Hay una mujer por momentos desesperada, algo aturdida, que un día se toma un colectivo en Rosario y viaja a Uruguay con la decisión tomada de resolver cuestiones de su pasado, de arreglar las cosas con su ex. En eso, en ese deseo resolutivo y de autodescubrimiento, esa mujer, Laura, se enfrenta a sí misma, a sus miedos e inseguridades, a sus eternos fantasmas, a sus errores y resistidos conos de sombra a los que intenta ponerle luz a pesar de todo, sobre todo de ella misma.
En La viuda del diablo, su primera novela, y en su conocido afán de artista casi renacentista, la actriz, escritora, dramaturga y directora de cine y teatro rosarina Romina Tamburello, abreva en una escritura fresca, simple, y al mismo tiempo apoyada en una profusión de detalles, en un poderoso atolladero de recuerdos que son el sustento de una historia que, poco a poco, entre cierto humor bizarro, instancias de pequeñas tragedias y un erotismo sin eufemismos ni metáforas, lleva al lector por un viaje que, en rigor, tiene mucho de cinematográfico y por momentos de teatral, sin renegar de ciertos recursos del kitsch y con una clara definición por la honestidad a la hora de contar lo íntimo.
Primera Mención Premio Novela Futurock 2021, a partir de un jurado integrado por Claudia Piñeiro, Sergio Bizzio y Fabián Casas, quienes la eligieron entre 589 novelas presentadas, en La viuda del diablo, Laura, su protagonista, viaja a Punta del Diablo para vender su último bien ganancial: un hostel de playa que parece tener encerrado entre sus paredes un momento de su vida que no puede (o no quiere) soltar. La visita a la vida que su ex armó sin ella se convierte en un viaje al paraíso perdido, un paseo errante por los laberintos de la memoria y un duelo frente al mar.
Después de un largo recorrido de estos últimos meses, Romina Tamburello, que por estos días trabaja, entre otras cosas, en la postproducción de Vera, su primer largometraje, y en el reestreno de Proyecto Vestuarios, de Javier Daulte, que en mayo desembarcará en el Galón 15, presentará oficialmente en Rosario La viuda del diablo, este miércoles, desde las 20, en Casa Brava, en el corazón de Pichincha, una cita para la que ya quedan muy pocos lugares. Y lo hará junto con Juan Sklar, que tendrá entre manos, en el mismo sentido, su novela Garche (Editorial Orsai), una compilación de siete novelas cortas o relatos que el autor fue publicando en la revista Orsai, también sobre el sexo y el amor.
La novela de Tamburello es un viaje a ese pequeño pueblo de pescadores para redescubrirlo en una cotidianidad desconocida o no visible a primera mirada, a través de una ficción con ciertos destellos de realidad acerca del final, después del final (o de varios finales), de la historia de amor entre Laura y Franco, una mujer que se redescubre volviendo sobre sus pasos “sin ganas de mentir para volverse heroica”, que decide raspar en el fondo del amor para ver si queda algo aunque sospeche que no.
Repensar lo propio
“Esta novela es el resultado de un montón de años de trabajo; arrancó en la previa de un viaje a Punta del Diablo sin saber que esto sería finalmente una novela, escribiendo por puro placer y de un modo medio catártico; yo efectivamente tuve un marido (risas) y efectivamente también tuve un hostel en Punta del Diablo, y cuando me separé, iba año tras año hasta allí rogando que no me pida que lo venda. Así empezó la escritura que al principio no tenía forma de nada. Pasaron los años, yo seguía sin poder vender el hostel pero también rogando que no me pidan venderlo y recibiendo la renta que mi ex consideraba que tenía que recibir, porque no revisaba nada, era todo muy informal”, contó Tamburello sobre la génesis de su primera novela, un material de una escritura fluida y climas engañosos, que de repente, en medio de un supuesto relato que hasta abreva en el humor, deja al lector sin aliento frente a cuestiones dolorosas de la vida transitadas alguna vez. Es por eso que esta novela es bastante más que la historia de una mujer de treinta y pico que viaja a ese paraíso con la intención de vender su último bien ganancial. El de Laura es un viaje de redescubrimiento, es la historia de una mujer que, a la fuerza, se vuelve permeable para que finalmente le pase todo eso que no espera.
