Marianela Ríos*
La tierra está seca. El invierno y la primavera no trajeron lluvias y los surcos se profundizan entre resabios de cultivos que se aferran a la poca humedad que queda en el suelo. Las cifras cuantifican el paisaje: hay 163 millones de hectáreas afectadas por sequías en la Argentina, de las cuales más de 22 millones se encuentran en rojo.
Los números corresponden al último informe de la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías. Allí, se destaca que el territorio más afectado es la zona núcleo agrícola: Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. “El impacto en esta región es importante. Sin dudas, una de las sequías que va a quedar en la historia, como aquella de 2008 y 2009”, asegura Natalia Gattinoni, licenciada en Ciencias de la Atmósfera e integrante del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar.
Las escasas precipitaciones tienen un porqué. El año de la pandemia fue particular en muchos sentidos, incluso en el climático. Es que a mediados de 2020 se comenzó a registrar la llegada de “La Niña” o ,como precisa Gattinoni, “el Niño Oscilación del Sur en su fase fría”. Se trata de un fenómeno que tiene lugar en el Pacífico ecuatorial, a miles de kilómetros de acá. Su característica principal es que ocurren cambios en el océano y la atmósfera se acopla a estas variaciones. Cuando la temperatura de la superficie del océano baja y se vuelve más fría, corresponde a La Niña, mientras que cuando se registran temperaturas más cálidas, se habla de El Niño.
“Con el agua más fría en el océano, la atmósfera responde con vientos y cambios de presión a ese enfriamiento. Los datos históricos y los estudios, que se hicieron en relación a las lluvias y las temperaturas de nuestro país con ese fenómeno, indican que hay altas chances de tener lluvias deficitarias, principalmente en los meses cálidos. Por eso, este fenómeno no nos ayuda con las precipitaciones, sino todo lo contrario”, explica la investigadora.
En ese sentido, sostiene Gattinoni, se está atravesando una de las Niñas “más prolongadas de la historia”. Y los datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) lo confirman. Según señalaron en un informe, se convertiría en el primer “episodio triple” de La Niña de este siglo, al presentarse por tercera vez consecutiva en la temporada primavera/verano del hemisferio sur.
“Los pronósticos internacionales, que van simulando cómo cambian las aguas del océano, marcan que las chances de continuar en fase Niña para este principio del verano son altas. Hay más del 70 por ciento de probabilidades. Recién comienzan a disminuir en marzo-abril. Y el cambio va a ser de poco porque se van a ir restaurando las lluvias y luego la humedad en el suelo”, destacó.
Abrir el paraguas aunque no llueva
Frente a un escenario que combina factores climáticos y que no parecería cambiar en el corto plazo, todas las miradas apuntan al impacto de los cultivos. Las pocas precipitaciones que se dieron en octubre y noviembre hacia el oeste y norte de la región pampeana permitieron a algunos productores iniciar la siembra gruesa un poco más tardía. Sin embargo, se mantienen expectantes.
“Lo que pueda pasar lo evaluamos a dos escalas. Una a corto plazo, que es lo que aconsejamos, es siempre estar actualizados para que, de acuerdo a la disponibilidad del agua, los productores puedan tomar sus decisiones. Y después están los pronósticos trimestrales. Por ahora, hay altas probabilidades de que prevalezcan las precipitaciones escasas y con temperaturas medias más cálidas, en gran parte de nuestro país y, principalmente, en el área núcleo”, detalla Gattinoni.
A su vez, la combinación de pocas lluvias y altas temperaturas favorece a la evapotranspiración, es decir, la pérdida de humedad de una superficie por evaporación directa junto con la pérdida de agua por transpiración de la vegetación, lo que agrava la situación. “Ante este panorama, hay que estar atentos hasta enero-febrero y revisar los informes que generamos semana a semana desde las distintas instituciones para tener toda la información y prever lo máximo posible”, recomienda la investigadora.
“Los pronósticos internacionales marcan que las chances de continuar en fase Niña son altas”, señaló Natalia Gattinoni, integrante del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar.
El cambio climático, un agravante esperado
Según un documento publicado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2021 se registraron sequías por fuera de los parámetros normales. Además, señalaron que entre las zonas inusualmente secas se encuentra “el área del Río de la Plata en Sudamérica”. ¿Qué rol juega el cambio climático en las sequías acentuadas en el país?
Para la investigadora del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar, funciona como un agravante a los fenómenos climáticos que se dan año a año. “El de la Niña en sí explica la variabilidad interanual de la lluvia y las temperaturas. El productor ya sabe que van a estar condicionados por las precipitaciones de este fenómeno y por otros. Pero dentro de esa variabilidad natural, ocurre también el gran cambio climático que se da a largo plazo”, sostiene.
Asimismo, señala que hay algunos estudios que asocian la fase Niña con el calentamiento, pero, para la especialista, “todavía falta más evidencia”. “El cambio climático está y a veces estas situaciones también se deben a otros fenómenos u oscilaciones que ocurren más rápido, pero todo influye porque la atmósfera es una sola y tiene estos cambios que la hacen compleja”, asegura.
*Agencia CTyS – UNLaM
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