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“Vanthra es una obra de arte muy desprejuiciada”

El vocalista presentará este fin de semana en Rosario su nuevo proyecto musical, adelantándose al concierto habló de sus inquietudes, miedos y de la momentánea separación de Catupecu Machu, la banda con la que se dio a conocer

Fernando Ruiz Díaz fue durante casi 25 años la voz líder de Catupecu Machu. Editó 14 discos, recorrió el país y el mundo. Todas sus composiciones iban destinadas a ese proyecto hasta que, hace cuatro años, se encontró haciendo algo distinto. “Apareció un germen que empezó a crecer”, confesó en una extensa charla que mantuvo con El Ciudadano mientras describía la génesis de Vanthra, una nueva banda que este fin de semana tocará por primera vez en Rosario.

De todos modos, las dos bandas convivieron un tiempo. “No es que a Catupecu la puse en stand by por Vanthra, eso fue fortuito”, aclaró ahora, después de un año de dedicarse plenamente al proyecto que hoy integra junto con los músicos Charlie Noguera y Pape Fioravanti.

“Muchos me preguntan por qué no hice Fernando Ruiz Díaz solista y les dije: «A lo mejor lo haga algún día»”, expresó mirando a futuro.

“A mí me gustan los grupos porque tener al otro enfrente es como tener un espejo. Aparte cuando murió mi viejo y después pasó lo de Gabi hubo cosas que ya no me interesaban y después de eso menos. Amo a los artistas, el riesgo del arte, la paso bien así”, relató recordando lo sucedido a su hermano Gabriel, con quien fundó Catupecu y compartió la banda hasta que su sufrió un grave accidente automovilístico que lo alejó de los escenarios en 2006.

“El arte me hizo vivir, conectarme con la vida, la naturaleza, los misterios de la vida, con la muerte. Yo habito ese lugar”, conceptualizó más tarde.

«Ahora soy mucho más juzgado, pero me encanta, sobre todo en este momento en el que hay, para mí, tanta música horrible y tantas manifestaciones que no son artísticas y que lo único que hacen es taparte el oído y no llevarte a ninguna pregunta ni generarte nada»

—El nombre de la banda es un juego de palabras que se cruza con mantra. ¿Surge desde un impulso o va ligado a lo espiritual?
—Tiene que ver con un montón de cosas. Cuando nació mi hija empezó una vida nueva para mí, un proceso alucinante. Un “Magical Mystery Tour”. Tiene que ver con momentos y con procesos internos. Siempre ligué las canciones al espíritu. A veces para analizarlo tengo que verlo más en perspectiva y creo que no pasó el tiempo suficiente. Pero tiene que ver siempre con la inquietud: soy muy inquieto, siempre estoy buscando, y cuando me encuentro cómodo en algo ya cambio de instrumento o de situación. Lo que pasa es que esta es la primera vez que empiezo con otro proyecto.

—En otra nota dijiste que el parate con Catupecu tuvo que ver con que en un momento sentiste que si no parabas te ibas a morir.
—Sí. Muchas veces en un grupo el problema puede ser que no te va bien. Con Catupecu siempre crecimos, visitamos más lugares, más países, más gente. Pero entrás en una inercia en la que no entendés por qué haces lo que haces. Pasó que ni siquiera paramos con el accidente de mi hermano, pero en un momento me sonó una alarma. Estaba en Mendoza, en la casa del enólogo (Marcelo Pelleriti) con el que hago vinos, y en un momento sentí que me estaba muriendo, que no daba más. Volví a Buenos Aires, les dije a los chicos y justo a las dos semanas Marcelo se iba a presentar unos vinos a Los Ángeles y me invitó y fui. Me quedé unos días solo, pensando. Hubo muchos que pagaron la forma de vida que llevamos como Gustavo (Cerati) y como mi hermano. Pensé: «No quiero que me pase». Necesité parar, correrme del eje de ser Fernando Ruiz Díaz de Catupecu Machu.

