 1984, aunque ya tenían un precedente desde 1977 en la agrupación Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales y en los contactos con Madres de Buenos Aires. Eso fue tras la derrota de la Guerra de Malvinas y cuando la crisis económica provocada por la dictadura había comenzado a mostrar grietas en el país. Entonces, aparecieron con fuerza los organismos de derechos humanos de la ciudad, que hasta entonces habían sido ignorados por la prensa local. En ese contexto de transición, también surgieron diferencias entre sus militantes. La principal fue el apoyo y participación en la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep). Un grupo de Madres que participaba en otras organizaciones como Familiares de Desaparecidos y de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), junto a algunas que viajaban a Buenos Aires a las rondas que se hacían en Plaza de Mayo, se opuso a la Conadep. En lugar de esa iniciativa, las Madres proponían la conformación de comisiones legislativas con poderes especiales, tanto en el plano nacional como en las distintas provincias. Recién en 1995 pasaron a llamarse Madres de la Plaza 25 de Mayo.
—¿Quiénes fueron los referentes de los organismos de derechos humanos rosarinos?
—Es difícil subrayar la labor de alguien en especial porque siempre será injusto poner a alguien por encima de otro. Las Madres recuerdan mucho a Fidel Toniolli, que fue presidente de Familiares de Desaparecidos. Él fue quien organizó, junto a otros compañeros, la primera resistencia a la dictadura en la ciudad. Entre las Madres, es representativa Nelma Jalil, quien fue presidenta de esa organización. Darwinia Gallicchio es otra referente importante y ella ocupó puestos clave entre las Abuelas. Ambas dirigentes ocuparon esos lugares hasta sus fallecimientos en 2008. Pero hubo otras Madres muy importantes también y muy recordadas. Lucrecia Martínez fue quien prestó su casa para las primeras reuniones. Esperanza Labrador fue una gran luchadora con un empuje fenomenal. Herminia Severini estuvo en cuanta marcha o acto fuera requerida, siempre apoyando las luchas más justas hasta su muerte en 2014. Elenita Belmont también convirtió su casa en el espacio de las reuniones y encuentros durante sus últimos años de vida, y ese lugar lo continuó su hijo José. Lamentablemente, todas fallecieron. Y por supuesto, Norma Vermeulen fue quien estuvo desde el primer día en Familiares y hoy continúa rondando junto a Chiche Massa, las dos únicas Madres que siguen en la Plaza 25 de Mayo.
—¿Qué ejes de lucha se plantearon las madres?
—Además de la no participación en la Conadep, otros ejes de lucha fueron los reclamos “Aparición con vida” y “Juicio y Castigo a los culpables”. El primero se convirtió en la consigna más paradigmática porque se fundamentaba en la exigencia de justicia y de determinar quiénes habían participado en los hechos de secuestro y desaparición de sus hijos. Los organismos de derechos humanos aspiraban a encontrarlos con vida y aunque hubieran tenido certezas de la muerte de las víctimas, el hecho de reconocerlos hubiera traído problemas para hacer justicia. Por ejemplo, el plazo de la prescripción del delito era limitado y eso hubiera traído como consecuencia el abandono de la figura jurídica que se aplicó a los desaparecidos, de “privación ilegítima de la libertad”. Una característica de este calificativo era que no podía prescribir ya que se consideraba como un delito continuado.
—¿Con qué problemas se fueron topando, tanto en dictadura como en democracia?
—En la dictadura sufrieron los mismos problemas que otras organizaciones. Fueron constantemente vigiladas y sus marchas fueron reprimidas. Las Madres recuerdan una en particular, en octubre de 1978, que tenía como objetivo realizar una misa en la iglesia María Auxiliadora, en la calle Presidente Roca 150, y luego marchar hasta el Monumento de la Madre en el Parque Independencia para colocar una ofrenda floral. La Policía las interceptó evitándoles llegar al parque. De este hecho también da cuenta un parte policial que encontramos en el Archivo Provincial de la Memoria. Ya en democracia, más allá de las divergencias en relación a la Conadep y el propio Juicio a las Juntas, los principales problemas vinieron con las leyes de impunidad: “Punto Final”, “Obediencia Debida” y los indultos. Tras años de lucha, las demandas del movimiento por los derechos humanos se vieron aplazadas. La sociedad estuvo en sintonía con la impunidad y fueron años de silencio y confusión. Ese escenario empezó a modificarse a partir de 1995 con la aparición de la agrupación Hijos, las declaraciones del represor Adolfo Scilingo y, en 1996, con la conmemoración de los 20 años del golpe de Estado, que tuvo una significación muy importante.
—¿Qué logros obtuvieron los organismos de derechos humanos en Rosario?
—Los logros de los organismos de derechos humanos en Rosario son, en parte, similares a los que se alcanzaron en el resto del país. Pudieron instalar el reclamo, es decir, hicieron que la sociedad argentina sepa lo que había pasado. Al mismo tiempo, dejaron en claro que no permitirían el olvido, aun en el momento en el que la justicia fue clausurada. Los organismos de derechos humanos de Rosario también realizaron las investigaciones más importantes con respecto a la represión en la ciudad y sus responsables. En ese momento, tuvieron la previsión de que algún día ese trabajo podía servir de prueba para condenarlos. En ese trabajo fue fundamental la abogada Delia Rodríguez Araya. Toda esa labor investigativa sirvió de material probatorio, primero para la Conadep, luego para el Juicio a las Juntas Militares y todas las causas que se tramitaron por entonces en Rosario. La más conocida fue la llamada “Causa Feced”. Actualmente, esa información es vital para poder continuar en los juicios por delitos de lesa humanidad que se llevan a cabo en nuestra ciudad. Nada de eso hubiera sido posible sin las denuncias e investigaciones de los organismos. Otro gran logro también fue la recuperación de espacios en los que se había detenido y torturado para la memoria, como la casona que sirvió de sede del II Cuerpo de Ejército que hoy es el Museo de la Memoria, y el lugar del ex CCD Servicio de Informaciones, que hoy es un sitio de memoria que se puede visitar.
—¿Cómo continúan su lucha las Madres?
—La lucha continúa por la memoria, por conocer el destino final de los compañeros desaparecidos, por encontrar hasta el último de los nietos apropiados, por la aceleración de las causas por delitos de lesa humanidad. Pero también, por una sociedad más justa e igualitaria. Ese será siempre el objetivo de fondo.
Accionar represivo y centros de detención en Rosario
Scocco afirma que la represión en Rosario “adquirió características particulares”. “Acá la Policía Provincial, comandada por Agustín Feced, centralizó el accionar represivo desde el golpe de Estado y durante gran parte de 1977. Los secuestrados eran llevados al Servicio de Informaciones de la Policía de Rosario (SI), en la esquina de Dorrego y San Lorenzo, donde se instaló el Centro Clandestino de Detención (CCD) más importante de Rosario”, sostuvo Scocco. “Se estima que pasaron por las mazmorras rosarinas y de la región alrededor de 2000 personas”, señaló la historiadora. “A partir de 1977, el Ejército ocupó un rol más activo, en particular a través del uso de casas quintas ubicadas en las afueras de la ciudad, hacia donde trasladaron a gran parte de los secuestrados. Se estima que en Rosario y sus alrededores hubo más de diez CCD y los organismos de derechos humanos calcularon en alrededor de 350 las personas desaparecidas”, expresó la investigadora a la vez que destacó que “nuevas investigaciones en curso arribarían a una cantidad superior”.