Uno de cada diez argentinos vive en zonas con aguas contaminadas con arsénico, un elemento químico que causa enfermedades y es cancerígeno. Son los datos del mapa de la presencia de ese metaloide en aguas de consumo que realiza el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (Itba) en conjunto con la ONG Nutrired. Entre otras, algunas muestras tomadas en la provincia de Santa Fe arrojan resultados preocupantes, como por ejemplo Rafaela y Venado Tuerto, que multiplican largamente los valores recomendados internacionalmente e, incluso, los legales y más permisivos. Otros datos de alarma surgen en Firmat y San Lorenzo.
El estudio se actualiza constantemente y posee 450 muestras enviadas por vecinos de 100 localidades de todo el país que luego fueron analizadas. Se trata de canillas en casas o pozos comunes, que en cada caso están identificados junto con la información de cuántos consumidores acceden a los mismos.
La organización Mundial de la Salud (OMS) establece en 10 ppb (10 partes por billón) como límite de la presencia de arsénico en agua para considerarla óptima para el consumo humano. En la Argentina, los parámetros legales fijados por el Código Alimentario extienden la permisividad hasta las 50 ppb aunque con el objetivo de llegar al valor internacional.
La OMS advierte que niveles superiores del metaloide pueden exponer a la gente a enfermedades gastrointestinales, neurológicas, cardiovasculares, de la piel, problemas en el embarazo y hasta cáncer.
La problemática representa a un alto porcentaje del total de habitantes en áreas contaminadas con arsénico, que según un informe de proyección del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (Iecs) abarca a un total de 4 millones de personas en el país, es decir prácticamente 1 de cada 10 argentinos.
Jorge Stripeikis, director del Departamento de Ingeniería Química del Itba, recordó que «el arsénico provoca enfermedades y no da avisos, porque no tiene olor ni color. Sólo se puede descubrir mandando a analizarlo mediante un test». Y agregó los efectos crónicos de esa exposición: «El consumo prolongado durante 10 o 15 años de un agua que contenga esas grandes cantidades de arsénico genera una enfermedad que se llama Hacre (Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico). Produce dermatitis, erupciones, trastornos gastrointestinales, anemia y puede
desencadenar en algún tipo de cáncer, como de pulmón y de piel».
El metaloide se incorpora al organismo por la vía oral: «No es sólo tomándola, sino también a través de los alimentos que se cocinan con agua contaminada. Por más que se hierva, la posibilidad de contaminación no se va, sino que se incrementa por la evaporación del agua», agregó el investigador.
Stripeikis es también director del Centro de Ingeniería de Medio Ambiente (Cima). «El problema de contaminación es de aguas subterráneas, no de aguas superficiales. La problemática se da en algunos lugares donde no hay una red de distribución central y perforan un pozo para sacar del acuífero», puso en contexto los riesgos. Es, además, difícil establecer patrones preventivos, señaló: «Existe la posibilidad de que todo lo que sea agua de pozo esté contaminada y para colmo es de manera caprichosa, porque dentro de un mismo barrio una familia puede tener agua con arsénico y otra que vive a una cuadra, no».
El experto advirtió que el estudio da cuenta de que en muchas localidades los niveles de contaminación superan los 50 ppb y llegan hasta los 100 ppb. «Pasa mucho en todo el noroeste de la provincia de Buenos Aires, el sur de Córdoba, sur de Santa Fe, La Pampa, Mendoza, San Luis, San Juan, Chaco, Formosa y Tucumán». Resaltó que «existe un sistema de tratamiento de aguas para quitarle el arsénico, que es proceso rápido pero caro». Y que puede intentarse con «sistemas domésticos, con filtros o membranas que se colocan en la canilla y absorben y eliminan el arsénico del agua».