Por Natalia Concina
Vérónica Lutri será la única argentina que se integrará a la Red de Corresponsales de Aguas Subterráneas (Groundwater Correspondents Network) del Igrac, un nuevo programa de voluntarios del Centro Internacional de Evaluación de Recursos de Aguas Subterráneas (Igrac) -dependiente de la Unesco- que a través de su plataforma busca dar visibilidad global a problemáticas locales.
«La convocatoria estaba dirigida a hidrogeólogos y periodistas interesados en contar historias del agua subterránea de sus respectivos países. A los investigadores se les brindará su plataforma y conocimientos para capacitarlos respecto a cómo contar una historia, mientras que los periodistas les darán clases sobre hidrogeología para que puedan enriquecer su trabajo», comentó Lutri a Télam-Confiar.
Y continuó: «Además, el objetivo es que exista una constante interacción con los demás corresponsales que se encuentran con problemáticas similares a las identificadas aquí: falta de acceso a agua potable, salinización de acuíferos costeros, contaminación del agua por actividad antrópica (humana) en zonas rurales y urbanas, etc.»
Al presentarse a la convocatoria, Lutri propuso tres ejes en base a su experiencia: «La importancia de los estudios hidrogeológicos en aguas subterráneas naturalmente de buena calidad (agua dulce y joven) para el consumo humano que están siendo afectadas por actividades agrícolas y ganaderas intensivas; las dificultades para investigar en países como Argentina donde la moneda se devalúa y los insumos para investigar están muchas veces en dólares, y los desafíos que se presentan al ser mujer en un campo científico dominado por varones», detalló.
Lutri es doctora en Ciencias Geológicas y profesora en la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC); su área de especialización es el estudio de las aguas subterráneas, centrándose en la hidrodinámica, la hidrogeoquímica (natural e inducida por la contaminación) y los isótopos estables del agua para establecer la interacción entre las aguas subterráneas, superficiales y de lluvia.
«En mi investigación durante el doctorado estudié los procesos que controlan la distribución espacio-temporal de las características geoquímicas de aguas superficiales y subterráneas, las posibles anomalías respecto al fondo natural y la vinculación entre las características hidrogeológicas y la presencia de herbicidas (glifosato y atrazina)», describió.
Su trabajo lo investigación lo realiza con el grupo de geohidrología del departamento de Geología de la UNRC, que desde hace muchos años viene estudiando la temática de contaminación en agroecosistemas en la provincia de Córdoba, sobre todo de la derivada de la actividad antrópica (humana) como nitratos, cafeína y herbicidas.
Respecto a sus investigaciones en particular, Lutri y su equipo encontraron glifosato y AMPA (su metabolito producto de degradación) en aguas subterráneas en el 15,8 % de las muestras que tomaron, en un rango de concentraciones de 1,3-2,0 μg/L (PMG) y 3,1 -15,8 μg/L (AMPA); en tanto que en aguas superficiales fueron detectados en el 66% de las muestras en un rango de 0,2 a 167,0 μg/ L y 0,7 a 49,4 μg/ L respectivamente.
«A pesar de que el glifosato posee características fisicoquímicas que le impiden una gran movilidad y que en general se produce su retardo y degradación en los primeros centímetros del suelo fue hallado en el agua subterránea en el muestreo de primavera de 2017 (junto a AMPA) en zonas de nivel freático poco profundo (menor a tres metros) y con baja velocidad de flujo en el acuífero», describió.
En relación a la atrazina, en 2016 fue detectada en el 66% de las muestras de agua superficial con concentraciones de 0,05 a 0,67 μg/L y en el agua del acuífero libre un 14,7 % en el año 2017 con valores entre 0,14 a 1,26 μg/L; en 2017 se encontró en un 83% de muestras aguas superficiales en un rango de 0,2 a 15,6 μg/L. y en 15,7% de aguas subterráneas en valores de 0,05 a 2,3 μg/ L para el mismo año.
Lutri señaló que si bien no experta en toxicología, existe mucha bibliografía sobre los efectos nocivos del glifosato en la salud humana, además del impacto negativo sobre la biodiversidad.
En este contexto, la especialista señaló que «existen diversos caminos, algunos más extremos que otros, para migrar hacia un sistema agroecológico, que tenga consideraciones del ambiente como un todo pero no podemos pretender cambiar el sistema desde su eje, sino redirigirlo poco a poco hacia un sistema más empático, sustentable, que reconozca y asuma responsabilidades, y promueva un sistema de acciones que mitigue los impactos que un sistema tan globalizado imprime».
«Cualquier decisión sobre el sistema agrícola-ganadero necesita de la mirada interdisciplinar de gente que apunte a la solución de diversos problemas generados por el mismo, para poder encontrar soluciones», indicó.
Y concluyó: «Se necesita la interacción y el compromiso de agrónomos, médicos, geólogos, sociólogos, economistas, biólogos, químicos, entre otros, incluyendo además a los productores y pobladores, a sabiendas de que todos somos consumidores de estos productos, de forma directa o indirecta. Buscar el compromiso y la empatía social, supongo que eso es la base de todo».