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Una parrilla sin carne: por qué las quemas en el Humedal se ensañaron con la salud en Rosario

Además de devastar el ecosistema, la nueva oleada de incendios en las islas bañó la región con partículas en el aire 17 veces más concentradas que lo tolerable. Una rotación del viento que coincidió con las primeras gotas de lluvia explican el olor desagradable que el temporal terminó disolviendo

“Fue como cuando tiramos agua para apagar las brasas de un asado. Las lluvias apagaron el fuego, pero con la rotación del viento al sureste se produjo una invasión de humo durante una hora”. Así explicó el titular de la estación Sistema de Alerta Temprana (SAT), Jorge Giometti, el fenómeno que afectó este miércoles a Rosario y la región, y que –advirtió– fue bastante más grave que un rato de olor insoportable: multiplicó por 17 sobre el nivel recomendado las partículas en suspensión, lo que apareja severos problemas respiratorios para la población que no los tiene, y puso en riesgo a la que padece alguna patología relacionada. Por suerte el temporal apagó las quemas en las islas y acotó sus consecuencias rápidamente.

“El humo tuvo valores peligrosos para la salud no ya de quienes cuentan con factores de riesgo, sino de todos. La medición dio que en ese rato, la concentración de partículas viciosas estuvo arriba de 200 microgramos por metro cúbico de aire, cuando lo recomendable es no más de 12. Por eso y por un rato, hubo gente que sufrió picazón en la garganta y ardor en los ojos”, explicó el integrante del SAT, cuyos pronósticos y advertencias, elaborados por el grupo interdisciplinario que trabaja desde Granadero Baigorria, circulan con cada vez más atención en las redes sociales.

El temporal alcanzó a atajar –por ahora– las nuevas quemas en el Humedal, que resutaron las más virulentas en lo que va del año: en los últimos días el mapa de calor se había teñido de rojo en miles y miles de hectáreas: sólo del 23 al 30 de agosto se detectaron 2.323 focos de incendios en el Alto Delta, 942 de ellos, casi la mitad, prendidos en las islas de las Lechiguanas, indicó a El Ciudadano el naturalista de San Pedro Enrique Sierra, que colabora con el sistema de información del Museo de Ciencias Naturales Antonio Scasso, de San Nicolás.

 

La intervención de la naturaleza con la mítica tormenta de Santa Rosa resultó vital. “El aire se limpió y la atmósfera quedó en perfectas condiciones, sin contaminantes en el ambiente”, marcó, en diálogo con LT8, Giometti. La llave fueron las intensas precipitaciones de más de 80 milímetros en la región. Pero de igual modo las consecuencia seguirán en la fauna, con el hollín y los residuos de las quemas arrastrados a cursos de agua debilitados por la bajante y la sequía o tabicados por la acción humana.

Y el problema continuará: “Tendremos un 30% menos de las precipitaciones esperadas para la región, aunque habrán tormentas intensas, y temperaturas altas. Todo, sumado a que el Paraná seguirá estando debajo del nivel necesario, porque en los estados brasileños de Paraná y Mato Grosso tampoco lloverá lo deseado”, pronosticó el titular del SAT, emprendimiento que colaborando en los campamentos montados en Villa Constitución y en Santa Fe, “haciendo la medición de calidad del aire y aportando los datos meteorológicos”.

Giometti describió otro de los factores que hacen de un fósforo un problema ambiental regional: “Las islas se transformaron en campos convencionales, donde ya no hay lagunas ni arroyos que obren como cortafuegos naturales. Por eso, cuando se enciende el fuego, es muy difícil controlarlo”.

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