Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
En medio de los esfuerzos que están realizando los países para superar la recesión provocada por la pandemia y retomar el ritmo ascendente de sus vapuleadas economías, el cimbronazo provocado por la crisis sanitaria aún continúa haciendo sentir sus efectos sobre los gobiernos del planeta, de cualquier signo y color. Un ejemplo de esto es el informe elaborado por el Parlamento británico que cataloga la estrategia utilizada por ese país para frenar el avance de la pandemia como uno “de los peores fracasos en materia de Salud Pública”, responsabilizando al gobierno y sus asesores científicos por las miles de vidas perdidas. El estudio, redactado por dos comisiones parlamentarias, concluyó que las tardías decisiones sobre los confinamientos y el distanciamiento social durante las primeras semanas de la pandemia, junto a los consejos que llevaron a esas instancias en 2020, figuran entre las fallas de Salud Pública más importantes que haya experimentado el Reino Unido. “La pandemia fue la mayor crisis a la que se ha enfrentado el Reino Unido en generaciones, y el mayor desafío en tiempos de paz en un siglo, lo que perturbó las vidas de todos, separó a amigos y familias, cerró negocios, impactó en los medios de vida de la gente y lo más trágico: murieron más de 150.000 personas”, resaltó la investigación.
La magnitud de esta pérdida obligó a los parlamentarios a preguntarse por qué el Reino Unido se vio más afectado que otros países, asegurando también que la pandemia está lejos de haber terminado. Destacaron además que el objetivo del informe es el aprendizaje, deseando que sirva para actuar más rápido en otras ocasiones, ya que la probabilidad de futuras pandemias es muy alta. “El objetivo de este informe no es señalar culpables, sino garantizar una comprensión precisa de los éxitos y los fracasos hasta la fecha, de modo que puedan extraerse lecciones cruciales para el mañana”, subrayaron.
Rusia es otro de los países que sufre en carne viva las consecuencias de esta catástrofe sanitaria. Este martes un nuevo récord de 973 muertes por coronavirus en 24 horas, y la fuerte aceleración de los contagios y las hospitalizaciones, generaron el alerta de las autoridades, quienes indicaron que esta situación es el resultado de la renuencia de los rusos a vacunarse. En Rusia sólo el 33% de la población ha recibido al menos una dosis, y apenas el 29% tiene la pauta completa, según cifras oficiales.
A este punto, ya todos sabemos que la clave para salir de este entuerto es la vacunación masiva, estrategia altamente recomendada tanto por los gobernantes como por expertos sanitaristas de todo el mundo. Según un estudio del grupo de interés científico francés Epi-Phare difundido en estos días, la vacunación reduce un 90% el riesgo de morir por covid-19 para mayores de 50 años. La investigación, que abarcó un amplio rango poblacional, se desarrolló desde diciembre de 2020 hasta el 20 de julio de este año entre las personas vacunadas con Pfizer/BioNtech, Moderna y AstraZeneca, y comparó los datos de 11 millones de personas mayores de 50 años vacunadas contra el coronavirus con los datos de 11 millones de personas de la misma edad, no inmunizadas. “La vacunación tiene una eficacia superior al 90% para reducir las formas graves del covid-19 en personas mayores de 50 años en Francia. (…) Esta reducción da el mismo orden de magnitud para el riesgo de muerte durante una hospitalización por covid-19”, dice el resumen de la investigación, agregando también que las vacunas son eficaces contra la variante Delta del coronavirus.
En línea con esta advertencia, algunos gobiernos avanzan hacia la obligatoriedad de la vacunación en los sectores más expuestos de la sociedad. Por ejemplo, el gobierno de Nueva Zelanda anunció que la vacuna contra el coronavirus será obligatoria para los profesionales sanitarios y profesores, mientras que aquellos que no lo hagan tendrán que someterse a pruebas semanales de covid-19. De acuerdo a lo citado por la agencia de noticias Europa Press, el mandato de vacunas aprobado entrará en vigencia de aquí a fin de año, y afectará a miles de trabajadores del sector educativo y sanitario. La fecha establecida como límite para estar vacunados será diciembre, aunque por el momento no especificaron las consecuencias que tendría no cumplir con la medida. “No es una decisión fácil, pero necesitamos que las personas que trabajan con comunidades vulnerables que aún no han sido vacunadas den este paso adicional”, explicó el ministro de Salud del país, Chris Hipkins. En el mismo sentido actuaron los dirigentes de uno de los más importantes equipos del básquet del mundo cuando decidieron separar a una de sus grandes estrellas. A una semana del comienzo de la temporada regular de la NBA, Sean Marks –gerente de Los Brooklyn Nets, una de las franquicias apuntadas para ser candidata a pelear el título– comunicó que Kyrie Irving no sería parte del equipo que afrontará la competición y que tampoco podría entrenar con el equipo debido a su negativa a vacunarse. “Después de una profunda deliberación, hemos decidido que Kyrie Irving no jugará ni practicará con el equipo hasta que sea elegible para ser un participante completo”, dijo Sean Marks en un comunicado emitido por el equipo y que luego refrendó en charla con la prensa local. Hasta el momento, Irving mantiene su negativa de inocularse contra el coronavirus, razón por la cual el equipo lo apartó para los últimos juegos de la pretemporada y el inicio de la fase regular de la NBA, provocando que su futuro deportivo resulte una incógnita, ya que podría perder su contrato de unos 35 millones de dólares en caso de que su postura no cambie.
Resulta indudable que, en un mundo atravesado por aspiraciones de inmortalidad, todo lo relacionado con el cuidado de la salud, el medioambiente y la superación personal, cotiza alto en el mercado de la vida. Junto a la idealización de los espacios naturales como privilegiados reductos de placer (aunque en la práctica no nos banquemos las arañas, las hormigas ni los mosquitos), la inmunización funciona como el salvoconducto hacia una normalidad más declamada que habitada. Las restricciones para movernos, viajar e incluso acceder a bares, cines, teatros y conciertos hablan de una situación que quizás nos siga acompañando un largo rato, al menos mientras haya quienes continúen negando el problema a costa de sus vidas… y de las nuestras.