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Unión y Progreso: de club de amigos a espacio de referencia de barrio Echesortu

La institución fundada hace 89 años tiene su sede en San Juan 3464. Desde hace una década es presidido por Chiqui Goñi. “Cumplo mi rol con pasión y sentido de pertenencia", remarcó

El club Unión y Progreso, enclavado en San Juan al 3400, del barrio Echesortu, se fundó el 2 de marzo de 1932. Empezó siendo un club de amigos del barrio, que buscaban un espacio para reunirse después del trabajo. La historia marca que institución arrancó con fútbol y bochas, que era la actividad más convocante de esa época. Con el paso del tiempo fue sumando otras disciplinas, entre ellas el básquet, que terminó siendo el pilar de la institución.

Desde hace 10 años, es presidido por Chiqui Goñi, una vecina que vive a una cuadra de la institución, a la que considera su segunda casa, entre otras cosas porque en ese espacio halló contención para sus hijos.

Goñi no tenía pensado ser directiva, pero por insistencia de su familia un día se decidió. Su esposo era vicepresidente de la institución, pero fue ella la que, cuando finalizaba su mandato, se lanzó. «Lo más razonable hubiese sido que mi esposo sea candidato a presidente porque era el vice en ese momento. Sin embargo, me dijo que yo era la persona indicada para esa función. Luego de pensarlo bien acepté, pero con la condición de que iba a incluir a mujeres en la comisión. Me dieron el okey, y fue así que me presenté y ganamos las elecciones. Llevo diez años al frente de Unión y Progreso, que es un club de amigos de toda la vida”, sostuvo Chiqui.

“Cumplo mi rol con pasión y sentido de pertenencia. Durante años, este espacio fue más importante que mi trabajo”, señaló Goñi, primera presidenta del club en sus 89 años de vida.

Toda una vida ligada al club

“Unión es parte de mi vida. Es todo. Mis hijos jugaron al básquet acá, y en la actualidad integran la comisión directiva. Tenemos un fuerte vínculo por estos colores”, graficó Chiqui. “Incluso mi marido también venía de pequeño. Lo traía su padre, Lelio, quien en ese momento colaborada mucho con el club”, acotó.

La máxima dirigente, quien vive a una cuadra del club, afirmó que “ser directiva es tener sentido de pertenencia sí o sí. Caso contrario no lo podés hacer”.

Luego hizo referencia con gratitud a la gestión anterior. “Hugo Amiano estuvo dos décadas al frente y fue un pilar importantísimo en tiempos complejos para los clubes”, deslizó. “Ahora sumamos a la mesa dirigencial a su hijo Gastón, por lo que el legado, de una u otra manera, sigue”, remarcó.

“Me gusta lo que hago. Por eso debe ser que peleo cosas por el club. Somos un club chico, que llegamos mes a mes de casualidad. No tenemos empleados. Todos colaboran por amor a la camiseta. Contamos con 300 socios, pero es todo a pulmón. Hacemos lo que podemos dentro de las posibilidades que tenemos”, describió.

Chiqui destacó con mucho orgullo la presencia de mujeres en la comisión directiva. «Era una de las condiciones que puse para ser candidata a presidenta. Quería que haya un cupo femenino de una vez por todas. Lo aceptaron sin poner barreras y hoy en día el club tiene una linda mixtura”, dijo mientras miraba a Romina, quien es determinante como colaboradora en la tarea administrativa y además es hija de un ex directivo y vecino de la zona, el comerciante Alfredo González.

Dentro de la comisión “hay mujeres en roles claves como María Ester Bayola, Elena Giordano y Victoria Mamanno”, resaltó.

Múltiples actividades

El club comenzó la actividad deportiva con bochas y fútbol, y con el paso del tiempo fue sumando disciplinas. En una época no muy lejana se ofreció a la masa societaria voley. En la actualidad, el club Unión y Progreso, también conocido como Azul, cuenta con patín artístico, básquet, artes marciales como taekwondo y karate, y diferentes ritmos de bailes.

