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Urge revisar el patrimonio histórico nacional desde una perspectiva de género

Las demandas de mujeres y disidencias exponen las desigualdades e inequidades no sólo de los sistemas de validación del arte sino de la construcción histórica de los valores culturales, por lo que desde el Ministerio de Cultura se desarrollan acciones para corregir los evidentes desequilibrios

De las calles a las instituciones, las demandas de mujeres y disidencias exponen las desigualdades e inequidades no sólo de los sistemas de validación del arte sino de la construcción histórica del patrimonio cultural, por lo que desde el área específica del Ministerio de Cultura que dirige la especialista Valeria González se están desarrollando líneas de acción tan reparadoras como críticas del canon, entre ellas el lanzamiento del Premio 8M dirigido a mujeres y personas del colectivo LGBTI+ y la gestión del Palais de Glace.

¿Es posible revisar y reparar la historia institucionalizada del patrimonio argentino con una perspectiva de género? Esto es, el modo en que se consolidaron sus museos, se construyeron sus colecciones, dirigieron su atención las políticas específicas como premios, adquisiciones y otras iniciativas públicas. ¿Hay posibilidad de volver a leer lo escrito, intervenirlo con las demandas del presente? Un primer paso, como se dice en el campo de las disciplinas sociales, es asumir una tradición crítica.

La institución pública debe “dejarse invadir»

Valeria González, historiadora de arte, curadora, investigadora y secretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación, recupera la vía de trabajo que aplicó a su gestión al frente de la Casa Nacional del Bicentenario –donde estuvo dos años hasta ser desvinculada en 2017–, cuando decía que una institución así, además de ser un espacio expositivo, debía ser capaz de pensar críticamente la tradición del arte contemporáneo.

Desde ese enfoque, la Casa del Bicentenario realizó en 2016 una atípica exposición (se llamó “Casa tomada”), en la que más de 60 artistas se apropiaron literalmente de los distintos espacios del edificio, a modo de okupas, mientras brindaban talleres y exhibían sus procesos creativos.

“Cuando propusimos que la Casa fuera «tomada» por artistas –dice González a propósito de aquella experiencia–, pensábamos que, para cumplir una función pública significativa, una institución debía ser capaz de «dejarse invadir», esto es, dejarse interpelar por las demandas de aquellos colectivos a los que se dirigen las acciones de esa institución”

Esa muestra ejemplifica la trazabilidad de una agenda de trabajo que se apoya en los recursos que tiene con la intención de ponerlos en foco, exagerarlos, cuestionarlos, por qué no, transformarlos.

Y desde ese mismo enfoque, González concibe su actual gestión al frente del área nacional: “El patrimonio histórico debe dejarse invadir por las demandas sociales. Si un patrimonio solamente representa y aloja las expectativas de los grupos sociales hegemónicos no puede llamarse verdaderamente «nacional»”.

Despatriarcalizar el patrimonio

Precisamente en esa línea se inscribe el Premio 8M dirigido a mujeres y personas LGBTI+, que se lanzó a propósito del Día de la Mujer Trabajadora, o el radical giro de perfil que tomó el Palacio Nacional de las Artes con Fede Baeza al frente y Marlene Wayar en el área de educación, donde se está poniendo en marcha una nueva política institucional que interpela su rol social y busca incorporar a las personas invisibilizadas y colectivos emergentes.

“Las nuevas direcciones, tanto en el Palais y en los Salones Nacionales, con Fede Baeza, como en la Manzana de las Luces con Gustavo Blázquez, han demostrado, en apenas un año de gestión y en medio del aislamiento sanitario, un perfil claramente orientado a las políticas de inclusión y pluralidad. Nuevos protagonismos, nuevos puntos de vista, nuevas presencias y lenguajes nutren constantemente sus programaciones”, sostiene González.

Pero entonces ¿es posible despatriarcalizar el patrimonio? ¿Cómo se repiensa una institución pública? “Sin duda, asumir una perspectiva crítica de género es una las demandas centrales de la sociedad actual.

Como institución pública, un primer paso es nutrirnos de las conclusiones que arrojan los estudios que han estado revisando desde enfoques feministas la historia argentina”, dice la académica y funcionaria.

“En este caso particular, la historia de cómo se han formado nuestros museos y colecciones nacionales. Por supuesto, los matices son muchos y exceden esta entrevista, pero en un sentido sintético, se trata de instituciones y de acervos patrimoniales que encarnan los valores de dominio y moralidad de una sociedad polarizada y patriarcal como fue la Argentina del siglo XIX.

Un ejemplo muy simple es la proporción mínima de artistas y creadoras mujeres en esas colecciones. Asumir y hacer ver esta realidad es un primer paso; luego, comenzar a pensar estrategias de transformación”.

Por eso, las políticas públicas en esta clave se ligan con una idea de reparación: “Cuando hablamos de pensar estrategias de transformación en los ámbitos patrimoniales queremos decir cómo volverlos más inclusivos y plurales.

Esto es, más justos, dado que la exclusión por determinantes sexo-genéricos es fundamentalmente una situación de injusticia social. No es la única, pero, como han demostrado los estudios feministas, las situaciones de inequidad económica, social, racial, se ven también atravesadas por la marginación de género”.

Trasladar museos de sitios no específicos a las provincias

Como vienen enseñando los feminismos, pensar en perspectiva de género supone más que las identidades sexo-genéricas porque implica instalar una mirada interseccional ¿puede decirse también federal? Para González sí: “Esa lógica dominante de las instituciones artísticas y los patrimonios públicos, asentada en el curso del siglo XIX, y que fue claramente patriarcal, también fue claramente porteño-céntrica.

La inequidad de género se cruza inextricablemente con la centralización del poder político y económico”.

Por eso motivo “nuestra política de gestión de museos nacionales tiene un claro objetivo federal. Sin duda un proceso fundamental de largo plazo sería trasladar museos que no sean de sitio específico a las provincias, dado que la mayoría de ellos se concentra aún en Ciudad de Buenos Aires”, indica la funcionaria.

Entre las instituciones que prevén traslado o nuevas sedes, el Museo Nacional del Grabado encabeza la lista para tener sede propia y fuera del eje porteño, aunque todavía no hay precisiones de la mudanza ni su localización.

Porque se habla de sedes, museos y localizaciones, “también es importante qué otras historias pueden ser contadas –resume González–, historias de sociedades y economías distintas al modelo centrado en el puerto de Buenos Aires y las elites latifundistas porteñas: es el gran potencial de museos como el Terry en Tilcara (Jujuy) o el Palacio San José, epicentro de aquella Confederación que desafió el centralismo porteño y de una economía regional diversificada que aún sostiene la provincia de Entre Ríos”.

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