Por Esteban Guida (*)
En los últimos días se han suscitado varios debates en torno al costo económico y social de la política monetaria de Cambiemos, en particular, al generado por el uso de las Letras de Liquidez (Leliqs) emitidas por el Banco Central.
Inmerso en la campaña electoral, el candidato a presidente, Alberto Fernández, deslizó varias aristas de sus propuestas económicas, algunas de las cuales hicieron foco en la política monetaria del gobierno de Cambiemos. Sus declaraciones ocuparon gran parte de la escena mediática, en la que lamentablemente se hizo mucho foco en el instrumento, pero poco análisis de los problemas económicos de fondo.
Un gran interrogante
En la actualidad, el stock de Leliqs asciende aproximadamente a 1,2 billones de pesos, que pagan una tasa de interés en torno al 60% anual, con vencimiento a siete días. Esta herramienta apareció por primera vez en enero de 2018, pero tuvo su auge en octubre del año pasado con la asunción de Sandleris al frente del Banco Central, que introdujo algunos cambios en su utilización, reservando a los bancos comerciales el derecho de participar en las licitaciones diarias de estas Letras.
A casi un año de su auge, el stock de Leliqs está alcanzando el máximo que lograron acumular las Lebacs y se estima que el costo de los intereses pagados ya supera los 360 mil millones de pesos; esto genera un gran interrogante respecto al futuro de las mismas. Más allá del jugoso negocio que las Leliqs le permite hacer a los bancos y de los efectos negativos que ello tiene sobre la economía nacional, hay que decir que el problema no radica en el instrumento en sí (las Leliqs o las Lebacs, en su momento), sino en el modelo económico en general, y en la política monetaria y cambiaria, en particular, sobre la que el mismo opera.
Sobreendeudamiento
Las Leliqs surgieron como respuesta a la cancelación de las Lebacs. El objetivo de estas letras fue absorber el dinero que se había inyectado en la economía luego del desarme de las Lebacs, ya sea para retraer la demanda, como para desalentar la compra de moneda extranjera, gracias a un mercado cambiario altamente desregulado. En ambos casos se eludió atacar el problema de fondo, pero se favoreció el negocio financiero de los bancos pagando altas tasas de interés, con cargo al Banco Central. Sin embargo, esta idea basada en la especulación financiera no logró revertir la insolvencia intrínseca del esquema económico, lo que generó sucesivas corridas cambiarias ante la eminente depreciación del tipo de cambio. Gracias a un marco normativo propicio y a la política de sobreendeudamiento que impulsó el macrismo, los agentes económicos pudieron volcarse a un bien (el dólar) que les permitía conservar el valor de sus activos sin restricción alguna, a un precio subsidiado (tipo de cambio artificialmente bajo).
Una bomba de tiempo
El manejo macroeconómico suscitado por este esquema aperturista y de liberalización de mercados, propició el crecimiento de un negocio rentista (bicicleta financiera) que derivó en una bomba de tiempo a punto de estallar. La presión sobre el tipo de cambio creció por la desconfianza que el esquema generaba en su forma de evitar la corrida cambiaria, que finalmente empezó en abril de 2018 y tuvo su auge en septiembre del mismo año; de esa forma, el colapso se precipitó por las condiciones económicas que el propio Gobierno impuso apenas empezó su recorrido en diciembre de 2015.
En los primeros meses de su gestión, el gobierno liberó el mercado de cambios (se desarmó el control de cambios, mal llamado, “cepo”) y se desregularon los movimientos de capitales. Con libre acceso a la moneda extranjera, sin impedimentos ni limitaciones a la entrada y salida capitales, fueron suficientes dos años para suscitar el colapso y ver las consecuencias de una idea equivocada.
El debate económico no debe detenerse en cuestiones técnicas ni instrumentales, sino, por el contrario, en esclarecer los problemas de fondo y buscar soluciones que tengan que ver con el interés del conjunto y del desarrollo nacional. Por lo tanto, las miradas hacia el futuro, deben proponer una solución política y económica superadora; de los instrumentos, que se ocupen los economistas.
(*) Fundación @pueblosdelsur.org