Entre la seducción y el poder, entre la contradicción y la cuestión de género, una mujer se debate frente a un grupo de hombres buscando su ansiada libertad. La historia, donde se mezclan el amor, el poder y la oportunidad, transcurre en la Italia ilustrada del 1700 aunque su vigencia, en diálogo con la matriz de todo clásico, la trae indemne hasta el presente. Esa mujer es Mirandolina, la protagonista de La Posadera o La Locandiera, según el caso, clásico del autor italiano Carlo Goldoni de 1751.
Ópera cómica que a lo largo de la historia ha tenido una serie de adaptaciones, desde este jueves, Mirandolina tendrá una versión local que se presentará en el Cultural de Abajo, con la dirección del catalán radicado en Rosario Vicenç Tuset, y un elenco de grandes actores rosarinos integrado por Maru Lorenzo, Franco Perozzi, Juanchi Vidoletti, Mario Vidoletti y Federico Giusti, con adaptación de Julieta Yelin, producción de Miranda Postiglione Martinetti, escenografía de Guillermo Haddad, vestuario y maquillaje de Lorena Fenoglio, diseño lumínico de Mafer Weber y operación técnica de Joaquín García
Definida por el grupo de trabajo como “una de las heroínas más libres, inteligentes y apasionadas de la literatura universal”, Mirandolina es la dueña de un hostal en la Italia decadente de la Ilustración. Se trata, según completan, de “una mujer joven y atractiva, que está rodeada de pretendientes inoportunos y egoístas. Ella, ante todo, es una mujer que está dispuesta a pagar el precio de su libertad”.
Repensar un clásico
“En primer lugar, y en relación con la adaptación de cara a un contexto actual, nuestro punto de partida y disparador fue la potencia de este personaje. Mirandolina es un personaje que tiene una carnadura excepcional; me atrevo a decir que la tienen muy pocos personajes a lo largo de la historia del teatro”, adelantó a El Ciudadano el director Vicenç Tuset.
Y sumó: “Todo el tiempo hemos sido muy conscientes que lo que estábamos adaptando era una comedia del Siglo XVIII, con sus propias reglas y obviamente en otro contexto. Nos parecía que ya no funcionaba que un personaje tan potente tenga un final como el que propone Goldoni, con una Mirandolina que termina casada con Fabricio, uno de los sirvientes, respondiendo al mandato paterno y atrapada en una derrota. Por lo tanto, hay cambios allí que no vamos a develar (risas)”.
“Por un lado, estaba esta cuestión muy notoria del final, pero por otro había algo general en el texto de esta obra que es la ambigüedad; y no como un hecho debilitante de un determinado discurso, sino todo lo contrario: ambigüedad como algo que lo puede llegar a potenciar, que lo enriquece, que desacomoda todas las posiciones. Por lo tanto, si bien hubo que tocar algunas cosas del texto que sirviendo a los mandatos de la comedia de Goldoni, le hacía flaco favor a su personaje cerrándolo como lo cerró, al mismo tiempo, esa ambigüedad que aparece en el texto y en los personajes tenía en sí misma una potencia, algo que intentamos que se extendiera, que fuera más allá de Mirandolina y se extendiera hacia otros personajes de la obra. La idea de un amor de parte del Caballero que se vuelve violento se volvió un núcleo muy potente para explorar”, contó el director acerca de un material que se propone recuperar o sostener algunos mandatos de la vieja Comedia del Arte y lo que vino luego, entre otras cosas, con una platea circular rodeando el espacio escénico, “evocando el ritual popular y festivo del teatro dieciochesco”.
Acercar al público «lúdicamente»
La adaptación del texto, el arte y las actuaciones acercan al público “lúdicamente” a un mundo complejo, tensionado por las luchas sociales y reivindicaciones que aún en el presente, y quizás más que nunca, tienen absoluta vigencia.
“Respecto de las actuaciones, es un elenco excepcional que facilitó mucho el trabajo; lo suaviza todo, hace que todo sea muy fluido. El punto de dificultad para un director, frente a tan buenos actores, pasa por ser tan bueno lo que plantean de entrada que uno está tentado de aceptar todo y ahí surge el desafío de no correrse de la idea original. Aquí la idea de las interpretaciones está regida por una cuestión fundante donde los actores fueran muy conscientes que en esta obra nadie dice exactamente lo que piensa; todo el mundo, y durante casi todo el texto, dice todo lo contrario a lo que piensa, salvo en momentos muy puntuales, que son los pasajes más climáticos de la obra, momentos de sinceramiento y de visibilidad de las debilidades de los personajes. En ese sentido, hemos jugado muchísimo con esa idea”, planteó Tuset en relación con la idea de ambigüedad que atraviesa todo el montaje.
Y respecto del criterio de puesta en escena, el creador destacó que no está tan cerca de los valores que remiten a la tradición de la Comedia del Arte. “Se trata de un autor (Goldoni) de la transición de la Comedia del Arte a la Comedia del Texto, por eso es tan interesante y algo que en su momento le generó muchos problemas. Partimos, en términos de lo estetizante, desde un lugar que se aleja de la Comedia del Arte, de lo que determina su poética. No quería estetizar lo que tiene de violento o de incómodo el texto; vamos por algo más costumbrista asociado al teatro popular del siglo XVIII, aquél teatro donde la relación entre lo que pasaba arriba y abajo del escenario era más fluida, incluso con un público ingresando con la obra ya comenzada; esa idea de volver a un teatro que está cerca del de calle. De allí que la platea aparezca de algún modo invadiendo el escenario, con una puesta circular con todos los espectadores en primera fila porque no hay una segunda; es un corro de gente que está viendo y cada uno tiene una perspectiva propia según su ubicación, algo que también dialoga con la ambigüedad quebrando desde allí con cualquier idea que vaya por algo lineal”, destacó el director.
Resonar en el presente
“Esta no es una propuesta arqueológica; no busca mostrarle al público cómo era el teatro del Siglo XVIII, ni tampoco una puesta que busque el facilismo de una adaptación muy contemporánea ni nada de eso. Por el contrario, hemos trabajado sobre la idea de que existe un imaginario posible y local de ese momento histórico. La idea pasa por pensar cuáles son las imágenes que recrea el imaginario de las palabras que se dicen en la obra, cuando se habla, por ejemplo, de Conde, Marqués o Caballero. Julieta Yelin no sólo hizo la adaptación sino que tradujo el texto con la intención de no renunciar a la poética de Goldoni, pero al mismo tiempo, buscando encontrar una cercanía, una evocación, sin caer en los lugares comunes”, planteó el director en relación con el sentido de versionar un clásico semejante en medio de la cuarta ola del feminismo.
Y respecto de la actualidad de ese personaje emblemático y de su resonancia en un presente de empoderamiento de las mujeres, destacó finalmente: “Claramente es un personaje que dialoga con este presente pero desde la igualdad. Mirandolina no es un personaje que le va a enseñar nada a nadie, no va a bajar línea; por el contrario, se muestra en sus contradicciones, en sus fuerzas y debilidades, algo que en ningún caso es un menoscabo de la potencia política que tiene esta obra. Hablo de esa apertura permanente que es el rasgo más claro y envidiable que ofrecen los clásicos”.
Para agendar
Mirandolina tendrá su estreno este jueves, a las 21, en el Cultural de Abajo (Entre Ríos 579), donde se presentará también los sábados en el mismo horario. Las entradas podrán adquirirse en efectivo en la sala o bien con reserva previa, mandando un mensaje de WhatsApp al 341-3 838 484, con un pago mediante transferencia.