Dos hombres quedaron a un paso de un juicio oral y público acusados de secuestrar a un vecino de 36 años en la puerta de su casa del barrio santafesino Siete Jefes, y mantenerlo más de tres horas privado de la libertad mientras negociaban con su esposa el rescate en dólares. La extorsión ocurrió en febrero de este año y les salió mal. Porque la mujer avisó a la Policía y cuando llevó el dinero al lugar donde le dijeron los secuestrados, agentes encubiertos detuvieron a uno de los sospechosos. El otro cayó un día después.
Esta semana, el fiscal federal de Santa Fe, Walter Rodríguez, pidió la requisitoria de elevación a juicio para Rodolfo Ariel Quiroga, de 34, años, con domicilio en el barrio santafesino Candioti Sur y Hugo Edgardo Soto, un taxista porteño de 47 años radicado en la zona de La Guardia.
Ambos están procesados con prisión preventiva por secuestro extorsivo agravado por el número de personas que participaron en la comisión del delito, ya que para el fiscal fueron cinco los involucrados, aunque los otros tres sospechosos aún no fueron identificados. Los bienes de cada uno fueron embargados por la suma de dos millones de pesos.
El secuestro extorsivo prevé penas de 5 a 15 años de prisión, y con agravantes se puede elevar hasta 25 años de cárcel.
Quedó filmado
El secuestro tuvo lugar el 2 de febrero de 2022, minutos antes de las siete de la mañana. Si bien estuvo planificado y contó con logística e inteligencia previa, la secuencia quedó íntegramente registrada por una cámara de vigilancia privada. Las imágenes muestran que a esa hora de la mañana Gastón C., de 36 años, se encontraba dentro de su Peugeot 307 negro en la esquina de su casa, de Laprida y Maipú, esperando que salga su esposa. Pero antes, tres hombres que bajan de una furgoneta blanca con barbijos y encapuchados se precipitan sobre él y a punta de pistola lo reducen y se meten dentro de su auto, para luego darle marcha y llevárselo secuestrado.
Gastón estuvo reducido, vendado y maniatado hasta las 10.20 de esa misma mañana, cuando sus captores lo dejaron abandonado sano y salvo dentro de su auto y huyeron. Cuando logró salir del vehículo no sabía dónde estaba y le pidió auxilio a una pareja de mujeres que le prestaron el celular para que le avise a su familia que estaba bien. Ahí supo que lo habían abandonado al costado del puente negro del barrio Santa Rosa de Lima.
Durante las horas de cautiverio, hubo varias negociaciones telefónicas con su esposa que comenzaron con un pedido de 200 mil dólares y terminaron con la suma de mil y una detención.
La mujer dejó el dinero del rescate dentro de una cartera y debajo del tronco que le indicaron por teléfono los secuestradores, sin que advirtieran que era seguida de cerca por agentes encubiertos que detuvieron a Soto cuando se acercó a buscar la entrega controlada en la zona de galpones del ferrocarril de la ex Estación Belgrano, a la altura de calle Chacabuco.
Al momento de tomar el bolso con dinero, Soto alcanzó a decir por teléfono a la esposa de la víctima: «Hija de puta, llamaste a la cana, está la cana por todos lados, hija de re mil puta, me agarraron, no lo encontrás más».
Pero una vez que lo detuvieron, el hombre le dijo a los uniformados que no estaba vinculado al secuestro, lo que fue casi una confesión: «Yo no tengo nada que ver con lo del tipo. Sólo me pagaron para buscar la plata».
Un día después, la Policía detuvo al segundo sospechoso, quien conocía a la víctima porque su hermano iba al gimnasio con el hombre secuestrado, cuyo padre también era vecino.
Cuando allanaron la casa de Quiroga, los policías hallaron varios teléfonos celulares y tarjetas SIM, un equipo de radiofrecuencia, una caja de guantes de látex blanco. La furgoneta estaba estacionada en la misma cuadra.
El fiscal resaltó en su requisitoria que Gastón estuvo más de tres horas ilegítimamente privado de su libertad, permaneció retenido y oculto en el interior de su automóvil particular, atadas sus manos, con cinta en su boca, orejas y ojos, y con una bolsa negra en la cabeza, bajo amenazas constantes.
Pero además mencionó que en el delito de extorsión, en cualquiera de sus modalidades, tiene más de una víctima. Generalmente se lesiona la libertad de dos personas: el sujeto pasivo de la extorsión, a quien se obliga a una prestación a la que no está obligado y la persona a quien se secuestra.