“El folclore es todo aquello que la gente aprende sin que nadie se lo haya enseñado”, propone reveladora y simple la serie documental El folclore de las cosas en uno de sus pasajes. Cuatro capítulos televisivos que muestran un día en la vida de los emblemáticos Jorge Fandermole, Juancho Perone, Claudio Bolzani y Franco Luciani; cuatro mundos compositivos que sirven de excusa para reflexionar sobre la identidad y las raíces: sobre el folclore argentino.
Con una presentación que contará con la intervención de un cuerpo de danza y la amenización de un sikuris en vivo, el material ganador del concurso del Espacio Santafesino del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia será proyectado hoy, a partir de las 21, en el Teatro Empleados de Comercio (Corrientes 450).
Partiendo de la simple y filosófica pregunta “¿qué es el folclore?”, el realizador local Daniel Soso se propuso realizar un material audiovisual que parte de la reflexión e invita a ella. “¿Qué es el folclore hoy? Es una pregunta que llega al espectador, invita a preguntarnos qué estamos eligiendo como folclore, qué nos representa. Es un momento de renovación tanto en las estéticas populares del folclore como en el cine, es un momento muy oportuno para pensar qué es lo popular, qué nos identifica”, dijo Soso a El Ciudadano en una amena charla en la que se dispuso a desandar y graficar el camino de este Folclore de las cosas.
“En un primer momento la serie está estructurada en entrevistas llevadas a un formato radial. Es un día en la vida de cada uno de estos músicos. De ahí se desprende la cotidianeidad de cada uno, se va reflejando su universo creativo, su pensamiento. Las charlas están acompañadas por videos musicales que le brindan mayor importancia a la canción, a aquello que le da sentido a todo: su trabajo. En cada video aparecen los personajes de la canción, esos que están por fuera de la charla pero que son parte de ese universo. Eso le aporta un tono poético al documental”, relató el director cuyo trabajo se imprime en un momento renovador del documental, un momento en el que ese género que tuvo épocas de registro y reflejo toma nuevos colores; “se lo llama transgénero”, dice Soso haciendo referencia a la gran cantidad de lenguajes que traspasan los nuevos documentales.
—Si bien podría entenderse que tiene que ver con sus trayectorias, ¿por qué elegiste centrar la serie en estos cuatro músicos?
—Menos Franco (Luciani), son músicos que están trabajando hace más de 30 años, tienen como anclaje a la Trova rosarina, un movimiento muy fuerte en Rosario que planteó en su cancionero una recuperación de raíces, de los 60 y los 70 inclusive, en ese momento se dio una gran renovación. Hoy en día cada uno de estos músicos sigue esa estética, esa línea, continúan con esa renovación. Fandermole es uno de los artistas más representativos de ese trabajo en la región, un artista que, a pasar de ser conocido, no está en el circuito comercial. Todos son populares y no masivos, eso nos lleva a preguntarnos qué representa lo popular.
—¿Cómo se vio modificado tu concepto de folclore?
—Para todo documentalista el trabajo es renovador, uno se renueva con la experiencia. Me reafirmó muchas cosas, yo soy un poco músico y eso influyó mucho mi mirada con respecto al folclore y hacia la música popular. Transité las peñas en los últimos años de la dictadura y conocí mucha gente emblemática de ese momento en que estábamos viviendo un cruce de generaciones muy importantes. Eso me marcó muchísimo. Siempre hubo renovación, en los 70 se renovó una parte del folclore y apareció la canción de protesta. Ahora la renovación pasa por otro lugar, por una profundización hacia otros lugares, incluso en cuestiones estéticas.
—¿Por dónde pasa la renovación hoy en día?
—Creo que hoy no se puede hablar de movimiento porque no es tan masivo pero sí hay un despertar en la estética. La música folclórica nace, a nivel mundial, en ámbitos rurales y las urbes la van modificando. Así lo marca Bolzani en uno de los capítulos, uno hereda cosas de la ciudad y hace la música con lo que tiene. Heredamos de Atahualpa (Yupanqui), de un montón de músicos y poetas muy importantes y hoy en día estamos atravesados por la tecnología, por un crecimiento de lo urbano y eso afecta a los músicos al momento de componer. Es muy importante la elección que el músico hace de todo eso, no cualquiera puede abocarse a la renovación del folclore respetando las raíces, rescatando la historia y la memoria. Creo que estos músicos lo logran desde sus diferentes proyectos.
—Intimista y pausado, ¿cuáles son los lineamientos estéticos del material?
—Busqué respetar la identidad de cada uno de los músicos y dejarme llevar por los universos de las canciones que ellos trabajan. Después puede notarse mi pluma en algunas ocurrencias, como la radio, que es por excelencia un espacio difusor de la música, protagonista. Por eso la utilicé.
—Bajo la conducción del periodista local Marcelo Nocetti…
—En esa imagen radial se presenta el marco, nos preguntamos qué es el folclore. Lo pongo en su voz y da paso a la presentación del músico. Los tiempos del programa son lentos, dejando así lugar a la reflexión. En la vorágine en la que vivimos, cargándonos de proyectos para poder seguir haciendo y viviendo hay un gran acelere que se vive, al menos, en la gran urbe. Eso se siente, entonces me propuse sustraerme de ese ritmo, hacer algo distinto, la mayoría de los programas de televisión sienten que tiene que estar en ese ritmo para que la gente los vea, piensan que si no la gente se va a aburrir. Nosotros buscamos crear un oasis, un espacio para que la gente pueda disfrutar y reflexionar sin aburrirlos.
—Además del folclore, ¿qué otros tópicos tocan las entrevistas?
—Todas las cosas de la vida están reflejadas en el cancionero popular argentino. Hay una relación con el paisaje, una mirada particular que todos ellos tienen sobre él. Contrario a aquellos que ven al paisaje sin un anclaje social, estos músicos piensan que el paisaje no es algo naturalista, sino que está habitado por gente que se ve modificada por él y lo modifica. También está la comida que traspasa sus días y nuestra cultura. La idea general es ofrecer un espejo de estos músicos y de la música que se está haciendo hoy como algo dinámico, como algo que puede tomar cualquier persona, modificarla porque nos pertenece y le pertenecemos, es una ida y vuelta. Es dinámico, tenemos la libertad de incorporar cosas pero con mucho respeto a la historia y la memoria.
—¿Eso se ve acrecentado en tiempos de globalización?
—La globalización es un tema complejo con el que se enfrenta este Folclore de las cosas. La globalización puede, si el músico no filtra bien las cosas y no respeta la identidad ni la memoria, terminar igualando. Podés escuchar una música de acá y puede sonar exactamente igual que una de Japón. Eso tiene que ver con la tecnología y el sonido. Hay quienes hacen cosas interesantes como Tonolec, ellos utilizan muy bien la tecnología para poder reflejar la cultura wichí. Eso lo escuchan en Europa y no es música europea. Hay que tener cuidado con la globalización, está bueno que se genere un intercambio, ser permeable, pero eso se enriquece cuando mantiene la identidad, si no se desfigura.