A paso sereno, algo cansado bajo el sol primaveral que intermitentemente se asoma entre unas cargadas nubes gris plomo, el artista plástico rosarino Eduardo Serón bordea junto con su eterna compañera de vida, Mele Bruniard, el galpón del Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC). Allí, lo que fueron antiguos galpones ferroportuarios, son ahora un espejo ampliado de su propia obra: nueve de sus cuadros fueron trasladados a los nueve grandes portones que dan hacia la avenida Belgrano, en un singular homenaje en vida a sus creaciones y su trayectoria.
Tomados de la mano, Serón y su esposa sonríen a los jóvenes artistas que se encargaron del complejo traspaso. Son 18 estudiantes de la Facultad de Humanidades y Arte seleccionados entre muchos más postulantes los que se encargaron de que los cuadros se amplificaran en los portones.
El enorme cobertizo ubicado a la vera del río Paraná, frente al edificio de la Aduana, se inauguró ayer, tras varias idas y vueltas producto del mal tiempo. Su nueva fachada, con obras de distintas épocas del afamado artista, que recientemente cumplió 84 años.
Mientras contemplaba su obra pincelada por otros, Serón se prestó a una entrevista en la que habló acerca de su vida y obra. “La propuesta me resultó sorpresiva porque me llama la atención esto de pintar al aire libre. En general, no me gusta mucho lo hecho en este sentido, sobre todo con la reproducción de pinturas en edificios. Prefiero un cartel de propaganda que un cuadro, que debe estar en el hábitat que le corresponde. Además, cuando los veo con ventanitas o agujeros de aires acondicionados me fastidia muchísimo”, arrancó Serón.
Frente a él, el artista y docente de Bellas Artes Roberto Echen, a cargo del Departamento de Agenciamientos Artísticos del CEC, hacía su aporte al análisis y lograba mechar algunas preguntas, acaso algo más técnicas, cumpliendo simultáneamente el rol de entrevistado, periodista y espectador. “Probablemente es, a nivel nacional, uno de los artistas que con más consistencia ha trabajado. La obra de Serón no sólo tiene la estética que buscamos, sino también una cualidad formativa: uno aprende mirando la obra, tanto en formas como en combinaciones cromáticas informales sobre una superficie pictórica, que no muchos lo permiten”, aseguró.
Todo un estilo
Serón define su estilo como “fundamentalmente constructivo”, como una pata del viejo constructivismo de los años previos a la Revolución Rusa, donde “la idea es generar formas y espacios no convencionales que surjan de la invención del artista, que no se ajusten a nada de la realidad para que sea el individuo el que desarrolle sus propios sentidos de interpretación”. Según explica a modo de ejemplificación, la técnica aplicada en la serie de “Las Señoras Formas”, actualmente parte de la muestra permanente del museo Castagnino, surgió a través de “la partición de un rectángulo en triángulos y su posterior acomodamiento de distintas maneras”, incorporando parábolas que, a veces, los unían entre sí. “Cuando una forma es una forma, es una señora forma. Siempre trabajé con la idea de investigarlas y cuando hice eso fue un descubrimiento: eran tan contundentes…”, amplió el artista que reconoce haber sido influenciado en parte por el movimiento no figurativo de Vasili Kandinsky, Luis López Loza o, a nivel local, Alfredo Hlito.
Ante ello, Echen justificó que la elección del artista para el homenaje no resulta casual: “Es una obra fantástica, ideal para esos portones, sumamente contemporánea y cargada de una historia que no es heredada del arte argentino o internacional sino que es algo suyo, porque él formó parte de esa historia del arte a nivel nacional desde los años 50”.
“El pincel iba a cualquier lado”
El docente de Bellas Artes reveló que al momento de dar sus primeros pasos en el mundo del arte, alrededor de los años 80, la obra elegida para los portones del CEC pasaba más bien inadvertida como consecuencia de que la corriente que generaba mayor impacto y sumaba más adeptos era de carácter “neoexpresionista, muy gestual y chirriante”.
Desde las décadas precedentes, el Grupo Litoral se hallaba al frente de la revolución del arte. “Se sentían dioses. Cuando aparecí con las figuras geométricas en el primer Salón de Pintores Modernos de Amigos del Arte directamente me hubieran fusilado, de haber tenido la posibilidad”, completó Serón.
El artista llegó hasta allí agobiado: la enfermedad de su padre y el fallecimiento de su primer hijo lo hicieron caer en un profundo pozo , y por ello comenzó a incursionar en otros estilos, como los retratos en lápiz.
Pero, otra vez gracias a la pintura, pudo encontrar el modo de reponerse y encaminar nuevamente su vida. “Tuve un período de crisis entre el 63, tras la muerte de mi padre, y el 65, cuando tuvimos nuestra primera hija. Esa fue otra gran crisis. No podía pintar, el pincel iba para cualquier lado. En ese momento, una artista nos invitó a su casa de Villa Gesell. Esperando el ómnibus, compré un cuaderno y biromes de colores. En las noches que estábamos frente al mar, bebiendo algunas copas, arranqué con un circulito chiquito y después fui agrandando hasta llenar toda la página. Ahí me pude reencontrar con la pintura y volver a hacer cosas figurativas. La birome me sirvió para recuperar la firmeza de la mano, por lo que después la seguí utilizando muchos años más, incluso en la actualidad”, concluyó.
La historia junto a Mele
Nélida Elena Bruniard y Eduardo Serón se conocieron entre 1957 y 1959, cuando él se desempeñaba como secretario del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo, de la ciudad de Santa Fe. Por iniciativa suya, se inauguró una sala para jóvenes artistas que tuvo como primer expositor a Fernando Espino y a la reconocida grabadora en su segunda edición. Según reconocen, la relación condujo a un fortalecimiento tanto desde el punto de vista estético como así también desde lo personal, sobre todo en los momentos de crisis.
“Siempre le pedí que hiciera las cosas como él, siguiendo su propio estilo. A mí no me asusta lo que hace Eduardo, me encanta. Su obra la veo cada vez mejor, es única”, amplió por su parte la excéntrica dama con la tímida mirada clavada en el piso y mientras se frotaba nerviosamente su pañuelo multicolor.
“Mele ha trabajado los mismos principios formales que yo, aunque ella necesita partir de la realidad a veces. En eso nos diferenciamos. Pero su obra es de una creatividad excepcional como la mía, modestia aparte. Creo que a esta altura del partido, una modestia no tiene importancia”, graficó entre risas Serón.