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Una maestra que enseña a comer

Por Paulo Menotti. Silvia Gerlo, maestra de 2º C de la Escuela Nº 55 “Sarmiento”, propone desde hace un lustro la “merienda saludable” en el ámbito escolar, para educar a los chicos en buenos hábitos alimentarios y para abandonar la comida “chatarra”.

maestra-dentroEn los últimos años se impuso la costumbre, y por ende la cultura, de que los niños consuman productos ricos en grasas saturadas y azúcares. El marketing publicitario hizo pensar a muchos que es lógico y corriente tener conductas que antes eran raras. Por ejemplo, dos décadas atrás era muy extraño que una familia pobre consumiera casi diariamente gaseosas o productos “snack”, mientras que hoy es un hábito normal. Esas conductas fueron trasladadas a las escuelas, y los chicos en lugar de tener un desayuno o merienda saludable consumen alimentos llamados chatarra. Teniendo presente su objetivo de educar, la maestra (“señorita”, para los que aún se aferran a las denominaciones de antaño) Silvia Gerlo –de Segundo grado “C” de la Escuela Nº 55, Domingo Faustino Sarmiento– decidió emprender el camino inverso: ella enseñaa sus alumnos qué es lo que tienen que comer para tener un cuerpo sano.

Desde hace cinco años Silvia propuso a los chicos realizar la “merienda saludable”, es decir que en lugar de llevar a la escuela bebidas gaseosas, papas fritas, chizitos, o alfajores; que los más pequeños se armen de un “tupper” con frutas, cereales o galletitas horneadas en casa. Para tomar, la propuesta de la “seño” es volver a descubrir el sabor del agua. En una entrevista con El Ciudadano, la educadora recordó –acompañada de la vicedirectora Mariel Aichino– cómo surgió su preocupación, a la vez que subrayó el apoyo que recibe de parte de las autoridades del establecimiento educativo y de los padres,.

—¿Cómo surgió el tema de la merienda saludable?

—Yo tomé la idea de la Universidad de La Plata que habían elaborado unos proyectos tomando el tema de los malos hábitos alimentarios y de las enfermedades que eso genera. Como forma parte de la educación, lo trabajo dentro del marco de las Ciencias Naturales, y desde allí lo transporto hacia las otras áreas de trabajo. Nosotros, el grupo educador, siempre tenemos un contenido que tiene que ver con la alimentación. Al mismo tiempo, siempre tengo presente que los chicos son transmisores de conocimientos y  lo que ellos aprenden se lo pasan a otros. El punto de arranque sucede en el recreo, cuando otros chicos ven que algunos comen melón y se dan cuenta que ellos también pueden saborear eso. Lo importante es que los chicos descubran que hay cosas ricas y sanas que pueden incorporar en su dieta.

—¿Qué papel cumple la familia en este proceso?

—El eje fundamental del trabajo tiene que ver con la familia, el apoyo que se brinda desde la casa para llevar a cabo este proyecto es vital y sin esto no se podría hacer. Porque la comida de los chicos viene desde el hogar y es un tema para mucha gente que vive muy atareada y debe dedicarle un tiempo a esto. Pero logramos que les manden galletitas caseras, uvas, que les manden cereal…  Las madres dieron ese paso y ahora los chicos van incorporando otras cosas porque, al tenerlas, se animan a comer pasas de uva u otras cosas que antes les parecían raras. Esto también permite que se vayan pasando las recetas, las madres y los niños, y allí estamos trabajando lo que es la lengua, el lenguaje. Otra cuestión que nos permite esto es encontrar un espacio para compartir. Porque cuando alguien trae pomelo rosado, alguno no lo conoce y entonces comparten y descubren que es rico. Años atrás hicimos un picnic y ellos llevaron tomates, frutas y agua. Y la gente que pasaba se sorprendió por lo que los chicos consumían. El tema es que hay un gran desconocimiento de lo que es comer saludable. La gente cree que es aburrido o es comer siempre lo mismo.  El año pasado hicimos la ensalada de frutas, este año vamos a hacer una de verduras y en esas clases los chicos aprenden, conocen, y reproducen en las casas.

—¿Cómo se vive en la escuela?

—Yo llego y pongo arriba de la mesa mi yogur, mi cereal y mi fruta. Apenas te ven, los chicos te muestran lo que trajeron ellos. Eso los estimula y a mí me gusta mucho esa relación. La cantina de la escuela también cumple un rol importante dentro de este proyecto: siempre tiene una canasta con frutas y les ofrece a los chicos bananas, manzanas, mandarinas.

La vice también apoya el método: “Este proyecto es evaluado en el tiempo” afirma Mariel Aichino, quien señala que “la escuela permite y avala que se lleve a cabo”, a la vez que reconoce la labor y el esfuerzo de la docente: “Uno se da cuenta con los alumnos que van de paseo por más que ya no estén con Silvia, están educados en la merienda saludable. No es que quedó en el grado y se cortó, sino que se sigue practicando”.

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