La postal, según el relato K, remite al Bicentenario, el megashow de 2010 que con una asistencia tumultuosa y festiva frenó, con algún toque de magia, la pendiente por la que se deslizaba el gobierno tras detonar, en 2008, la guerra gaucha. Pero el 25M la celebración –en rigor, una autocelebración– que la presidenta Cristina de Kirchner encabezará hoy por los 10 años del día que Néstor Kirchner llegó al poder abunda en semejanzas con las “plazas del sí” que el gobierno montó durante su espadeo con la patria chacarera.
Cuando, a las 8 de esta noche, desde un escenario montado frente a Casa Rosada Cristina invoque la “década ganada”, podrá comprobar si la concurrencia tiene el tono callejero y silvestre del Bicentenario o el monocolor orgánico y militante de los días de entrevero con el campo.
El dispositivo está montado. El peronismo institucional –gobernadores e intendentes–, los movimientos sociales, las agrupaciones juveniles y los sindicatos que forman parte de la galaxia kirchnerista activaron los mecanismos para garantizarle a la presidenta una movilización masiva que, dicen, superará las 300 mil personas.
La Casa Rosada diseñó un mapeo puntual. Los grupos alineados se concentrarán en distintos puntos de la Ciudad y se dejará libre la Plaza de Mayo para que sea ocupada por “independientes”, es decir, asistentes espontáneos, “gente” o “pueblo” en el dialecto de los movilizadores, mientras que la militancia se desplegará por las adyacencias de la plaza.
Multitudes
Son dos planos paralelos pero vinculados. Para el gobierno, una celebración multitudinaria y amable servirá para volver a mostrar tropa en las calles, inyectar optimismo y revertir el clima hostil que le inoculó el abril negro de Cristina, que arrancó con la inundación de La Plata y anudó, como una maldición, varios episodios densos: desde el affaire de Lázaro Báez hasta la estampida del dólar y la movilización del 18A, secuela que tumbó entre 7 y 11 puntos –según qué encuesta se mire– la imagen positiva de la presidenta.
La idea de un 25M que modifique el clima, casi un ejercicio de diván, tiene otra lectura: el de hoy será el más grande de los actos que el kirchnerismo organice durante este año en el que enfrenta una elección clave, quizá la última en la que Cristina de Kirchner tenga control pleno de la lapicera para definir candidaturas.
Plan B
La ubicación de los grupos operará, además, como un ranking de pertenencia. Para Unidos y Organizados, la megaagrupación que comanda La Cámpora de Andrés Cuervo Larroque, está reservada la Avenida de Mayo, el corredor de mayor visibilidad y volumen.
La lista de Oscar Parrilli, el secretario general de la Presidencia, encargado de coordinar la movilización –léase: facilitar los medios para que los militantes lleguen a la plaza–, está encabezada por La Cámpora en cuanto a cantidad de asistentes, empardada con las columnas del Movimiento Evita de Emilio Pérsico y Fernando Chino Navarro.
Las dos figuran, al tope, con una movilización prometida de 30 mil militantes cada una. Detrás aparecen los demás: Kolina de Alicia Kirchner, el Frente Transversal de Edgardo Depetri, Miles de Luis D’Elía, la Tupac Amaru de Rosario Sala, la Corriente de la Militancia de Agustín Rossi y, entre otros, el MUP de Federico Martelli.
En la nómina de Parrilli figuran, además, los grupos que reportan a gobernadores, intendentes y caciques sindicales que sumarán al tumulto general.
La tropa K, que se concentrará a partir de media mañana –D’Elía, por caso, reúne a su gente en plaza Miserere donde hace un guiso campero para sus seguidores–, funcionará como un plan B para la eventualidad de que la concurrencia espontánea no alcance, a media tarde, para “reventar” de gente la Plaza de Mayo.
Si la marea popular no puebla las cercanías del escenario desde el que hablará la presidenta, será la militancia la encargada de ofrecerle a Cristina una instantánea masiva alegre y vivaz, festejante de los diez años de kirchnerismo en el poder.
El 25M mostrará, además, otra foto. El escenario oficial será un muestrario de pureza K donde sólo fueron invitados los gobernadores amigos, los ministros del gabinete y el staff de dirigentes –de Derechos Humanos y de ONG como Susana Trimarco–, intelectuales y artistas que encarnan, en el ideario de Cristina, la esencia del kirchnerismo tras una década de permanencia en la Casa Rosada.
A un lado, menos visible, se amontonarán intendentes, sindicalistas y demás dirigentes, a muchos de los cuales se debe, al menos en lo logístico, la concurrencia a la plaza.