Al ver la imagen pocas personas creerán que es una madre con su hija. Una es Rebecca Jones, de 26 años, que ha sufrido anorexia durante la mitad de su vida, y la otra es su hija Maisy, quien tiene menos de siete años. El triste contraste empeora más cuando ambas utilizan la misma ropa y se paran una al lado de la otra, haciendo más llamativa la comparación.
Rebecca pesa poco menos de 32 kilos, un peso surreal teniendo en cuenta su edad y su estatura (mide 1.56 metros), mientras que Maisy ronda los 37,5 kilos y mide solo 1,31 metros. Curiosamente la madre, en un acto de culpa ante lo que ha hecho con su cuerpo, incita a la hija a comer todos los pasteles y golosinas que se le antojen. “Usar la misma ropa que Maisy me da un sentimiento de orgullo. Está mal, pero me hace sentir bien. No me pienso como flaca, siempre me veo a mí misma como más grande”, expresó.
Y aunque evidentemente el caso de la madre es el verdaderamente alarmante, tampoco deja de llamar la atención el sobrepeso de su hija, quien forma parte de los millones de niños expuestos a enormes dosis de azúcar y endulzantes, harinas blancas y un estilo de vida predominantemente sedentario. Este último fenómeno es sin duda más preocupante que la moda de los noventa que provocó una masiva tendencia anoréxica entre niñas y mujeres alrededor del mundo.