—¿Fue un nuevo volver a nacer como con tu hija?
—Totalmente. Lo que a mí me interesa de todo esto siempre es lo mismo: el amor al arte, el amor por la música. Nunca me guié por el éxito, por eso nunca repetimos fórmulas.

—El éxito, nunca te corrió el eje.
—No, nunca me pasó. A la vez me acostumbré a que, desde que empezamos, Catupecu sea una banda exitosa; nunca lo vi como un trabajo. Esto es mucho más adrenalínico que un trabajo, lo que le pasó a Gustavo o a mi hermano está dentro del contexto de la vida que llevamos. Entonces paré un poco, aunque enseguida empezó de nuevo, no lo conozco de otra manera.

—Pero con Vanthra ganaste cercanía con el público. 
—Sí, y hay algo que es más deliberado que es que arrancamos tocando en lugares más chicos. Después obviamente fue creciendo, ya tenemos dos Cosquín Rock, dos Personal Fest, tocamos dos veces en Tecnópolis. Creció mucho, fue evolucionando. Si hay algo a lo que siempre me entrego es a la evolución y al proceso.

—¿Pensás más en un fluir continuó que en las etapas?
—En un sinfín. Veo que es así, que hay una entidad mucho más poderosa de la que puede ver un humano que es la música, el arte, que está ahí siempre en el aire, flotando. Yo, básicamente, conecto con eso. Lo que estamos haciendo con Vanthra es una obra de arte muy desprejuiciada. Me gusta ponerme en jaque y hasta diría que me gusta que me juzguen: la gente es muy melancólica. Y estoy acostumbrado porque Catupecu nunca fue Catupecu, cada vez que salíamos con algo nuevo teníamos nuevos seguidores y seguidoras que dejaban de ir a los conciertos porque era algo diferente. Ahora, como hago otra cosa, los que le prestan atención me dicen que es diferente, que es un viaje más al baile. Pero hay otros que escuchan mi voz y dicen “es re Catupecu”, es la primera vez que me dicen eso y no esto no es Catupecu (risas).

—El proceso de Vantrha fue mucho más rápido.
—No sé, antes estaba todo por delante y no había ningún parámetro para medir hacia atrás, ni mío ni del público. Ahora soy mucho más juzgado, pero me encanta, sobre todo en este momento en el que hay, para mí, tanta música horrible y tantas manifestaciones que no son artísticas y que lo único que hacen es taparte el oído y no llevarte a ninguna pregunta ni generarte nada.

—¿Cuál es para vos ese objetivo del arte?
—La función del arte es lo que yo viví, después hay un mercado y eso es otra cosa. Arte para mí es Sumo, Soda, Virus, Los Violadores, Lennon. Lo demás es música que está ahí, que no molesta.

—Para vos la música tiene que incomodar.
—El día que me pregunten cómo estoy y diga “tranquilo” no me crean más nada. A mí me gusta el arte que veo y le creo. A un artista le exijo, como me exijo a mí; nunca estuve de acuerdo con el “no cambien nunca”. Me gusta fluir.

—¿Cómo ves a la Argentina?
—Tengo una manera muy particular de ver la vida y después del accidente de mi hermano, más. Hay cosas que no me interesan más. Me siento un ciudadano del mundo y el mundo está convulsionado. Pero como padre de una nena de seis años considero que es el momento más interesante para que nazca un niño porque yo, que tengo 50 años, a pesar de que mis viejos eran increíbles nací en un contexto en el que los padres eran monstruos, en el que nos hacían tomar distancia en la escuela, en el que estaban los militares, en el que estaba mal visto que un chico sea hijo de padres separados. Yo crecí con mi hermana con Síndrome de Down. Ahora hay mucha más gente que piensa que mogólico no es un insulto, que puto no es un insulto. En ese aspecto el mundo nunca estuvo tan evolucionado: ahora un chico es importante.

Para agendar

Vanthra tocará este viernes, a partir de las 23, en Fauna, de Tucumán 1016

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