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Una saga llena de sentimientos ancestrales que salpica sangre

Basada en relatos orales que mencionan personajes que existieron, “Vikingos” convoca al espectador a captar aspectos que ilustran la época y describe la historia de un legendario rey y guerrero y la de su tribu en una épica atravesada por el amor, la traición, la locura y la muerte

Mariana Della Bianca**

Creada y escrita por Michael Hirst para el canal History la primera temporada de Vikingos se grabó en 2013 y la última en 2019. Está claro que el cine histórico, pero también las series, cuando son buenas muestran todo –o casi todo– lo que los textos dicen.

Su fin es comercial, y esto no es malo en sí mismo. Quizás el desafío para el espectador es hacer el ejercicio de captar aquellos aspectos que ilustran sobre la época, teniendo en cuenta que el contenido puede ser más o menos  riguroso y que se puede  mantener en ciertos parámetros generales sobre lo que “efectivamente ocurrió” para mostrarlo, con las licencias de la ficción, “tal como fue”.

Ésta, sin embargo, es una aspiración rankeana –del historiador Leopolg Von Ranke que creía en la objetividad positivista, paradigma que está cuestionado en el presente–, que no alcanzan ni los mismos historiadores por cierto. Lo que si es cierto es que “lo medieval” se asocia siempre a un período oscuro y tenebroso, a tal punto que en nuestro lenguaje se desplazó su contenido;  de ser un periodo de la historia ha pasado a ser un adjetivo.

Relatos orales a través de generaciones

La serie está basada en una saga nórdica. Las sagas eran relatos que se trasmitían a través de generaciones en forma oral y que dos o tres siglos después de ocurridos, alguien decidió escribirlos.

Con lo cual existen dudas acerca de si lo que cuentan estos relatos efectivamente tuvieron lugar. Sin embargo, poco importa este aspecto cuando lo que sí resulta interesante es preguntarse cuál es la razón por la cual tantas generaciones durante tanto tiempo contaron a sus descendientes historias que tenían como fin enseñarles algo que tenía que ver con una manera de estar en el mundo, de sentirlo, de entender la vida, el amor, el poder, la muerte.

Casi siempre existe más de una  versión de una saga y esta no es la excepción. Por lo tanto, si bien está comprobado que Ragnar Lodbroth existió, es un personaje de los que el historiador Jacques Le Goff ha llamado “legendario”, ya que su vida no es sólo suya, le  pertenece a su grupo, su tribu, inicia una tradición, constituye una identidad.

 

 

Hazañas y triunfos de Ragnar

La historia tiene a Kattegat –se cree que corresponde al valle de Jutlandia, situado entre Dinamarca y Suecia– como la región que va creciendo en cantidad de habitantes a lo largo de la vida de Ragnar que, siendo inicialmente un campesino, se casa primero con Lagertha con quien tiene a  Björn – apodado Brazo de Hierro– y a Gida, que muere afectada por una peste siendo niña.

Posteriormente Ragnar se casa con Auslag, con quien tiene cuatro hijos varones: Ubbe, Hvitserk, Sigurd e Ivar – apodado El Deshuesado por su imposibilidad para desplazarse caminando–. Ivar se “arrastra” todo el tiempo y siendo el preferido y protegido por su madre se convierte en un ser perverso, cruel, tiránico y malvado que somete a su pueblo a un régimen de terror cuando accede al trono.

La figura del rey guerrero es la de Ragnar, aunque no solamente la de él. Es líder, tiene un poder construido y legitimado en base a la proeza, a la fama y al prestigio que surgen a partir de sus hazañas y triunfos en lugares remotos que relata con detalle y por qué no con calidez a su pueblo. Relatos que se irán repitiendo de boca en boca durante generaciones.

Gran amigo de Athelstan, a quien admira profundamente por su espiritualidad, Ragnar sufre cuando este muere asesinado por Floki, celoso por considerar que fue el culpable de cristianizar a su rey.

