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Una puerta abierta a lo que vendrá: “Matrix” 25 años después

El sugestivo film de las hermanas Wachowski, ya referente de la cultura pop, mantiene intacto su carácter anticipatorio al revelar cómo las diferentes formas de la inteligencia artificial podrían devastar el mundo, condenando a los seres humanos a vivir virtualmente conectados a una misma matriz

Mucho se habló a fines del siglo XX, 1999 más precisamente, de que la inmersiva película Matrix, de los Hermanos  Wachowski –Larry y Andy– en aquel tiempo, hoy las Hermanas Wachowski ya que ambas iniciaron una transición de género hace unos años, preanunciaba el siglo XXI con todo su despliegue de virtualidad, sus ventajas y sus consecuencias también nocivas en la comunicación entre los hombres y también como herramienta –o arma– según los objetivos planteados para su uso, en la contemporaneidad con la inteligencia artificial a la cabeza.

Al mismo tiempo, Matrix trabajó en detalle la todavía enigmática relación entre los hombres y las máquinas, aspecto luego muy visitado en gran parte del cine y las series posteriores –Westworld fue uno de los ejemplos más acabados de los últimos años– ya no tan ligados a la ciencia ficción o al fantástico sino capaz de irrumpir en cualquier historia de neto corte realista. Matrix describe un mundo de apariencia real donde los humanos están envueltos en una simulación virtual generada por inteligencia artificial –la Matrix del título–, que se vale de los cuerpos como proveedores de energía vital.

La existencia, bajo esa premisa, es entonces completamente  falsa, y es en un intersticio de esa virtualidad cuando un programador conocido como Neo o Thomas Anderson, junto a un grupo comando dirigido por un personaje apodado Morpheus, decide combatir ese sistema que convirtió la realidad en una fantasía de “apariencia real”.

Este aspecto vuelve a Matrix una especie de punto cero de una puja que fue instalándose con más intensidad y en la actualidad constituye un dilema, toda vez que es difícil predecir los alcances de la inteligencia artificial en su probable reemplazo del trabajo humano, así como su potencial faceta destructiva y de sometimiento puesto que sus capacidades cognoscitivas e intelectuales son propiedad de las corporaciones y no de los gobiernos específicamente –aunque haya salvedades en cuanto a la afinidad  de intereses entre Corporaciones y Estados, como es el caso norteamericano–.

Una realidad programada

Lo que en Matrix aparece con una fuerza inaudita es el cine como dispositivo creado por imágenes técnicas, algo que luego Hollywood usufructuará sin límite ni medida puesto que encuentra allí el eje del espectáculo tal cual lo concibe, un elemento crucial para desplegarlo sobre el espacio y el tiempo.  El teórico del cine y escritor Raymond Bellour ya había pensado  el mundo moderno de las imágenes y lo que resultaría del pasaje de las mismas a un nuevo régimen de visibilidad, atendiendo al imaginario digital y virtual, donde pareciera que la materialidad va desapareciendo. Y el escritor y filósofo checo-brasileño Vilem Flusser puso también en evidencia el sistema que produce las imágenes técnicas generadas por aparatos, haciendo hincapié en que son productos indirectos de textos científicos aplicados y estableciendo una estrecha relación entre ciencia y manifestación artística.

Lo cierto es que en los últimos años la relación entre realidad y virtualidad se ha estrechado hasta límites hace pocos años inconcebibles. Sobre todo en los ámbitos de la imagen y el sonido que modificaron y mediatizaron la forma de relación entre las personas en su misma cotidianidad. De este modo, se comienza a perder noción entre la realidad y ese mundo virtual, dado que hay un desplazamiento de las fronteras entre realidad y fantasía. Las innovaciones tecnológicas de la última década han profundizado esa situación porque cada vez es más complejo discernir acerca de aquello que “es real”. Ya en 1970, el escritor de ciencia ficción y fantástico Philip K. Dick había deslizado que “vivimos en una realidad programada por computadora, y la única pista que tenemos es cuando algunos cambian la variable y se produce alguna alteración en nuestra realidad”.

En ese sentido, Matrix puede perfectamente verse como un videojuego –bastante en auge en aquel momento–, cifrado cuando Morpheus le dice a Neo “bienvenido al desierto de lo real”, haciendo referencia a una frase esgrimida por el filósofo Jean Baudrillard acerca de mundos (virtuales) que parecen  más reales que la realidad misma. Morpheus señala el poder de esa matriz –otra vez la Matrix del título– capaz de crear un mundo virtual,  o aparentemente real, en oposición al verdadero mundo real. El carácter anticipatorio de Matrix se revela en la idea de cómo las diferentes formas de la inteligencia artificial podrían devastar el mundo, condenando a los seres humanos a vivir virtualmente conectados a una misma matriz, casi como un software instalado en sus mentes para representar todo aquello concerniente a sus existencias.