“En un taller con Pablo Ramos leí unos fragmentos y él me dijo: «Esto es una novela y escribir una novela es muy difícil» –continuó Tamburello–. Yo no soy alguien que aplique la técnica en ninguna de mis cuestiones vinculadas a lo artístico como tampoco con la escritura, y claramente había mucho de lo que no sabía. Empecé a escribir desde la intuición, con la ayuda de Pablo; en 2018 finalmente vendí el hostel y en paralelo pude cerrar una primera versión de esta novela con un final que no tenía previsto, no sabía cuál era, porque inventaba, también contaba cosas reales y seguía viajando a Uruguay. Ya en el 2020, durante la pandemia, me encontré, gracias a Juan Sklar, con Luz Vítolo, una docente de El cuaderno azul (taller de escritura que dirige Sklar), y ella empezó a acompañarme en un proceso de un año en el que reescribí la novela desde cero, le dimos un final y la mandamos al concurso de Futurock. Se presentaron 589 novelas de las que primero quedaron quince y el jurado eligió dos: Ovejas, que recomiendo mucho, muy ligada a este 2 de abril y a la Guerra de Malvinas, y La viuda del diablo que fue 1° mención”.
El deseo real
En términos del descubrimiento y del sinceramiento de la búsqueda del deseo, y en relación con el encuentro con el amor, el final del amor, el amor supuestamente único y verdadero, ese que no va a volver a ser, y las búsquedas diversas del placer, la novela toma partido por una infrecuente y saludable honestidad. “Todo lo referido al deseo fue una calve pero también fue clave el amor al lugar que terminaba siendo un viaje y ahora lo es para quienes leen la novela y me dicen: «Veo la playa, veo el hostel». Yo amo ese lugar, sigo muy vinculada a Punta del Diablo y en cada viaje descubrí gente, cosas, y siento que cada vez que vaya voy a seguir descubriendo cosas nuevas”, planteó Tamburello.
Y ahondó: “El derecho al goce es algo que no sólo hay que hablarlo y militarlo sino que tenemos que empezar a permitirnos encontrar el goce y lo que le gusta a cada una y que eso no sea motivo de juicio de parte de nadie. Y si bien mis padres se horrorizaron un poco cuando leyeron la novela y las escenas de sexo (risas), siento que hay algo que está bueno contarlo de ese modo, más allá de que Laura es un personaje muy barrilete, medio un desastre; está latente eso de que en cualquier momento le puede pasar algo terrible, habla de los hombres en términos casi de cosificación, por eso me gusta pensar que es una novela de «no aprendizaje». Alguno podría pensar: «Laura va a tomar una decisión que cambie el rumbo de su vida»; para nada, desde ya aviso que eso no pasa (risas)”.
“En ella (Laura) hay una necesidad de empezar a quedarse en el ese hostel que es también la necesidad de no perder; ella no es sorora, todo lo contrario. Es desprolija: así como es sincera, honesta frente a su dolor, es envidiosa entre otras cosas horribles, pero son cosas humanas, reales, y que está bueno volver a charlarlas. Aparece fuertemente la pregunta acerca de con quiénes somos sororas, porque yo no sé si quiero serlo con todo el mundo; en la honestidad de Laura está todo eso: tiene que ver a la nueva novia española de su ex, que tiene una forma de hablar increíble, dinero, es más joven, tiene un buen trabajo y ella está blanca, desempleada, trabajando casi de lástima en ese hostel; entonces es imposible no envidiar a la española, hasta es razonable que la odie (risas)”.
En un sinfín de imágenes que acerca la novela, con sus flashbacks (una serie de cartas al ex), sus idas y vueltas, sus detalles al punto de lo desaforado, se cruzan los recursos que Tamburello transita como artista tanto desde la escritura dramática que la vinculó con el teatro hace muchos años como también los lenguajes audiovisuales: “Todo se cruza un poco pero más desde lo visual; es un poco esta idea de no contarlo sino mostrarlo. Hay algunas escenas o momentos donde no hay una opinión acerca de lo que pienso yo y ni siquiera lo que piensa el personaje; se muestran esas escenas y esos personajes siempre están en movimiento que eso es un poco el cine: hacer que la estructura avance. Y lo que tiene también es una doble estructura: por un lado un presente que es el viaje de Laura hacia su destino y por otro una serie de flashbacks que son cartas que le escribió a él, en la segunda persona, entonces se vuelve a mezclar algo del cine con el pasado de ellos y con una necesidad que empecé a tener yo de que este viaje no sea sólo en presente sino que tanto yo como el lector conozcamos un poco del pasado de esta pareja y algo acerca de porqué ella no puede olvidarlo”.
Para agendar
Romina Tamburello presentará La viuda del diablo y Juan Sklar, Garche, este miércoles, desde las 20, en Casa Brava (Pichincha 120), con entrada libre y gratuita. Los cupos para participar de la presentación son limitados y las entradas (aún quedan algunas disponibles) se reservan a través de las redes de Casa Brava.