La muerte de Natalia Fraticelli, acontecida en mayo de 2000 en Rufino cuando tenía sólo 15 años, puso en tensión una serie de factores entre los que se mezclaron, en principio, los prejuicios hacia su propia familia, con su padre en un primer plano; la Justicia que necesitaba encontrar un culpable lo más rápido posible, sobre todo porque el padre de Natalia era juez, y la política, con las presiones del caso del por entonces gobierno provincial de Carlos Reutemann que temían “un nuevo caso María Soledad Morales”.
Todo funcionó alrededor de esa vieja frase que asegura “pueblo chico, infierno grande”, y así el ex juez de Rufino Carlos Fraticelli, padre de Natalia, estuvo preso seis años junto a su mujer Graciela Dieser, la madre de la joven que se suicidó en 2012 a los 56 años, hasta que finalmente fueron absueltos, pero la vida de esa familia ya estaba destruida, el impacto mediático había hecho lo suyo y, por lo bajo, muchos sugerían (y algunos lo siguen haciendo) que sus padres estuvieron implicados en la muerte de la adolescente.
Seducido por esta historia de ribetes cinematográficos el guionista y realizador rosarino Federico Rathge, con producción de Físico Cine, es el responsable de El caso Natalia Fraticelli, una imperdible serie documental de cuatro capítulos que tendrá su estreno este viernes, a las 22, por la pantalla de Canal Encuentro. Se trata de una producción de Renacer Audiovisual, la convocatoria que llevaron delante de manera conjunta el Ministerio de Cultura de la Nación y Contenidos Públicos S.E., que se verá en cuatro viernes consecutivos y luego estará disponible en la plataforma pública Cont.ar.
En mayo de 2000, una muerte sacudió la tranquilidad de Rufino, una pequeña localidad al sur santafesino. Natalia Fraticelli, una joven de 15 años, conocida por su belleza y vitalidad, pero también por su condición epiléptica y un leve retraso madurativo, fue encontrada sin vida con una bolsa de nailon que le cubría la cabeza.
Según el relato de sus padres, a Natalia la hallaron de mañana cuando subieron a su habitación para llevarle el desayuno a la cama. Su padre, el juez penal Carlos Fraticelli, sin preocuparse por preservar la escena de un potencial crimen, le quitó con desesperación la bolsa de la cabeza y al descubrir el estado en el que se encontraba llamó inmediatamente a un médico amigo para que los ayudara.
A partir de allí, un desfile de personajes fue asomándose a la confusa escena: jueces amigos, médicos, investigadores, parientes, vecinos. El caso dividió a Rufino y de inmediato explotó en la prensa nacional. La hipótesis escogida azuzaba el morbo: “Una madre y un juez penal con cara de loco estrangularon a su hija epiléptica porque resultaba un estorbo para su ascenso social”.
Denuncias, destitución, condenas, cárcel, absoluciones, suicidio y otras derivaciones de una vida familiar destruida a partir de la espantosa muerte de la adolescente transformaron a Rufino para siempre. El caso Fraticelli funcionó así como un golpe de nocaut para el viejo sistema de juicios de la Provincia de Santa Fe y eso es lo que revela esta serie documental a través de cuatro capítulos de 48 minutos, que llevan por títulos los atinados “Infierno grande”, “La hipótesis preferida”, “Será injusticia” y “Morir tres veces”.
El hallazgo
“Me movilizó una cuestión bastante particular; mi padre era médico psiquiatra de Rosario (el reconocido Ernesto Rathge, quien falleció en 2020). Y había oficiado como perito de parte para la defensa de Graciela Dieser, como parte del equipo que lideraba Héctor Superti, que después fue Ministro de Justicia de la provincia y creo que, en gran medida, fue a partir de este caso. Mi viejo había estudiado muchísimo, había hecho esa pericia psicológica de Natalia y de Graciela y cuando él fallece, poco antes de la pandemia, y yo voy con mi hermano a desarmar su consultorio, me encuentro con un gabinete repleto de sus estudios sobre el caso y de sus escritos, y de inmediato eso fue algo que me llamó la atención. Yo sabía que él había participado, habíamos comentado familiarmente el caso durante el proceso, pero no sabía que le había dedicado tanto tiempo y que había acumulado toda esa información”, contó el realizador rosarino Federico Rathge acerca de la génesis de un material de impecable realización audiovisual, que rescata una enorme cantidad de material de archivo de soportes diversos, y que mantiene la tensión con un clima narrativo que toma elementos del thriller.
“El disparador fue el material que encontré de mi padre, pero justo en coincidencia había una nota en Canal 13 por el aniversario del caso; estaba hablando el periodista de casos policiales Ricardo Canaletti, donde, en el zócalo, decía «quién mató a Natalia Fraticelli», entonces me imaginé que mi viejo se estaría agarrando la cabeza, porque esa pregunta quizás fue el origen de toda la tragedia que vivió esa familia. Fue así que me propuse hacer este documental que intenta echar un poco de luz sobre el caso y que de alguna manera busca desarmar todo el sistema de prejuicios o ese imaginario colectivo que se construyó erróneamente en torno al caso. Si hoy hacemos el ejercicio de preguntarle a varias personas qué pasó con este caso o qué fue de los Fraticelli, probablemente una a dos personas respondan correctamente, el resto va a decir cosas erradas, cosas que no son así. Por eso, en ese sentido, me pareció importante y me interesó poder armar este documental”, contó el realizador acerca de esta propuesta que cuenta con las entrevistas de Javier Díaz y testimonios y voces de gran importancia, como el hermano de Natalia, toda su familia y los fiscales del caso en aquél momento.
