El resultado cruzado en las elecciones provinciales de 2011 que dejó el Ejecutivo en manos de un partido y las dos cámaras legislativas en las de otro, obligando a Antonio Bonfatti a gobernar cuatro años en minoría, cambió todos los paradigmas. Desde entonces la categoría Diputados provinciales cobró atractivo y competitividad y se hizo merecedora de una estrategia electoral particular dentro de la oferta que presenta cada fuerza política. Podría decirse que en Santa Fe ya no alcanza con conocer por cuánto ganó un candidato a gobernador si ese dato no se conjuga con la cantidad de diputados que obtuvo. Como el Senado se completa a partir de 19 elecciones diferentes, una por cada departamento, en la pelea por las bancas de la Cámara baja ya nadie deja nada librado al azar.
Después de la carambola de 2011, quedó claro que todo puede ocurrir. La aplicación de la boleta única en esta provincia, por sus características, tiene un conflicto muy particular: es capaz de vulnerar la voluntad de los convencionales que en la Constitución del 62 garantizaban la gobernabilidad asignando una mayoría automática al ganador. Con la boleta sábana, sólo un nivel de corte merecedor del récord Guinness podría negarle la mayoría propia a un gobernador de Santa Fe. La boleta única lo hizo. Y es más, puede repetirlo.
Antes, cuando se votaba con boleta sábana, la suerte de la lista de diputados estaba atada a la de gobernador. Ahora, son determinantes los tres primeros apellidos, cuyos nombres van impresos en la boleta (el resto no porque no hay espacio físico), y en especial el número uno porque identifica la oferta electoral con su foto. Por eso en el primer casillero con foto aparecen Antonio Bonfatti, Héctor Cavallero, Rubén Giustiniani o el actual presidente de la Cámara de Diputados Luis Rubeo, todas figuras relevantes de la política santafesina.
Que no vuelva a pasar
El reparto de poder de 2011 pudo ser un desastre para Santa Fe, pero pasados las tres cuartas partes del mandato de Bonfatti hay que decir que las cosas salieron adelante. En dos líneas: a Bonfatti hay que reconocerle carácter para no perder nunca la iniciativa, pero también para saber perder ciertas batallas, archivar proyectos y espíritu para ceder en algunos casos y consensuar en todos. Contó con ayuda decisiva: receptividad en la mayoría justicialista para sostener un piso mínimo de gobernabilidad y recursos económicos holgados.
Para asegurarse que no se repita lo que le ocurrió a él (y por otras razones de orden de la interna del Frente Progresista), Bonfatti resolvió encabezar en persona la lista de diputados del oficialismo. De acuerdo con los niveles de aprobación de su gestión y su figura, hasta ahora aparece como favorito tanto en la primaria como en la elección general.
En las Paso del 19 de abril el adversario –el único en el sentido político y no formal– es Rubén Giustiniani. El senador nacional y su aliado radical candidato a la gobernación Mario Barletta nunca creyeron posible que el propio gobernador “bajase” a competir por una banca, decisión que desequilibró los alineamientos internos y convenció a intendentes, jefes comunales y senadores radicales de jugar con él y Lifschitz.
En ese contexto de disparidad interna, el principal interrogante pasa por ver cuántos votos puede obtener Giustiniani en tanto portador de la visión crítica de un Partido Socialista que desde 1995 viene ganando elecciones de la mano de Hermes Binner, Antonio Bonfatti, Mónica Fein y Miguel Lifschitz.
Lo que es seguro es que, pierda por poco o por paliza en la primaria, el actual senador nacional aparecerá, más arriba o más abajo, en la lista definitiva del Frente Progresista tras el entrecruzamiento proporcional que indique el resultado de las Paso.
La misma lógica rige las posibilidades de las demás listas que compiten en la interna del Frente Progresista y que encabezan Fabián Peralta (candidato de Margarita Stolbizer), Gabriela Sosa, Ángel Elías, Ignacio Mujica, Sebastián Cáceres, Nire Roldán y Juan Carlos Millet.
