La edad no es un impedimento para aprender y tampoco para regresar o visitar por primera vez la universidad. Así lo demuestran los cerca de 4 mil inscriptos que a principios de mes comenzaron a participar de los cursos del Programa de la Universidad Abierta para Adultos Mayores, dependiente de la Universidad de Rosario. Creado en 2011, la iniciativa ofrece clases acerca de diversas materias y temas vinculadas con las cátedras académicas de manera gratuita y sin necesidad de estudios o títulos previos. El objetivo es mejorar la calidad de vida del adulto mayor. “La posibilidad de adquirir conocimiento y compartirlo con una generación más joven permite mejorar la calidad de vida de cualquier sujeto”, explicó Elida Penecio, coordinadora del proyecto.
Buen comienzo
“Empezamos el año académico con casi 4 mil inscriptos”, celebró Penecio y destacó la aceptación de la propuesta que comenzó en 2011, con 500 alumnos adultos. Tanto las temáticas como los intereses que convocan a los asistentes son de lo más diversos. Entre los cursos más solicitados están los de informática, neurociencia, matemáticas, arte e historia.
“Los cursos de historia se dan desde los inicios del programa y están súper instalados. Hay un equipo de historiadores que trabajan en la imagen de Rosario desde los 40. La gente se engancha muchísimo”, precisó Penecio.
Si bien el cursado de dos horas semanales tiene una exigencia académica, no es necesario poseer estudios o títulos previos para poder cursar. Las claves del aprendizaje, señaló Penecio, son la participación y el intercambio grupal e intergeneracional. “Hay un respeto por el que tiene una vida profesional como por las amas de casa. Aunar el conocimiento que se trae con el nuevo hace que el lugar se convierta en sui generis, un espacio poco investigado por la docencia. Nos interpela desde la academia, logrando cosas interesantes y novedosas”, expresó la docente y coordinadora.
Uno de los espacios que más costó ganar, contó, fue que las mujeres cambien las tareas en la cocina por las clases al mediodía. “Nos costó que aceptaran esos horarios, porque están acostumbradas a ser las encargadas de preparar el almuerzo en sus casas. Pero nos parece un espacio innovador que alguien pueda preferir quedarse en una clase y no ir a servir la comida”, agregó.
“Se trata de un espacio de socialización y de reencontrarse con pares. Se dan discusiones entre diferentes ideologías y maneras de pensar la vida en un espacio de conocimiento como la universidad que permite un intercambio para enriquecer a los sujetos”, concluyó Penecio.