En segundo año de Medicina Raquel Tizziani sintió que no la carrera no era para ella. Al repasar el programa de estudios vio que algo faltaba. Ninguna materia prometía ayudarla a atender una de las consultas más habituales que tendría en el consultorio: la falta de deseo sexual. En la sexología encontró la información que le faltaba.
Silvana Savoini llegó a la sexología desde la psicología y reconoce que no hay secretos ni recetas infalibles como las que venden las revistas. Se trata de explorar la sexualidad desde el deseo, la singularidad y subjetividad de cada uno.
Hace un año Tizziani y Savoini formaron la cátedra de Sexología Clínica, una materia electiva de tercer año de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Propone que los profesionales de la salud del futuro garanticen los derechos sexuales de las personas. Junto con un curso de la Universidad de Buenos Aires (UBA) son las únicas experiencias académicas de Argentina donde enseñan la sexualidad no sólo desde la biología. “Apuntamos a fortalecer la empatía y no patologizar los cuerpos, las identidades, las creencias, los deseos y las orientaciones. La sexología habilita la vivencia de una sociedad libre y responsable del propio placer”, explica Tizziani.
Revisión
La formación de los estudiantes en salud sexual tiene una tradición. Estudian la genitalidad, la reproducción, las enfermedades de transmisión sexual y la prevención. También los distintos tipos de cáncer de útero, mama y próstata y cómo curarlos. Según Tizziani, si bien desde que la UNR modificó el plan de estudios del 2003 e incorporó conceptos básicos de sexología, sigue en falta en cuánto a la particularidad de la sexualidad humana. “Las personas somos más que biología y la reproducción. Tenemos funciones de placer, construcciones simbólicas, fantasías y cuestiones que no pasan sólo por los genitales como el modelo tradicional de la Medicina estableció siempre”, opina.
El origen de la cátedra
El motivo de la cátedra empieza, como en otras electivas, con problemas en la práctica médica. Según las docentes, los profesionales encuentran que no pueden responder a las consultas. “La falta de deseo sexual es una de las consultas que gran parte de la población hace en algún momento de la vida y los profesionales no están preparados para dar respuestas o derivar a un sexólogo”, agrega Tizziani. Lo común, explica Savoini, es que ante un problema de disfunción sexual las personas recurran al ginecólogo o al urólogo. “El trabajar con la genitalidad no te transforma en un conocedor de la sexualidad humana. Nuestra mirada parte de no medicalizar la sexualidad sino ver la complejidad de la disfunción y abordarla desde distintos lugares. Los sexólogos hacemos un trabajo cognitivo y emocional, con ejercicios de relación y focalización sensorial”. Las docentes creen que al médico en formación también le juega en contra el enfoque psíquicoanalítico de las materias. “Los textos de Freud son misóginos, homofóbicos, machistas y coitocentristas. Desde primer año en la carrera predomina un enfoque que pensó a la homosexualidad como una perversión, a la bisexualidad como una aberración o una dificultad en poder elegir. Son escritos que promueven un mandato de una sexualidad centrada en la familia, la pareja heterosexual y la moral”, agrega la psicóloga.
En las aulas
La materia se dictó por primera vez el año pasado en el primer cuatrimestre. Es electiva, tiene un cupo de 70 alumnos y está en tercer año. Para las docentes es el primer paso para ganar un lugar en la currícula obligatoria. El contenido está dividido por etapas de la vida. Uno de los módulos trabaja la sexualidad en la niñez y hace foco en la educación sexual, la autonomía del cuerpo, los estereotipos de género y la prevención del abuso sexual infantil. Otro capítulo está dedicado a la adolescencia. El desarrollo psicosexual, la identidad de género, la orientación y diversidad sexual, el embarazo en adolescencia y el aborto son los contenidos más fuertes. En la etapa de adultez trabajan el abordaje profesional de las disfunciones sexuales para garantizar la atención primaria y la correcta derivación a otro profesional para que el paciente trabaje en una terapia sexual y reciba un tratamiento farmacológico si lo necesita. “Buscamos que los futuros médicos piensen en cómo dar lugar a todo el abanico de la identidad sexual sin dicotomías binarias de masculino o femenino y sin adoctrinar cuerpos con tratamientos. No significa que quien quiera llevar adelante una intervención o tratamiento no pueda hacerlo”, agrega Savoini.
En el consultorio
Las docentes también trabajan como sexólogas clínicas. Explican que en el consultorio las personas llegan con distintos problemas. En las parejas pueden responder a diferencias en el deseo sexual y a un desfasaje en el vínculo. En los varones la consulta más común es la eyaculación precoz y la disfunción eréctil. “La eyaculación precoz es un concepto a relativizar porque no hay un tiempo establecido. Sí hay un parámetro que tiene que ver con que la persona sienta que participa del encuentro sexual como desea”, explica la docente.
La consulta más frecuente de las mujeres es la falta de deseo sexual. “Es muy interesante y complejo porque es la punta del iceberg. Detrás de una consulta aparece siempre la cuestión vincular y lo que definimos como la heteronorma. Se pone en juego la comunicación en la pareja, la violencia, la construcción y distribución de los roles, como juega el patriarcado en el disfrute y en el problema sexual específico. Es cómo se mete el patriarcado en la cama”, agrega Tizziani.
Las sexólogas se dedican también a derribar mitos. “Cuando decís que sos sexóloga aparece el pudor o la vergüenza, como si fuera una persona super erotizada que despliega todo su esplendor sexual. También está la idea de que tiramos tips. En el sentido común no se la toma como especialización seria y científica, sino como un chamanismo”, dice Tizziani y define a la sexología como una disciplina que transita entre la salud mental, la biología, la medicina social y la antropología.
Savoini es crítica de los artículos que suelen salir en los medios de comunicación que revelan secretos y fórmula mágicas o que establecen tiempos y medidas al placer. “Las personas llegan al consultorio con la expectativa y autoexigencia del deber ser como dice la revista, los medios de comunicación o sus amiga. Y se sienten menos. No hay una norma, no tienen que funcionar de una manera particular o hacer una performance. Por eso no doy tips. Los invito a que exploren la sexualidad en la singularidad de cada uno. El deseo es subjetivo y se construye, no pueden haber fórmulas”.
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