Hasta que aclare
Para el peronismo, la elección de diputados tiene una motivación diferente a otras oportunidades. Desde 2007 dejó de ser favorito para ocupar la Casa Gris, pero supo conservar su influencia en la política provincial desde la Legislatura. Aunque nadie lo diga públicamente, doblegar una lista que lleva al gobernador en funciones es un hueso duro de roer. En cambio, quedarse con el segundo lugar e impedir que el PRO se convierta en la primera minoría en la Cámara baja es más accesible.
Con dos listas principales que animan la primaria –encabezadas por Héctor Cavallero y Luis Rubeo– y otras cuatro que van en búsqueda de un lugar expectante (Claudia Giaccone, Oscar Urruty y en menor medida el papá de Soledad Pastorutti y Marcel Suberbie Galletti), el Frente Justicialista para la Victoria necesita garantizar la mayor cantidad de bancas posible.
El temprano apartamiento del rossismo de las negociaciones para armar la lista que tendría la venia de la Casa Rosada lo llevó a jugarse por la reelección del actual presidente de la Cámara, Luis Rubeo.
Rubeo está haciendo rendir al máximo su gestión de 4 años al frente de la Cámara. En este último tramo de campaña se rodea de figuras locales. Es el caso de la concejala Norma López en Rosario: cuarta candidata en la lista, su presencia en afiches y spots publicitarios no le rinde en lo personal sino que ayuda a suavizar el perfil de peronista clásico de Rubeo. La apuesta es “pegarlo” a una imagen femenina netamente identificada con el kirchnerismo y Agustín Rossi, y que hizo suya en el plano local la agenda más progresista de los gobiernos iniciados en 2003.
Enfrente, la lista favorita en la interna es la que encabeza Héctor Cavallero. Cuenta con mayor inserción territorial, el hecho de haber sido cocinada en el horno de la Casa Rosada y portar nombres muy vinculados con áreas del gobierno que ponen a disposición recursos, obras y trato directo con los jefes comunales del PJ. Es, además, la lista vinculada directamente con la fórmula de gobernador y vice.
Gusto a poco
El PRO tiene lista única pero no baja la guardia. Toma la primaria como una oportunidad para instalar al concejal de Rosario Roy López Molina. Su presencia en ese casillero revela ciertas dificultades que arrastra el partido de Macri en Santa Fe. López Molina es una figura desconocida más allá de la Circunvalación y si está ahí es por la deserción del periodista Miguel Tessandori.
Al igual que en 2011, la lista de diputados provinciales perfila menos competitiva que la de gobernador, donde Miguel Del Sel pelea la pole position. En esa oportunidad, los siete diputados conseguidos fueron toda una novedad pese a que tuvieron gusto a poco en relación con los votos que consiguió el Midachi.
Pelotón de atrás
La realidad es que, en los últimos ocho años, a la Cámara de Diputados sólo entraron candidatos y partidos enrolados en el peronismo, el Frente Progresista y el PRO (éste recién en 2011). El que más cerca estuvo fue el periodista Carlos del Frade hace cuatro años.
En esta ocasión, fuera de los tres espacios electorales más convocantes, hay siete alternativas que piden el voto para llegar a la Cámara baja. De esas, sólo el Frente Renovador de Sergio Massa y el Frente de la Cultura, la Educación y el Trabajo de Hugo Moyano tienen competencia interna.
Propuestas como el Frente de Izquierda y de los Trabajadores que lleva como primera candidata a María Elena Molina, el Frente Social y Popular con el que Del Frade volverá a intentarlo y Unite por la Libertad y la Dignidad de Carlos Cossia, no compiten contra otras listas sino con el piso mínimo de votos equivalente al 1,5% del padrón electoral para poder pasar a la general. Denunciado como “proscriptivo” por la izquierda, ese nuevo escalón metió incertidumbre en el pelotón de atrás de la carrera electoral.