Pueblo chico, infierno grande
Respecto de algunos de los entretelones del caso sobre los que la serie pone luz, como la presión mediática que sostenía, más allá de la Justicia, que Natalia había sido asesinada por su padres, o ciertos aspectos de la intimidad familiar que se contaban por lo bajo, el realizador planteó: “Fue un proceso de guión y realización muy complejo, porque es un caso con muchos reveses, muchas aristas; está el frente judicial, el frente periodístico, el frente social que con todos sus entretelones, de alguna manera, fue neurálgico incluso en el proceso, porque los jueces abrevaron en la opinión pública rufinense para un poco apuntalar la idea del asesinato de Natalia; muchas de las declaraciones los señalaban a ellos como parte de una familia disfuncional, los acusaban de maltratar a Natalia, venían de vecinos y de supuestos amigos que señalaban cosas que nunca se pudieron comprobar y que iban a contramano de cientos y cientos de testigos que decían lo contrario, había como una intención de llevar la cosa pare ese lado. Y si bien entramos en el terreno de las especulaciones, por ese entonces, el gobernador de la provincia era Carlos Reutemann, quien hizo alguna declaración en relación a que le preocupaba que el caso alcanzara la dimensión del de María Soledad Morales en Catamarca entonces pidió que se resuelva con celeridad”.
“En el mismo sentido, había una trama policial compleja porque Carlos Fraticelli era juez penal de esa zona, el único juez penal y a quien, de no ser el padre, le hubiese tocado investigar esa muerte, de hecho tiene que excusarse, y en ese breve ínterin entre que el asume en 1999 y el fallecimiento de su hija al año siguiente, lleva adelante algunas investigaciones que tocan algunas cuestiones de sectores sensibles y delictivos de la zona: cabarets, piratas del asfalto, ciertas complicidades policiales, y quizás eso también funcionó como para que se pongan en su contra; fue la tormenta perfecta porque había policías interesados en que Fraticelli sea desbancado, al gobernador ansioso para que la cosa se resuelva rápido, incluso quizás parte del cuerpo judicial también con ciertos intereses de que Fraticelli no ocupara ese puesto en la Justicia”, profundizó el realizador.
Y sumó: “Todo eso está desarrollado en el documental y al mismo tiempo parte de la sociedad rufinense, que aparece en los alegatos, aportando datos quizás interesadamente, y con ciertas cosas inexplicables como acusar a Graciela de tener manos muy grandes y una vecina que aseguraba que era capaz de levantar la bomba de la pileta, que una vez la había visto cambiando una rueda y cosas por el estilo; disparates como sugiriendo que esas manos eran capaces de ahorcar a su propia hija. Esa larga lista de cosas obviamente después estaban citadas como elementos de prueba en los fallos; una cosa insólita porque al leerlos me encontré con cosas muy endebles, planteos montados sobre rumores y sobre cuestiones menores, muchas conjeturas, nada era probado fehacientemente. Eso confirmaba la teoría de que parte de la ciudad de Rufino hizo, efectivamente, algunos aportes que perjudicaron a la familia. Incluso al día de hoy, si uno va a Rufino, todavía encuentra algunas voces que por lo bajo siguen planteando estas cosas”.
Más allá de los datos concretos, corroborados con testimonios que aparecen en el material y que están probados en la causa, siempre hay sorpresas, atajos en esos mismos relatos que no dejan de sorprender. “Me encontré con mucha gente que quería dar su testimonio en favor de la familia y también, por lo bajo, mucha gente queriendo aportar datos en contrario, pero sin querer dar la cara, sin aparecer. Hay como una especie de recirculación entre lo que la prensa exponía y la formación de esa opinión pública que después volvía a ser tomada por la prensa, había ahí algo que funcionaba circularmente y que fue consolidando esa esa idea equivocada sobre el caso. Eso en Rufino sigue funcionando y eso me sorprendió mucho, me costó encontrar voces que sostengan que ellos, los padres, son filicidas, y cuando las encontré se me dificultó mucho para que den un testimonio a cámara. En ese sentido, logramos una entrevista con el primer fiscal de la causa, Tomás Orso, que es el fiscal que entre otras cosas era el compañero de Fraticelli, quien luego de que éste se excusa pasa a ser quien investiga esa causa. Es quien de alguna manera direcciona inicialmente todo y que dicta en cuatro días la detención de Graciela; hay que pensar que todos se conocían, eran amigos, festejaban juntos cumpleaños y navidades, y después todo cambió y de un día para el otro se convirtieron en enemigos en el fuero judicial”.
En la actualidad, Carlos Fraticelli, que logró jubilarse como juez, vive en Rufino y está en pareja con su terapeuta, quien a poco de su separación de Graciela Dieser, en medio del caso, lo asistió psicológicamente en el tiempo en el que estuvo detenido en Melincué. “Es un caso lleno de particularidades. Carlos se integró nuevamente a Rufino y hoy vive ahí con su esposa que efectivamente era su terapeuta en los tiempos en los que estuvo detenido. Su presencia allí es una especie memoria andante que a diario, con su sola presencia, le recuerda a todos los rufinenses de su inocencia siendo que lo señalaron en su momento y que aportaron para que terminada en la cárcel, todos ellos, en aquél momento, fueron lobos. Y Graciela, una madre muy presente, que se ocupó siempre de su hija, que pasó seis años en prisión y se termina divorciando, lo que termina además con su familia. Ella finalmente se suicida como lo hizo Natalia, porque así lo deja en claro la Justicia en el metro cúbico de fojas que tiene la causa que no deja lugar a ninguna duda, porque el fallo es contundente”.