Ragnar es un rey sabio, que dirime conflictos al interior de su comunidad y este atributo es el que lo coloca en un lugar de preeminencia. Su hermano Rollo, lleno de envidia y de celos traiciona a Ragnar  y a su pueblo y no sólo se casa con la princesa, hija de Carlos el Calvo –nieto de Carlomagno–,  por ese entonces rey de Francia, sino que se bautiza y lucha para el ejército del rey.

Dioses, guerreros y poder

Otro de los aspectos de la saga es la lucha a partir de identidades religiosas diferentes: paganos versus cristianos, una politeísta, la otra monoteísta.

Toda la vida del pueblo está atravesada y cobra sentido a partir de la premisa de estar cumpliendo con un destino que está marcado por la voluntad de los dioses.

Odin, Thor, Freya y Frigg son venerados y veneradas, hablan a través de sus chamanes y reciben sacrificios de animales o humanos en pos de lograr una buena cosecha o un resultado favorable en una guerra y, sobre todo, los esperan en Valhalla, el salón ubicado en Asgard, la ciudad gobernada por Odín. Floki –entrañable amigo de Ragnar– es fabricante de barcos,  tiene una relación  estrecha con los dioses y también es un gran guerrero. La saga muestra los vínculos filiales, de pareja, fraternales, de amistad, de lealtad y de poder.

Las mujeres son protagonistas con Lagherta, la doncella guerrera, a la cabeza. Reina, madre, abuela, Lagherta en algún momento tiene una pareja mujer –parece que la Edad Media no era tan homofóbica como se la acusa–, que finalmente la traiciona y se casa con el rey Harald –otro rey vikingo–, que le gana fraudulentamente el acceso a la corona al gran Bjorn Ironside. Torvi, esposa de Björn y madre de un niño y una niña, también es guerrera y gran admiradora de Lagertha.

Cuando descubre que su esposo ya no la ama, lo deja y tiempo después se casa con Ubbe, quien es medio hermano de Björn, con el beneplácito de este último.

Sentimientos ancestrales que salpican sangre

Los vikingos, especialmente Floki y Björn, hábiles navegantes, se desplazan por las costas del mar del Norte, invaden París, llegan a Algeciras, y al norte de África, transitan la ruta de la seda.

Incluso Ivar, huyendo de sus hermanos, se instala en Kiev en la corte de Oleg,  que comenzó su reinado en la actual localidad de Nóvgorod –a 180 kilómetros al sur de San Petersburgo– pero cuyas dotes estratégicas para la conquista le llevaron a poseer parte de Rusia, Bielorrusia y Ucrania bajo el nombre de Rus de Kiev, una confederación de principados que duró cuatro siglos.

En cada viaje miran, observan, aprenden lenguas, costumbres, relatan hazañas y viven grandes aventuras. Siempre, si la vida se los permite regresan a su hogar, a su pueblo, a su comunidad y a sí mismos. Heahmund es el obispo guerrero.

El tópico del hombre de iglesia que brega por la paz y la sabiduría se hace añicos con este personaje, que se enamora profundamente de Lagherta y muere luchando junto a ella en el ejército.

Es hijo de Egberto –rey de Wessex–, que fue quien entregó a Ragnar un vasallo para que termine con su vida luego de torturarlo y echarlo a un pozo con serpientes.

La serie muestra la vida en las aldeas; Kattegat es la principal, la vida cotidiana, las costumbres, los símbolos y rituales; la necesidad de fortificación y la muralla, el sentimiento de pertenencia, la idea de destierro y la expulsión al bosque para aquellos que infligieron la ley.

Es lo que hace Björn  a su medio hermano Hvitserk cuando este confiesa haber matado a Lagherta. Con este acto lo deja “afuera” de ese espacio identitario que era la comunidad.

Plagada de los sentimientos más ancestrales de la humanidad: dolor, amor, traición, muerte, locura esta serie invita a trasladarse a otras épocas. Salpica sangre indudablemente pero, ¿no lo hacen también las noticias que observamos diariamente?

Vikingos / Netflix / Seis temporadas

Creador: Michael Hirst

Intérpretes: Katheryn Winnick, Alexander Ludwig, Alex Høgh Andersen

 

** Profesora de Historia Medieval (UNR)

 

 

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