La lluvia de jueves y viernes trajo muy malos recuerdos y un presente mucho peor a los barrios que en diciembre vieron sus viviendas bajo agua. El recorrido de El Ciudadano por zona oeste retrató zanjas inundadas, residuos depositados en los ingresos a viviendas y obstruyendo alcantarillas y hasta barricadas en algunos sectores para impedir el tránsito de los colectivos como último recurso para que el “oleaje” que provocaban a su paso no se metiera en las casas. Grupos de vecinos reclamaban cloacas en la zona –con más urgencia, limpieza de zanjas– pero también la colaboración de los mismos habitantes para que no arrojaran residuos, una de las causas del taponamiento de drenajes. Situaciones análogas se registraban en las zonas norte y noroeste, con anegamientos de calles en algunos casos de manzanas enteras en zonas deprimidas. En ese marco, pese a que el aguacero pareció arreciar ininterrumpidamente por 12 horas, la Municipalidad evaluó como “positivo” el estado general de la ciudad. Y lo cierto es que en eso ayudó que el agua caída, 120 milímetros desde el jueves cuando comenzó el temporal hasta el mediodía de ayer, no se concentró en períodos cortos de tiempo, aun cuando Defensa Civil estimó que la mitad del registro cayó entre las 2.30 y las 4 de la madrugada de ayer.
“El resto de la ciudad está en condiciones”, destacó la intendenta, y valoró como positivo que “desde el lunes las Áreas de Servicios Urbanos del municipio reforzaron las tareas de limpieza de zanjas, de bocas de tormenta y desagües”, entre otras tareas preventivas.
“Lo positivo es que teníamos alerta desde hace bastante tiempo, nos permitió prepararnos, repasar y fortalecer todo lo que es la limpieza de bocas de tormenta, emitir una recomendación a la gente, también, que cumplió muy bien y efectivamente la consigna”, analizó la titular del Palacio de los Leones.
Por su parte, el titular de Defensa Civil, Rául Rainone, responsable de la coordinación de tareas, confirmó que entre las 14 del jueves y las 3 de ayer las lluvias no habían sobrepasado los 50 milímetros, pero a partir de ahí se intensificaron “lo cual saturó las vías de drenaje, fundamentalmente afectando áreas de las zonas norte y noroeste”.
“El mayor trabajo se realiza en lugares bajos y más precarios, donde queda el agua acumulada, donde estamos trabajando con la Central de Operaciones de Emergencias y las autobombas para solucionarlo”, destacó el funcionario.
Ayer, personal de Promoción Social municipal recorrió los barrios más afectados, pero desde el área destacaron que “en ningún caso existió” la necesidad de evacuar hogares. “Las grandes demandas son atendidas por las áreas de trabajos urbanos a través de las instalación de bombas que colaboren con el drenaje del agua”, explicó la titular del área, Cecilia González.
Dejándola correr
Cristina llevaba poco más de una hora con su secador de pisos tratando de sacar el agua de su vivienda hacia la calle. Fue una de las damnificadas de la zona de Fisherton por el temporal en diciembre: “Estuvimos varios días comunicándonos entre casas con un bote. Hubo vecinos que tuvieron que tirar sus muebles por el agua y barro que les entró”, recordó con amargura. La situación de ayer era bien distinta, pero la bronca no: la vecina cargó contra Ejecutivo municipal por vetar los subsidios que esperaban recibir.
Cristina y sus vecinos, al conocer desde el jueves temprano el pronóstico de lluvias copiosas, subieron macetas y protegieron algunas pertenencias que podrían haberse dañado con el agua y tapado los desagües. “Pero así y todo tengo el baño inundado, y a pesar del enojo de los vecinos por la falta de ayuda municipal, el socialismo ganó las elecciones en esta zona, así que ya no entiendo nada”, refunfuñó.
En tanto, en la zona de Cullen y La República, una de sus vecinas tuvo que romper una alcantarilla cercana al ingreso de su vivienda para que no le entrara el agua. Allí están desde hace meses esperando el final de obra del conducto La República, un caño de 1,40 metro que conecta con los desagües pluviales de Empalme Graneros. “Con esta obra nos inundamos más que antes, no sé si la han terminado o tenemos que esperar otra etapa. Pero estamos llenos de agua”, dijeron Jorge y Bety a este medio.
Por su parte, Marta, de Génova al 6900, casi esquina Colombia, se despertó de golpe cuando durante la madrugada cayó el árbol que está frente a su vivienda. La mujer de unos 60 años no podía imaginar la suerte que había tenido de que el ejemplar yaciera sobre la calle (cortando el tránsito). “Si caía sobre mi casa, yo no contaba más el cuento”, dijo entre risas y algo de preocupación.
Por otro lado, los pequeños comercios de la zona abrieron sus puertas recién al mediodía, porque a la mañana “era imposible abrir, entraba el agua que no había entrado en la noche, y además los vecinos no podían venir a comprar nada, así que esperamos unas horas más, hasta estar un poco más tranquilos”, comentó Marcela, dueña del almacén de José Ingenieros al 8200.
Por favor no pase
Las barricadas fueron la cuota de esperanza para minimizar el ingreso de agua en las viviendas. Es así como en Génova al 8400 una camioneta cruzaba la calle impidiendo el paso de otros vehículos, y del otro lado había una cuerda con bolsitas atadas para que tampoco hubiera circulación en esa dirección.
En el medio, Horacio, vecino desde hace 45 años, explicó que esta modalidad es “la única manera de que los colectivos, por hoy, no pasen por estas cuadras, así no empujan el agua dentro de las viviendas”.
“Al principio los choferes te hacen mala cara, pero a la larga entienden”, explicó. “Todos estamos en la misma, por eso si algún vecino tiene que esperar el colectivo, le avisamos que no lo haga en esta esquina, y sabe que necesitamos cuidarnos así. En este barrio todos sabemos lo que significa perder las cosas de la casa por una inundación”.