Como pasaje de un mundo a otro, Matrix apela al uso de los teléfonos como si fueran espejos, aunque el mismo Baudrillard cuestiona esa idea en su libro Simulacros y simulación (1981) porque “en la era del simulacro no existe un espejo que pueda reflejar algún tipo de realidad”, y ya no se podrá pasar de un lado a otro. El uso masivo de internet y el acceso al ciberespacio tienen en Matrix un lugar privilegiado y dan pistas sobre lo que sería el siglo XXI con la exploración a fondo de esos dispositivos, pero al mismo tiempo instala cierto temor sobre el poder de la ciencia –de lo que ya había advertido Flusser– y el lugar que ocupa el hombre frente a la máquina, dado que es él quien perfecciona cada día esa máquina sin cuestionarse a fondo sobre la posibilidad de que en algún momento quede sometido a sus dictados. Es allí cuando Matrix funciona como una puerta abierta a lo que vendrá, una entrada a un terreno de pura ficción cada vez más parecido a una realidad.

Un film de acción intelectual

Todo el film está articulado como un dispositivo donde los personajes se mueven de una forma particular, en las peleas o esquivando balas, con un diseño donde priman las artes marciales y con conceptos derivados del comic y el animé. Al principio la película tuvo resistencias de Warner Brothers, el estudio a cargo de su producción, por la complejidad de su planteo argumental y estético. Para superar esa valla, las Wachowski contrataron a dos dibujantes de comics –ellas mismos habían ejercido esa práctica en su temprana juventud– que hicieron un guion gráfico de 600 páginas donde se tornaba más claro ese universo imbuido de una tecnología futurista.

Al mismo tiempo hubo un arduo trabajo con los actores –Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss, Joe Pantoliano– para que internalizaran las características de sus personajes y el sentido de sus acciones. Acerca del guion, el antes Larry y hoy Lilly Wachowski explicó no hace mucho lo siguiente: “Fue una síntesis de ideas que surgieron en un momento en el que estábamos interesadas ​​en muchas cosas: hacer que la mitología fuera relevante en un contexto moderno, relacionar la física cuántica con el budismo zen, investigar tu propia vida. Empezamos pensando en esto como un cómic. Llenamos cuaderno tras cuaderno con ideas. Básicamente, de ahí surgió el guion”.

Son célebres las discusiones de las Wachowski con los ejecutivos de los estudios cuando se plantaron en que el film se haría si era de la forma en que ellas lo concebían y que no estaban dispuestas a hacer concesiones que atentaran contra su espíritu. Seguramente la indignación de los productores se calmó cuando Matrix tuvo un acelerado rumbo ascendente en la taquilla hasta terminar en un verdadero éxito. Con el paso de los años pudo vérsela también como un referente más de la cultura pop, sobre todo por la fascinación que ejerció con su singular estética –las escenas de acción con cuerpos contorsionados, trayecto de balas en ralentí, los anteojos oscuros de sus protagonistas, fueron clave– y su asombrosa capacidad de anticipar un futuro próximo.

A la par, en Matrix subyace la hipótesis de que los seres humanos están atrapados en un sistema como el que plantea el film y que la necesidad de escapar es cada vez más acuciante. Antes de su estreno, la misma Lilly Wachowski apuntó: “Lo que realmente queremos es ver cómo recibe el mundo la idea de una película de acción intelectual. Porque si el público está interesado en películas hechas como las hamburguesas de McDonald’s, que sí tienen valor en el mundo, entonces tenemos que reevaluar toda nuestra carrera”. El tiempo le confirmaría que no se equivocaron en el desarrollo argumental de la idea inicial y que 25 años después de su estreno, Matrix conserva intacta toda su potencia anticipatoria de un mundo hoy demasiado cercano.

Además de una historia con sesgos originales –de todos modos mucho de la estética cyberpunk y algo de la Matrix ya estaba planteada en la novela Neuromante, del escritor de ciencia ficción William Gibson– y una impecable ejecución de efectos especiales, Matrix contó con una monumental banda de sonido acorde a esa parafernalia desplegada donde destaca el clima creado por el compositor de música para films Don Davis, acertadísimo para el tempo del relato, y temas que oscilan entre el rock y el metal surgido de bandas como Deftones, Marilyn Manson, Rob Zombie o Rage Against the Machine.