Del 15 al 19 de abril de 1987, el alzamiento carapintada comandado por el entonces coronel Aldo Rico tuvo en vilo al país. En Rosario, 25 años después, Emeterio Pastor, ex presidente del Concejo Municipal, recordó aquellos días de vigilia en el Palacio Vasallo, donde el entonces gobernador José María Vernet había decidido trasladarse junto a su gabinete y seguir los acontecimientos desde la legislatura local. “Dormíamos en los sillones, los llamados y reuniones eran permanentes. Hay que decir que después de sufrir distintas asonadas desde el golpe de Uriburu en el 30, aquella Semana Santa marcó un quiebre, un nunca más a los intentos de golpe”, señaló Pastor, entonces concejal de la UCR, quien reivindicó la “actitud madura” de los dirigentes políticos y “la ciudadanía que salió a la calle a defender la democracia”.
Las primeras informaciones llegadas desde Córdoba daban cuenta de la negativa del teniente coronel Ernesto Barreiro a declarar ante la Justicia Federal en causas que lo involucraban en la violación de los derechos humanos y su responsabilidad en el centro clandestino La Perla de esa provincia. Barreiro, con el apoyo de militares cordobeses, se acuarteló en el Regimiento 14 de Infantería Aerotransportada de La Calera y al día siguiente, se amotinaron los carapintadas en Campo de Mayo, con Aldo Rico a la cabeza.
Ese día Emeterio Pastor recibió la llamada del ex gobernador José María Vernet, quien tenía resuelto montar la vigilia junto a su gabinete en el Palacio Vasallo. “Recuerdo que Vernet usó las instalaciones de la presidencia del Concejo como lugar de concentración de reuniones y llamados. Junto a él, entre otros, lo acompañaban Roberto Falistocco –integrante de la Corte Suprema de Justicia– y Liliana Gurdulich. Yo había reunido a todos los presidentes de bloques y hubo roles sobresalientes como Elbio Martínez, Héctor Cavallero, Miguel Ángel Augsburger y Gualberto Venecia. Se constituyó un Comité Ciudadano, porque el mérito no fue de los políticos, sino del pueblo, que participó activamente. Eran momentos donde la democracia estaba muy endeble, el presidente Raúl Alfonsín tenía la presión de los militares cuya cúpula había sido puesta bajo la lupa en el Juicio a las Juntas, y sectores como la Sociedad Rural que lo habían silbado”.
El propio Vernet se contactó con el comandante Héctor Ríos Ereñú, y le describió que “la cosa estaba delicada”. Luego llegaría el turno del general Ernesto Alais, quien tuvo sus quince minutos de fama: recibió la orden de Alfonsín de reprimir a los sediciosos. “La columna de tanques al frente de Alais no llegó nunca, se habrá perdido en el camino”, agregó Pastor y subraya que el propio Alfonsín en su libro “Memoria Política” aseguró que Alais estaba listo para actuar, pero que no quiso dar la orden para evitar derramar sangre. En tanto, el ex presidente del Concejo llamó al Arzobispado para contar con el apoyo de la iglesia: “Me atendió un secretario de Monseñor López, pero no me contestó, el día anterior le habían tirado con bombas de alquitrán en las paredes de España y Córdoba y estaba ofendido; sí se sumó el responsable de la Catedral, Monseñor Novello, que tuvo una actitud diferente, sí entendió que teníamos que estar todos juntos”.
Pastor señaló que “la verdadera fuerza, tanto aquí como en todo el país, fue la ciudadanía que creía y sigue creyendo en la democracia. Me ha llamado la atención que tanto el gobierno provincial como el municipal, a 25 años, no hayan recordado un acontecimiento de esta envergadura que fue nada más y nada menos que el fortalecimiento de la democracia. Todo fue por la democracia y en contra del golpe carapintada, hubo actitud madura de la dirigencia política”. Uno de los momentos cruciales en la vida política de Pastor fue el encuentro que mantuvo en la sede del Comando del Segundo Cuerpo. Allí fue recibido por el coronel Beltramone, en los momentos más tensos, “nos garantizaba que tanto él como su gente a cargo estaba con la democracia y en contra del golpe, eso fue muy importante”.
Otro de los momentos tensos fue un llamado que recibió Pastor en su despacho donde un capitán que respondía a Aldo Rico le daba una hora para desalojar el recinto, si no sería ocupado por fuerzas rebeldes. “Les comunico lo sucedido a Elbio Martínez, Héctor Cavallero y Pedro Bluma y resolvimos seguir firmes en el Concejo, nunca vinieron. Además, estábamos en contacto permanente con Carlos Becerra, quien era el secretario de Alfonsín y nos tenía al tanto de lo que ocurría en Buenos Aires a través de Aníbal Reinaldo.” Mientras Vernet, su gabinete y los concejales convocaban a la ciudadanía a movilizarse y a sumarse a la vigilia por la democracia, había una ausencia notable, la del ex intendente Horacio Usandizaga que “no participó de ninguna reunión, nadie sabía dónde estaba, no sé si estaba enfermo o qué, sí apareció cuando ya había finalizado todo y nos reunimos las autoridades en el recinto a cantar el himno, ahí vino”, recordó Pastor.
Finalmente, el ex concejal rescató la figura de Alfonsín, “quien tuvo el valor de trasladarse al lugar donde estaban los sublevados en Campo de Mayo. No hubo ningún político de ningún partido que no apoyara la democracia, fue un momento especial. No hay que quitar méritos a nadie. Fue el pueblo argentino quien se defendió contra la asonada. La gente estaba afuera en las calles, llenando el Monumento. Los verdaderos héroes fueron los ciudadanos que ganaron la calle, defendiendo la Constitución. Decía Balbín: “El pasado nos sirve para enfrentar el futuro’, por eso no hay que olvidar lo que sucedió, fue un hecho histórico después del año 30 y el Golpe de Uriburu, que el país vivió de asonada en asonada y la gente dijo basta”.