También tiene un gimnasio de musculación y se puede practicar boxeo recreativo. A eso hay que agregarle un bufet que resalta por la variedad y calidad gastronómica que ofrece, tanto a socias y socios como a quienes residen en la zona.

“Teníamos gimnasia rítmica, pero este año no arrancó”, sostuvo Goñi, quien espera que el club vuelva a contar con esa especialidad. “El fuerte del Azul es el básquet. Los chicos vienen desde la escuelita pasando por pre mini hasta llegar a la primera, que está en la Superliga”, acotó Chiqui antes de resaltar con regocijo que “en 2013 salimos campeones de la primera en la Rosarina”.

 

Visita de lujo

Dentro del estadio cubierto hay una gigantografía del Emanuel Ginóbili (nacido en Bahía Blanca en el año 1977, considerado por muchos especialistas como el mejor argentino de básquet de todos los tiempos) exhibiendo una casaca del club Unión y Progreso. “Manu nos visitó en 2013. En realidad vino al club por su suegro, Luis Oroño, quien en ese momento era nuestro entrenador de básquet”, contó Chiqui.

“En cada viaje que Luis hacía a Estados Unidos, llevaba camisetas y nos las traía firmadas y así nosotros hacíamos rifas», siguió diciendo. «También tenemos una enmarcada porque es un orgullo que una figura así haya tenido la humildad de haber estado en este espacio”, acotó.

Luego relató como apareció el ex jugador de la selección argentina y San Antonio Spurs (NBA) en Unión y Progreso. «Se apareció caminando solo, con la capucha del buzo puesta. Se acercó a la cancha, se apoyó sobre una baranda y se puso a mirar con atención el mini y sub 13. De repente, los chicos se dieron cuenta de que estaba ahí. Automáticamente Manu se sacó fotos y charló con todos los que estaban entrenando”, dijo Goñi.

“Les habló e hizo hincapié en la importancia del deporte. Esos pibes no se olvidarán jamás lo que vivieron”, agregó.

Carnavales y bailes

Unión y Progreso supo aportarle un brillo especial a la ciudad en un momento muy particular y destacado de la historia rosarina. Organizaba grandes bailes y emblemáticos carnavales en los años 60′ y 70′, que terminaron dejando una huella indeleble.

“Por acá pasaron grandes figuras como Palito Ortega, Rafael, Sandro y Los de Fuego, y muchísimos más artistas importantes de la época”, puntualizó la presidenta con énfasis y cierta nostalgia.

El Azul continuó, de alguna manera, con el rito de organizar bailes. Desde hace más de dos décadas ofrece un instante de relax al variado público de la tercera edad en un amplio y moderno salón. “Con la pandemia se frenó todo», remarcó. «Y dejamos de percibir un ingreso extra que teníamos con cada evento que hacíamos, lo que nos permitía realizar mejoras edilicias o afrontar ciertos compromisos. Venía gente de 45 años para adelante. No sólo socios sino de toda la ciudad”, afirmó.

El anhelo de la pileta

Goñi está convencida de que si el club pudiera construir una pileta, podría despegar y no tendría techo de crecimiento, ya que sumaría un importante caudal de nuevos socios y recursos extraordinarios con las múltiples actividades que podrían realizarse con el natatorio, que funcionaría durante todo el año.

“Tengo el proyecto para hacer la pileta. Deberían hacerse algunas reformas, pero se puede. No es nada sencillo porque el dinero que habría que invertir, hoy está lejos de nuestras posibilidades, aunque es un sueño a cumplir”, afirmó.

La dirigente afirmó además que “no tener pileta te limita. Por ejemplo, en noviembre muchos socios se van a otros clubes por ese motivo. Aprovechan además para llevar a los chicos a la colonia”, graficó. “En cambio, si tuviéramos todo eso, les brindaríamos más servicios a los socios. Porque nuestro objetivo es darle contención a todos, que la gente venga y se apropie de este lugar. Que sea su segunda casa como lo es para casi todos los que somos del Azul”, terminó diciendo.

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